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Familias de Panzós viven sin comida ni trabajo

A orillas del río Polochic, familias de Panzós no logran solucionar su necesidad de alimentos. Este es el municipio de la República con más muertes de niños por desnutrición aguda este año.

En la casa de Marta Jun viven 14 personas, algunas de las cuales han enfermado. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

En la casa de Marta Jun viven 14 personas, algunas de las cuales han enfermado. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

“Todavía no sé”, responde Ana Griselda Rach, de 31 años, cuando se le pregunta qué cenará junto con su familia.


Cuenta que a diario, a las 18 horas,  se reúne con su esposo, Eduardo Caal Cuc, y sus seis hijos y comen tortillas con sal o chile  y una taza de café.

Esta familia vive en la comunidad Lagarto, Panzós, Alta Verapaz, a orillas del río Polochic, municipio donde el 51 por ciento de la población es pobre y el 15 por ciento vive en extrema pobreza.

El 23 de mayo de este año, a su hija Angelina Caal Rach, de año y medio, le diagnosticaron desnutrición aguda moderada, y ahora es  tratada para que supere el problema.

Su situación se debe a la deficiente alimentación que recibe.

Ana Griselda contó —cuando Prensa Libre los visitó— que ese día su hija desayunó una porción de caldo de huevos y media tortilla, y al mediodía, fideos. “Está comiendo poco, pero mejorando”, expresó la mujer, en  queqchí, que  traduce un enfermero del lugar.

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Para esta familia,  alimentación es una palabra desconocida, pues lo único que buscan es saciar el hambre con lo que Dios los socorra.

Regularmente comen cinco tortillas con frijoles o chile o sal. Para beber deben elegir café o agua de masa. Algunas veces consumen bananos que recogen de su pequeño terreno. El caudaloso río  también les ha proporcionado algunos pescados.

Afortunadamente Angelina está mejorando, lo cual hace feliz a la familia. “Hasta ha subido de peso”, refiere Keny Jared Quim Sacul, enfermero profesional de Panzós.

Lo antes mencionado es lo único a lo que tiene acceso la familia, pues las tres cuerdas de las que es propietaria solo le  produce maíz y frijol para medio año, lo demás lo consigue  con los pagos que recibe Eduardo por trabajos que realiza en las fincas del lugar.

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El mayor temor de esta familia es pasar una emergencia, sobre todo en horas de la noche, ya que sería fatal.

Lo primero que tendrían que hacer es atravesar el río Polochic en un cayuco, y luego caminar unas tres horas para llegar al área urbana de Panzós y ahí buscar asistencia médica.

Si fuera de día sería más fácil que encuentren apoyo médico, pero si fuera de noche el asunto sería de vida o muerte.

Y no solo esos son los riesgos para esta y otros cientos de familias de la región, ya que en la época de lluvia  el caudaloso afluente se enfurece e inunda las viviendas en los alrededores, por lo que deben marcharse a los albergues de la cabecera municipal. “Eso nos pasa dos o tres veces al año, y al regresar hay que levantar una nueva casa”, comenta Rach.

Dura situación

En una habitación de unos seis por cuatro metros, hecha con láminas y madera, vive hacinada la familia Jun Cuz, integrada por 14 personas —a veces se juntan 20—.

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Por cualquiera de sus cuatro costados, debido a las aberturas, entran a luz, calor, frío, lluvia y cualquier tipo de bicho, tanto que el personal de Malaria les proporcionó mosquiteros para cubrir las cinco camas con que cuentan.

“Nos las dieron para evitar el chikungunya o el zika”, refiere unas de las mujeres.

Esta familia —integrada por dos o tres núcleos del mismo árbol genealógico—, así como comparte  espacio  también ha  aprendido a contribuir a la economía de la casa y a sobrevivir en la comunidad La Paz, Quebrada Seca, Panzós, Alta Verapaz.

Los adultos viajan a las fincas de Escuintla para ganar al menos Q1 mil 500 mensuales, con lo cual sostienen a quienes se quedan en casa.

Una de las integrantes de la familia es Deysi Elizabeth Jun Cuz, de año y medio de edad, quien presenta   desnutrición aguda moderada.  

La menor, según el personal del Centro de Salud, mide 70.2 cm y pesa 6.6 kg, cuandoo debería pesar 11 kg, según el auxiliar médico.  “El problema se le detectó en febrero”, señala.

Los gastos son sobrellevados por los   adultos de la casa, quienes suelen hacer cualquier trabajo que les ofrecen en las fincas del lugar.

Mientras los demás trabajan, Marina Marta Jun Cuz, de 24 años, madre de Deysi, se dedica a cuidarla a ella y a otros ochos niños que corretean descalzos por la habitación y los alrededores.

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Entre ellos se encuentran Ana Asuset, 8, y Derrik Alesandro Yat Jum, 6, hijos de Marina, quien afirma que fue abandonada por su esposo.

Al momento de la visita de Prensa Libre —miércoles pasado— la menor llevaba tres días de tener diarrea, por lo que se esperaba que mejorara.

“En este caso, como en los  otros, tiene mucho que ver la higiene, porque viven hacinados, lo cual se convierte en un campo propicio para la proliferación de bacterias”, indica el personal de Salud.

“En el caso de Deysi, no se logra ver un cuadro de desnutrición severa porque se le ha proporcionado un tratamiento ATLC, que contiene varios nutrientes, afirma uno de los paramédicos.


La alimentación de estas familias consiste en una porción de arroz y tortillas, y en otras ocasiones puede ser frijol, papas o zanahoria —lo que tengan a mano cada día—. “En la mayoría de los casos tiene mucho que ver la manera en que se alimentó la madre antes de procrear, porque incide en la lactancia, y este parece ser un caso de esos”, explican los salubristas.

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No se puede sentar

En el interior de la vivienda de Dorotea Cucul Popol y Pedro Luis Coc resalta el poyo donde cocina los alimentos que “Dios provee cada día”.

Regularmente son tortillas, frijoles, café y, según cuenta, algunos huevos que obtienen de   cinco gallinas que se pasean en dentro de la vivienda, construida con varillas y trozos de madera. La luz atraviesa fuertemente la construcción.

En esas condiciones vive Wilson Eliseo Coc Cucul, de un año, quien sufre desnutrición aguda severa, la cual se le detectó cuando lo llevaron al Centro de Salud porque presentaba un cuadro de diarrea severa, en junio pasado.

El 25 de ese mes pesaba 10 libras y al mes aumentó a 11.11. “Pese a la mejora aún no se puede sentar, por falta de energía”, señala el personal   de Salud.

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Para poder subsistir, esta familia cultiva un pequeño terreno donde Pedro planta maíz y frijol, lo que no es suficiente para alimentar a su esposa y tres hijos. Para comprar otros alimentos, muy de mañana  sale todos los días a trabajar en cualquier oficio que le ofrezcan. “Va de casa en casa”, comenta su esposa.

No siempre cuenta con suerte, pues no es raro que regrese a su hogar sin haber encontrado algún trabajo que le permita llevar  dinero para comprar algunos alimentos. Encuentra consuelo cuando su esposa tiene por lo menos tortillas y café calientes, con lo cual sacian su hambre junto a sus pequeños.

Uno de los grandes consuelos son los huevos que ponen las gallinas, que según cuenta Dorotea, no los venden, sino que los aprovechan para su alimentación.

Los dos menores se las ingenian para probar otros productos. El día de la visita de Prensa Libre andaban en unos terrenos, buscando nances, los cuales, aparte de consumir en el trayecto de regreso, esperan compartir con sus padres. Otro día su espíritu infantil los inspirará a buscar otro tipo de frutas y vivir otra aventura.

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Síndrome de Down

Uno de los casos más complicados de la comunidad  es el de Yeswa Estéfani Pec Caal, 4, quien padece de desnutrición aguda severa a  también tiene síndrome de Down.

A la niña le detectaron el problema de desnutrición hace uno meses, en el vecino municipio de La Tinta, donde fue hospitaliza, y recibió un tratamiento con un producto comercial que satisface las necesidades básicas diarias de proteínas, vitaminas y minerales, el cual puede utilizarse como única fuente de alimentación.

Su padre, Sergio Pec Che, 27, lamenta no poder hacer nada para mejorar la situación de la menor. “No puedo hacer nada. y en el hospital de La Tinta me dijeron que su mal no tiene cura”. expresa conmovido.

“No sé qué voy a hacer con mi niña”, siento mucha tristeza al verla así, expresa el padre, quien es agricultor y está a la espera de su cosecha de arroz y maíz para pasar mejores tiempos.

Largas distancias, interminables jornadas de lluvias y atravesar el caudaloso río Polochic son algunas de las adversidades con las que los habitantes del municipio de Panzós, Alta Verapaz, deben lidiar para poder sobrevivir, pero sobre todo derrotar a la pobreza.

Las tierras de este municipio son muy ricas en cuanto a su producción agrícola, pero la mayoría de la población vive en situación de pobreza, debido a que carecen de tierra, la cual se encuentra distribuida en grandes fincas a las que recurren como jornales los campesinos, para ganar algunos recursos económicos.

Esta condición de pobreza se evidencia en que durante el primer semestre de este año Panzós es el municipio que, según el Ministerio de Salud, más muertes por desnutrición aguda ha registrado (4), de un total de 11 que ocurrieron en el departamento de Alta Verapaz.

Hasta el momento, según los registros los Centro de Atención Permanente de dicho municipio, hay 25 casos de menores que padecen desnutrición aguda moderada, los cuales han sido detectados ya por las brigadas que visitan las comunidades o llegan al centro de atención. Los otros municipios que registraron muertes de menores con desnutrición aguda fueron Tucurú, con dos; y San Pedro Carchá, Chisec, Fray Bartolomé de las Casas, San Cristóbal Verapaz y Santa Catalina La Tinta, con un caso.

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