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En Guatemala escasea el dinero y el sentido para que no ocurra un nuevo Cambray 

Una situación de pobreza endémica, la saturación del suelo, la alta erosión de los terrenos, la elevada vulnerabilidad a las catástrofes, la escasez de recursos económicos o el poco sentido común hacen que Guatemala continúe en un riesgo latente y pueda volver a sufrir un Cambray III.

La labor de rescate y descombramiento del alud en la colonia El Cambray 2 hace un año (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

La labor de rescate y descombramiento del alud en la colonia El Cambray 2 hace un año (Foto Prensa Libre: Estuardo Paredes)

“Lo ideal para que una situación así no se repita es quitar a la gente de donde está. Es la solución perfecta”, reconoce el director del sistema de comando de incidentes de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), Hugo Rodríguez, pero sabe que eso es una utopía.

Este hombre afable, que tiene grabados en la memoria a los 206 muertos y los 15 desaparecidos (según cifras de la Conred y del Comité de Vecinos) que hace hoy un año dejó un derrumbe en el asentamiento de El Cambray II, es consciente de que reubicar a los más de 3 millones de personas que están en zonas de riesgo en el país, repartidos en más de 10 mil puntos, es una quimera.


La gente, aún sabiendo que su vida pende de un hilo, se resiste a abandonar sus hogares y todo aquello que les costó sangre y sudor lograr: “Consideran otras cosas que, en lo personal, no deberían ser de peso teniendo en cuenta que está en juego su vida” , incide con una mirada hastiada e impotente de ver catástrofes y no ser capaz de impedirlas, solo paliarlas.

Es como si estas personas no valoraran la vida?: “Exactamente. A veces, mucho antes de las emergencias, la gente se a vivir a lugares que saben que son de riesgo” , como laderas de montañas inestables y cuencas de ríos, por la falta de una organización territorial y por los altos precios que supone conseguir un terreno o una vivienda en un área segura.

“La gente busca hasta donde el bolsillo le alcanza, lo más fácil, lo más accesible a ellos. Y lo más accesible los lleva a las zonas de riesgo” , esas áreas que tienen un peligro latente e impredecible, pues es imposible determinar en qué momento se puede desatar algún incidente, reconoce mientras mira la decena de monitores que hay en su despacho.

Incluso, asegura, hay personas que continúan viviendo en El Cambray II. La zona que fue declarada inhabitable por las autoridades y en la que, en teoría, está prohibido el acceso: “Saben que sigue siendo zona de riesgo, tienen toda la historia de lo que pasó hace un año y ahí están” .

“Cómo se puede hacer para que la gente tome en consideración las directrices de las instituciones?” , se cuestiona afligido sin una respuesta sencilla, más aún sabiendo que el Gobierno no tiene la capacidad de hacer una movilización masiva, de ofrecerles una “nueva vida y una nueva ciudad” . Solo se puede concienciar y mantenerse en alerta máxima, sobre todo en época de lluvias.

Una alarma que han implementado en La Esperanza, una zona cercana a la capital donde los muros de las casas están inclinados, hay filtraciones de agua, paredes agrietadas y el terreno está abierto en algunos sectores: “Es una zona de alto riesgo” , pero no hay donde reubicarlos.

Este hombre lleva más de 20 años en la institución estatal de socorro. Estuvo en El Cambray II, un área que había sido declarada de riesgo desde el 2001 pero en la que hubo problemas desde 1998, cuando pasó el huracán Mitch. También en el terremoto de Haití o en la muerte de 83 personas en el Estadio Nacional de Guatemala. Tragedias que lo han marcado de por vida.

Igual que la cicatriz que le ha dejado la historia de un hombre de la zona de Izabal que tuvo que abandonar a sus dos hijos mientras nadaba en un abismo: “Hubo un momento que las fuerzas ya no le dieron. Tenía que soltar a uno de sus hijos. Qué hace uno como padre? A quién suelta? Suelta al más pequeño o al más grande? Él soltó primero a uno y luego al otro. Si me pasa a mí, qué hago yo?” .

Son episodios que le han quemado la retina. También El Cambray II, donde murieron bebés, niños, adolescentes, adultos y ancianos.

“Es muy difícil extraer a pedazos a las personas. No es una situación que se pueda superar de la noche a la mañana. Ni en un año. Eso es algo que le queda a uno, no se puede olvidar ni aunque quieras”.

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