La tierra ya no está caliente, pues la lluvia que ha caído en los últimos días ha mojado el suelo y ha formado charcos en los agujeros que hombres y mujeres han abierto con sus manos, con palos, con piochas y con palas para encontrar los cuerpos de sus familiares que no han sido desenterrados.
Las autoridades reportan 113 fallecidos en el lugar, pero pobladores como Otto Ramiro García aseguran que son más: “Aquí hay muchos muertos todavía, mínimo unos mil 400”.
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La aldea fue declarada inhabitable por la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), pero eso no ha frenado a las personas a continuar con la búsqueda de sus familiares.
Con la ayuda de donaciones particulares de personas del extranjero, como el pastor Joel Reinford, se ha contratado los servicios de maquinaria para agilizar las labores, lo que ha despertado la fe en los sobrevivientes, pues su deseo es dar cristiana sepultura a su gente.
La lluvia también ha limpiado las hojas de los pocos árboles que quedaron en pie, y algunos retoños comienzan a florecer, dando color a la estampa gris y triste que dejó la erupción.
Pero la temporada de lluviosa puede tornarse en una amenaza para las comunidades en las faldas del volcán, por los lahares que se podrían presentar, debido al material volcánico acumulado que sería arrastrado con la lluvia.
1 millón 714 mil 387
personas afectadas por la erupción
De acuerdo con Eddy Sanchéz, director del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), estos “pueden superar hasta los cien eventos y el promedio de cada uno sería de 10 millones cúbicos”.
El día de la erupción, la columna de humo que arrojó el Volcán de Fuego alcanzó los seis mil metros sobre el nivel del mar, y los días posteriores se mantuvo entre 4 mil 200 a 5 mil 600. Ayer se reportaron de dos a tres explosiones débiles por hora, expulsando columnas de humo de ceniza gris a los 4 mil 200 metros sobre el nivel del mar.
“Tengo que desenterrar a mi familia”
Eufemia García
Su piel quemada por el sol, sus manos agrietadas por el contacto con la tierra y la ceniza, son evidencias de los días que Eufemia García ha pasado removiendo el terreno que era de su madre. Allí, asegura, aún se encuentran soterrados 40 de sus familiares.
Ella es una de las pocas mujeres que todos los días, desde la erupción del volcán, trabajan por desenterrar a sus familiares en San Miguel Los Lotes. En medio de la nada, se le puede ver con una pala entre las manos, sin mascarilla ni botas. El deseo por encontrar los cuerpos de sus tres hijos, de su nieto, hermanos y sobrinos, la mantienen de pie en el terreno que fue arrasado por la erupción del Volcán de Fuego.
12 mil 823
evacuados
La mujer se convirtió desde el primer día de la tragedia en un símbolo de perseverancia y del dolor que viven los sobrevivientes de la erupción, pues no se ha apartado del lugar.
Ella fue quien reclamó al presidente Jimmy Morales por ayuda para encontrar a sus familiares.
“Ya no quieren que desenterremos a nuestra gente, cuando creo que tenemos todo el derecho porque esta propiedad es de nosotros, y aquí está nuestra familia”, menciona sin soltar la pala que se ha vuelto su compañera de largas jornadas, que terminan cuando la lluvia comienza a caer.
Eufemia tiene una lista con los nombres y apellidos de las personas que quedaron soterradas. Eran 50, pero ya recuperó los cuerpos de 10, entre ellos el de su madre, el pasado 10 de junio.
113
fallecidos reporta Conred
“No me voy de aquí porque tengo que desenterrar a mi familia. No me importa, aunque sea huesitos encontraré, pero yo quiero llevármelos”, dice con la mirada clavada en el suelo.
Ayer, Eufemia trabajaba incansable frente a una montaña de arena y ceniza, rodeada de una zanja de varios metros que se formó por la excavación de la tierra en el lugar. El surco se ha llenado de lodo por la lluvia que ha caído en los últimos días, lo que dificulta la tarea. Afortunadamente, no está sola, varias personas se han sumado para apoyarla.
“Es triste y angustioso perder uno a su la familia. Aquí, la colonia está llena de muchas familias que murieron”, lamentó.
Familia sobrevivió de milagro
Loida Siquinajay
“Dije que nunca volvería a venir”, indicó Loida Siquinajai, parada donde se ubicaba su casa, que quedó enterrada por material volcánico. De milagro, ella, sus hijos y su esposo lograron salvarse.
En su mente es imborrable la escena del material piroclástico que avanzaba hacia donde ellos estaban. Era la hora del almuerzo y esperaba en la puerta de su casa a su hija que traía las tortillas. Al ver la nube negra que se acercaba, tomó a sus niños y corrió. Le dijo a una prima que vivía enfrente que huyeran, pero no atendió a su suplica.
En las calles, la gente se amontonó y era imposible correr. Así que Loida tomó la decisión de ir en busca de su madre y hermanos que vivían cerca. Un camión los estaba esperando para sacarlos, pero no pudieron avanzar.
84
víctimas mortales identificadas
“Nos quedamos allí a la voluntad de Dios”. Cuando todo pasó, rompieron un cerco de lámina y lograron llegar al techo de una casa de dos pisos. Su esposo y su hermano hicieron un puente con unos palos y lograron escapar. La noche había caído. “No sacamos nada de la casa, si lo hubiera hecho, no lo estaría contando”.
“Aquí está enterrada mi casa”
Elder Vásquez
Donde está parado no hay más que área volcánica y piedras de gran tamaño, pero allí, debajo de todo ese material, asegura están los cuerpos de su esposa y de sus hijos, que no pudieron huir de la erupción del volcán.
Su rostro se ve cansado, pues lleva días buscando los cuerpos de su familia. Con palas y palos remueve la tierra, pues quiere darles cristiana sepultura. Pero esta vez, no hará el trabajo solo. Recibió la colaboración económica de un grupo de estadounidenses para contratar maquinaria que le ayudará a remover la tierra. “Me cobran Q225 por hora”, un dinero que menciona no podría pagar si no fuera por la ayuda que recibe.
181
casos ingresados a morgues del Inacif
“El Gobierno no nos ha dado ayuda, más bien nos está complicando el trabajo, porque ha dado la orden a los policías de que no nos deje entrar (a la zona cero)”, indicó un tanto decepcionado porque él, como otros pobladores, no descansarán hasta encontrar a sus seres queridos.
Después de tragar un poco de saliva y dar un respiro, dice: “Estoy parado cabal en donde era mi casa. Aquí está mi casa enterrada”.
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