Nelson tiene ahora 13 años y vive con su familia a 24 km de la cabecera, en su natal aldea Las Tablas, que ya no es la misma de hace una década. A raíz del caso de este niño, la fundación Cofiño Stahl creó un centro de atención nutricional en el 2011, en el cual él y otros niños de la región fueron atendidos.
“Ha sido un trabajo de hormiga. Se ha capacitado poco a poco a las mamás. Al principio hubo desconfianza, pero hoy ellas participan en la elaboración de alimentos”, refiere Miriam Salazar, directora de la Fundación, que actualmente provee almuerzo de lunes a viernes a 361 niños de las aldeas Las Tablas, El Limar y El Durazno. “No hay desnutrición aguda en estos poblados”, asegura Salazar.
Secuelas
A su edad, Nelson debería medir al menos 1 metro 50 cm. Sin embargo, su estatura es de 1 metro 30 cm. Aunque no tiene desnutrición aguda, aún padece los efectos del cuadro que padeció en sus primeros tres años, la famosa ventana de los mil días.
La escasez de agua y el desempleo afectan a las familias de esa región.
“Por el momento nos cuesta conseguir comida. Comemos frijolitos, arroz o huevo. Yo soy ama de casa, mi esposo trabaja en el campo, ganando su jornal, pero es poquito”, cuenta Elsa, la madre de Nelson, al referirse a las dificultades crónicas, aunque reconoce la gran diferencia que marca para los niños el proyecto nutricional.
Sin embargo, el problema de desnutrición aguda y crónica persiste como un gran desafío para toda Guatemala.
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