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Desafíos que debe enfrentar el adulto mayor en Guatemala

La atención a personas de tercera edad en todos los ámbitos es insuficiente, pues enfrentan escasez de empleo, falta de apoyo gubernamental, discriminación y problemas de salud.

Beneficiarios de los centros de Atención del Adulto Mayor diurnos, del
programa Mis Años Dorados, reciben talleres ocupacionales. (Foto Prensa Libre, Sosep)

Beneficiarios de los centros de Atención del Adulto Mayor diurnos, del programa Mis Años Dorados, reciben talleres ocupacionales. (Foto Prensa Libre, Sosep)

La población mayor de 60 años en Guatemala, según el censo del 2018, es de 1.3 millones, o sea el 7.6% del total de habitantes. Para el 2031 se calcula que los adultos mayores serán 1.8 millones; es decir, casi un 10%, gracias a las mejoras en esperanza de vida y a la reducción de la natalidad. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1950 la esperanza de vida al nacer en Guatemala era de 41.6 años; la actual es de 73.2. Para el 2030 se tiene proyectado que sea de 75.1 y para el 2050, de 78.6: una población “envejecida que requiere de seguridad social, salud y sistema de cuidados”.

Vivir más tiempo es el logro de avances multifactoriales y, por lo tanto, la sociedad y el Estado deben preocuparse en cómo las acciones presentes repercutirán en el futuro de la tercera edad, un grupo que tarde o temprano se enfrenta a enfermedades degenerativas, dependencia económica, escasez de fuentes de trabajo, discriminación y marginación.

“Si estos años adicionales están dominados por la mala salud, el aislamiento social o la dependencia de cuidados, las implicaciones para las personas mayores y para la sociedad son negativas”, señala la OMS en el informe Década de Envejecimiento Saludable 2020-2030.

Guatemala no es el único país en esta situación. Proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que el número de personas de 60 años o más aumentará en un 34%, de mil millones en el 2019 a mil 400 millones en el 2030. Para el 2050 la población mundial de adultos mayores será más del doble y alcanzará los 2 mil cien millones. En el 2020, por primera vez, las personas de 60 años o más superaron en número a niños menores de 5 años.

Actualmente, muchos adultos mayores no pueden acceder a recursos básicos para llevar una vida digna. Según la Política Nacional de Atención Integral a las Personas Adultas Mayores en Guatemala, 2018-2032, del Comité Nacional de Protección a la Vejez (Conaprov), de la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente (Sosep), el 54.92% de las personas adultas mayores de 65 años que viven en el área urbana viven en pobreza, y en el área rural es el 45%.

“Las personas adultas mayores en Guatemala, en su mayoría, son una población en condiciones de vulnerabilidad, la cual se acentúa en los casos de personas en situación de pobreza, así como situación de calle, que han sido abandonadas o que no tienen ningún acceso a servicios básicos”, señala el informe.

Luis Linares, investigador y coordinador del proyecto Promoviendo el trabajo decente para todos, de Asíes, estima que dos tercios de los adultos mayores del país están en pobreza.

El principal reto del adulto mayor en Guatemala es luchar contra la discriminación social y cultural, pues, debido a que su tiempo productivo finalizó, muy pocas veces se le toma en cuenta para plazas laborales, además de que es rechazado o aislado en familia, expone Jorge González, subdirector del Programa Nacional del Adulto Mayor Mis Años Dorados, creado por la Sosep.

El edadismo —estereotipos, prejuicios y discriminación hacia las personas en función de su edad— perjudica la salud y bienestar, además de que contribuye a la pobreza e inseguridad económica. Según la OMS, una de cada dos personas es edadista, o sea que tiene prejuicios hacia los adultos mayores.

Ocupación e ingresos

Según el estudio Mujeres trabajadoras en Guatemala, de Julio Prado, Asíes (2021), elaborado con base en la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (Enei) 2019, citado por Linares, la población ocupada mayor de 65 años era de 340 mil 972, por lo que puede estimarse, respecto del total de la población mayor de 60 años —1.3 millones de personas—, que un tercio de ellas, unas 400 mil, son parte de la población ocupada.

“Esto significa que un buen número de adultos mayores debe continuar trabajando, debido a que carecen de una pensión, del apoyo económico de los hijos o familiares, de ahorros e inversiones que les permitan retirarse”, afirma Linares.

Prado sostiene que el promedio de ingresos de los ocupados de más de 65 años era de Q1 mil 562, en tanto que el ingreso promedio de todos los ocupados era de Q2 mil 325. El 60% de los ocupados mayores de 65 años —196 mil 47—, según datos de la Enei 2019, laboraba en la agricultura; el 18%, en el comercio, y el 11%, en la manufactura.

Jorge Contreras Ávila, de 72 años, vende helados para ganar el sustento. Camina a diario unos 8 kilómetros a pesar de que necesita bastón. (Foto Prensa Libre, Antonio Jiménez)

El Boletín de Afiliación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) del 2019 reporta que en ese año 103 mil 303 adultos mayores recibían una pensión del Estado y 176 mil 385 del programa de Invalidez, Vejez y Sobrevivencia: es decir, 279 mil 688 en total.

El Programa de Aporte Económico del Adulto Mayor, creado por decreto 85-2005, a cargo del Ministerio de Trabajo y que establece un aporte de Q400 mensuales al adulto mayor para que atienda sus necesidades básicas, cubre en el 2021 a 108 mil 393 mayores de 65 años de escasos recursos, lo cual sería revisado cada dos años, pero no se ha hecho, indica Linares.

“Si a los 279 mil 688 que reciben una pensión pública o social agregamos los 108 mil ‘beneficiarios’ del exiguo monto del Programa de Aporte Económico del Adulto Mayor y, de manera optimista, un 15% de esa población dispone de medios suficientes para su subsistencia —200 mil—, hay unos 600 mil individuos cubiertos de alguna forma. ¿Pero qué pasa con el resto?”, cuestiona Linares.

“En general, salvo para un reducido número de privilegiados, es una edad plagada de incertidumbre y de privaciones”, agrega.
Además, más del 50% de la población que recibe pensiones por Invalidez, Vejez y Sobrevivencia del IGSS reside en el departamento de Guatemala, lo que evidencia que en la provincia la carencia de pensión se eleva.

Oportunidades

González propone mejorar los procesos de reclutamiento laboral para valorar la experiencia y evitar que el adulto mayor sea discriminado por exceder la edad productiva. Por lo general, son contratados para mantenimiento, limpieza, jardinería y trabajo de campo.

Andrés Jesús Soto, gerente de país de ManpowerGroup Guatemala, indica: “Frecuentemente, en el mundo laboral vemos sesgos al interactuar con ciertos grupos, situación que crea barreras en la relación con las personas, no porque esta población —adultos mayores— no tenga las habilidades, especializaciones o experiencia necesarias para los puestos de trabajo, sino por la persistencia de los prejuicios, estereotipos y discriminación, que se identifican cómo edadismo”. expresa.

“Ayudar a las personas a mantener y desarrollar sus habilidades durante toda su carrera y vida será el reto que defina el éxito de las empresas y las personas, indistintamente de su edad”, puntualiza Soto.

Empleo informal

Las estadísticas del INE del 2017 indican que el 84.5% de las personas adultas mayores que trabajan se encuentran en el sector informal. Además, el grupo de la población trabajadora que recibe pensiones no es significativo, lo cual implica que muchas personas de más de 60 años necesiten mantenerse activas para poder sobrevivir, según Soto.

“Una mayoría se planteará preguntas como esta: ¿Si no tengo ahorros, hijos con posición económica desahogada, un seguro médico de gran cobertura o no soy jubilado por el IGSS y necesito atención médica prolongada, dónde la encontraré?”, expone Linares.

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Salud vulnerable

Existen algunos programas de salud para el adulto mayor, a cargo de entidades públicas como la Secretaría de Bienestar Social, el IGSS y algunas municipalidades, pero son insuficientes y con escasa cobertura, señala Linares.

Datos del Ministerio de Salud del 2016 arrojan que las principales causas de morbilidad de la población de la tercera edad era la hipertensión, infección de vías urinarias, gastritis y resfriado, lo cual denota falta de acceso a la salud, pues son enfermedades que pueden evitarse y controlarse con debida atención médico-geriátrica y gerontológica, y con los medicamentos adecuados, indicados o administrados en forma oportuna. “Todo ello denota una falta de acceso de las personas adultas mayores a medicina preventiva y curativa; principalmente por la escasez de recurso humano especializado en la materia”, dice.

También se debe tomar en cuenta el deterioro cognitivo, atribuido al proceso fisiológico del envejecimiento, como Alzheimer, demencia o pérdida de memoria, advierte González, quien expone que entre las causas de enfermedades en la tercera edad está la alimentación inadecuada debida a los bajos ingresos.

González considera que para tratar esas afecciones y prevenirlas se debería contar con servicios de salud pública de calidad.

La médica Ana Leticia Pons Gudiel, coordinadora del Programa del Adulto Mayor del Ministerio de Salud, indica que los trastornos neurocognitivos en esa etapa reducen el rendimiento general del paciente y crean exigentes necesidades de dependencia y cuidado cercano. Los trastornos afectivos pueden acentuarse por falta de apoyo familiar y disminución marcada de interacciones sociales que pueden dar lugar a un aislamiento significativo con conducta suicida resultante, agrega Pons.

Las causas más comunes de muertes entre adultos mayores en Guatemala son las enfermedades crónicas como diabetes mellitus, infarto del miocardio y neumonía. Esta última es la mayor causante de mortalidad general.

Para tratar y prevenir esos padecimientos es necesario promover un envejecimiento activo y saludable, fomentar la actividad física por lo menos 30 minutos al día, tres veces a la semana; adoptar buenos hábitos alimenticios, prevenir el sobrepeso y la obesidad, así como las caídas, indica Pons.

El INE reporta que en el 2019 se atendieron 177 mil 652 consultas médicas de personas mayores de 60 años en el sector de salud privada, principalmente por enfermedad renal crónica, diabetes mellitus, glaucoma e hipertensión esencial.

Hogares

Los adultos mayores de escasos recursos solo son acogidos por hogares gratuitos o que piden un mínimo aporte y que son sostenidos por órdenes religiosas o fundaciones. “Esa oferta es obviamente limitada y muchos de estos hogares enfrentan severas limitaciones”, indica Linares.

González afirma que existen 68 hogares para adultos mayores, 26 de ellos privados, y 41 que funcionan por donaciones, y solo hay dos Centros de Atención Permanentes, a cargo de la Sosep, que atienden a 60 personas.

La Sosep tiene a su cargo el Programa Nacional del Adulto Mayor Mis Años Dorados, creado en el 2012, para brindar atención diurna e integral y así mejorar la calidad de vida de esas personas que viven en pobreza extrema.

Beneficiarios de los centros de Atención del Adulto Mayor diurnos, del programa Mis Años Dorados, reciben talleres ocupacionales. (Foto Prensa Libre, Sosep)

En la actualidad funcionan 80 centros de Atención del Adulto Mayor diurnos, en 19 departamentos y 78 municipios, en los que se brinda a 3 mil 830 personas nutrición, terapia física y ocupacional, atención primaria en salud y apoyo psicológico.

Verificación de la PDH

Teresa Magnolia Maldonado, defensora del adulto mayor de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), refiere que existen tres hogares públicos para esas personas en la capital; Antigua Guatemala, Sacatepéquez; y en el km 34 de la ruta Interamericana. Agregó que en el 2020 se monitoreó a 87 establecimientos privados.

El Departamento de Regulación, Acreditación y Control de Establecimientos de Salud (Draces), del Ministerio de Salud, que se encarga de regular el funcionamiento de centros que atienden a este sector poblacional, tenía registrados a 62 de ellos. Esta desactualización, asevera Maldonado, “no permite llevar controles exactos sobre cuántos están funcionando, cuántos han dejado de hacerlo, si siguen operando o si se trasladaron de dirección”. Otro problema, dice Maldonado, es la falta de personal, pues en el Draces solo hay 10 personas para supervisar 28 clases de establecimientos.

Maldonado indica que al verificar hogares en el 2020, 58 de 87 atendieron la llamada y afirmaron que albergaban a mil 390 adultos mayores, de los cuales 768 eran mujeres.

Las denuncias recibidas en la PDH contra estos hogares están relacionadas con maltrato físico, psicológico, negligencia e ingresos contra su voluntad. Según normativa del Draces, estos establecimientos deben tener por escrito el consentimiento de la persona que se recluye. “La mayoría de casos son difíciles de comprobar porque la persona no se atreve a hablar”, expone Maldonado.

Según el Sistema de Gestión de Denuncias de la PDH, en el 2019 se recibieron 216 sobre maltrato a personas mayores, en general, y en el 2020 fueron 206.

“Es un grupo poblacional que está invisibilizado. Ahí están, pero no se les quiere ver, situación que repercute en que sean marginados, excluidos y, consecuentemente, discriminados. Nunca se ha emitido una política pública que les permita realmente seguir participando en el desarrollo del país… La pandemia del covid-19 desnudó la dura realidad en que se encuentran las personas adultas mayores”, destaca Maldonado.

Los adultos mayores necesitan ocupar un espacio significativo que les dé satisfacción y en el cual puedan sentirse productivos sin ser discriminados, y la sociedad está obligada a facilitarles esos espacios.

La Política Nacional de Atención Integral a las Personas Adultas Mayores en Guatemala, 2018-2032 expresa el compromiso del Estado de Guatemala para un período de 14 años (2018-2032), con una población que, por sus condiciones y características, merece especial atención en los siguientes ejes estratégicos: salud integral, empleo, formación y capacitación, protección social, promoción de la justicia y recreación y socialización.

Las personas mayores son consideradas en muchas sociedades fuente de sabiduría, autoridad, valores y tradiciones, pero esto no se refleja siempre en las políticas públicas.

“Las actitudes del adulto mayor son valiosas y trascendentales, pues contribuye al desarrollo de las nuevas generaciones y a la consolidación de principios y valores”, expone la psicóloga y terapeuta familiar María del Rosario Lemus.

Leyes que garantizan los derechos de adultos mayores

Existen varias leyes en el país, o esperan su aprobación, para proteger a las personas de la tercera edad de la discriminación y maltrato, y para hacer valer su derecho a la calidad de vida en todos los ámbitos.

La principal es la Ley de Protección para las Personas de la Tercera Edad, decreto 80-96, que ordena “tutelar los intereses de las personas de la tercera edad”, para que el Estado garantice y promueva el derecho de estas a “educación, alimentación, vivienda, vestuario, asistencia médica geriátrica y gerontología integral; recreación y esparcimiento, y los servicios sociales necesarios para una existencia útil y digna”.

Si estas personas son víctimas de maltrato, ofensas, humillaciones o lesiones tendrán derecho a solicitar protección ante juez competente contra el o los responsables, establece esa norma en su artículo 11. En el artículo 22 se indica que “toda persona en la tercera edad tiene el derecho a tener un ingreso económico seguro, mediante el acceso sin discriminación al trabajo, siempre y cuando la persona se encuentre en buen estado de salud, así como pensiones decorosas a su retiro”.

El Comité Nacional de Protección a la Vejez (Conaprov), de la Sosep, se creó a partir de esa ley.

Mediante el acuerdo 581-11 del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social se estableció el Programa de Atención a las Personas Mayores, cuyo objetivo es proporcionar lineamientos y normativas a los servicios de salud para mejorar la calidad de vida de esas personas.

La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, aprobada por la Organización de Estados Americanos en el 2015, fue creada para promover, proteger y asegurar todos los derechos humanos y libertades del adulto mayor. En Guatemala, la iniciativa de ley 53-78, correspondiente a esta convención, pasó la primera y segunda lecturas en el Congreso de la República, en el 2018, y queda pendiente la tercera lectura.

En el 2017 se presentó la iniciativa de ley 5361 al pleno del Congreso de la República, para la creación del Instituto de las Personas Mayores.

Testimonio

“Me siento feliz a los 70 años”

Herminia Diéguez entrega láminas que les fueron donadas, a través de sus gestiones, a vecinos. (Foto Prensa Libre, cortesía de Herminia Diéguez)

Herminia Diéguez se ha preocupado por ayudar al prójimo y se siente una mujer realizada por ese motivo.

Tiene 70 años y es madre soltera de tres hijos. Desde el terremoto de 1976 vive en la colonia Sakerty II, zona 7 capitalina, donde ayuda de diferentes formas a adultos mayores, no solo de su comunidad, sino de colonias aledañas. Conoce muchas historias de abandono de familiares de estas personas, a quienes tiende la mano. Si no tienen donde vivir les consigue una habitación con agua y luz.

Si necesitan alimentos, hace gestiones para proveérselos. Si requieren asistencia médica, los atiende, pues trabajó como auxiliar de enfermería durante 25 años, o los lleva a la clínica, si la situación de salud es más complicada. Si no tienen recursos para los medicamentos les ayuda a adquirirlos. Si alguien fallece, recauda fondos para un funeral digno.

También ha organizado grupos de adultos mayores a fin de efectuar actividades recreativas y lúdicas.
Además ha protegido un espacio natural de la colonia que lleva por un sendero al barranco, y ha evitado que sea invadido y se convierta en asentamiento, ya que pronto, asevera, se convertirá en un parque ecológico. Además, brinda consejos a los más jóvenes para que sean gente de bien.

“Me siento feliz a mis 70 años, al ayudar a todo aquel que pueda servir. Solo me pone triste cuando pienso cuántos años me quedan por vivir”, dice Diéguez, quien es una luz para cualquier persona en necesidad.

Superación sin límites

Después de los 60 años los sueños no mueren, sino que se convierten en una obsesión, pues lo que en la juventud no pudo concretarse por diferentes motivos, a esa edad puede realizarse con más tiempo y dedicación, especialmente si se continúa o retoma cualquier tipo de formación informal o formal. Tres padres de familia nos comparten sus historias ejemplares.

“No hay que dejar de persistir”

Por azares del destino, Érick Rolando Rivera, que cumplió 60 años el 1 de enero último, llegó a los 22 años a Estados Unidos, donde trabajó en restaurantes y estudió Diseño de Interiores. Al regresar a Guatemala se convirtió en comerciante, sueño que hizo realidad a los 30 años.

Sin embargo, siempre le llamaron la atención las actividades relacionadas con la gastronomía, por lo que en el 2015 se inscribió en un curso de panadería, de un año, en el Intecap de la zona 18. El grupo de alumnos estaba formado por jóvenes, y aunque él era el único adulto mayor, asevera que siempre fue tratado con respeto e integrado al grupo.

“Trabajamos muy bien, pese a la diferencia de edades. Mis compañeros me contagiaron su juventud. Fue una experiencia muy bonita. Me gusta la cocina y uno de mis sueños es tener mi cafetería y vender mis panes”, dice Rivera, quien recuerda con emoción cuando, en la Feria Alimentaria que se llevó a cabo en el 2016, ganó el tercer lugar de la categoría pan original. “Era un pan cilíndrico relleno de jamón. Les gustó el sabor a los jueces”, afirma.

Por ahora solo prepara panes para disfrutar en familia y prefiere los franceses. Su reto es lograr “que sean doraditos y crujientes”. Su conocimiento no quedó ahí, pues después de concluir su formación en el Intecap impartió cursos de panadería a niños y adultos en la iglesia a la que asiste.

Su afán de aprender algo nuevo continúa, pues este año comenzó a asistir a un seminario episcopal para estudiar un profesorado en Teología, otra aspiración que no pudo cumplir de joven, debido a que después de graduarse de bachiller anhelaba ser sacerdote, pero en ese entonces no fue aceptado, y al poco tiempo se casó. Espera graduarse luego de cuatro años para poder ayudar a los demás.

“Estoy retomando lo que quería hacer en mi vida. En una ocasión escuché un discurso de quien fuera el primer ministro del Reino Unido Winston Churchill, que dijo: ‘Nunca se rindan, nunca cedan, nunca, nunca, nunca…’. Por eso, independientemente de lo que estemos pasando, debemos mantener nuestros sueños vivos y no abandonarlos. Sin importar la edad, no debemos desistir, y persistir para alcanzarlos”, comenta Rivera.

“La ilusión sigue viva”

“La perseverancia es la base de todas las acciones”, decía el filósofo chino Lao Tzu, y César Ajanel, de 65 años, sin duda destaca por esta virtud, pues a pesar de las vicisitudes de la vida no se ha dado por vencido y continúa sus estudios universitarios. Se graduó en el Instituto Técnico Vocacional Dr. Imrich Fischmann y trabajó como bodeguero. A los 35 años, unos amigos lo animaron a inscribirse en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Usac.

Estaba contento de haberlo hecho; sin embargo, como los turnos en su trabajo eran rotativos, incluso de madrugada, su asistencia no era constante, pues no le autorizaron un horario fijo. Sus estudios fueron intermitentes, por compromisos familiares, laborales o problemas de distancia, pues vivía en Ciudad Quetzal, a donde llegaba a medianoche en bus, de regreso de la universidad. Pasaron los años, y retomó formalmente su educación a los 50 años. Actualmente tiene 51 cursos aprobados, de los 56 que forman el pénsum.

Por la pandemia, este año no se inscribió, pero espera hacerlo en julio. Sin embargo, se sigue actualizando en casa. “La vida no se termina a los 60 años y no tiene nada que ver con las ganas de estudiar. Los mayores debemos continuar hasta donde podamos, y seguir adelante. El cansancio pesa un poco, pero la ilusión está viva”, indica Ajanel, quien tiene dos hijos y tres nietos. Trabaja en la Procuraduría de Derechos Humanos y lo continuará haciendo “media vez sea útil” y le den las fuerzas, dice.

“Bendito Dios logré mi sueño”

“Yo llegaba a Momostenango a la castellanización —educación primaria bilingüe—. Saqué mi primero y segundo grados, pero en tercero ya no seguí, por necesidad”, recuerda Juan Lux López, de 65 años, originario de la aldea Xesaná, Santa María Chiquimula, Totonicapán.

Sus padres eran comerciantes y tuvo que dejar de estudiar para ayudarlos. Viajó por muchos años a la costa para vender sus productos, por lo que su educación se vio relegada. Hace tres años, unos miembros de la iglesia a la que asiste le animaron a inscribirse en los cursos de educación a distancia del Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica. Logró concluir la primaria este año y con gran emoción cuenta que la semana pasada recibió su diploma de sexto grado.

“Trabajaba en la mañana, y en las tardes me ponía a hacer mis tareas. Había que dedicarle tiempo y esfuerzo a los estudios. Bendito Dios logré mi sueño”, comenta Lux, quien asevera que terminar la primaria le ayudó a mejorar su lectura y a ampliar sus conocimientos para su trabajo.

“Yo tengo la visión, primero Dios, de inscribirme para estudiar primero básico. El aprendizaje no es cosa que no se logre, hay que seguir estudiando. Si en el pasado no pudimos, hay que seguir adelante y no quedarse atrás”, dice Lux, quien tiene seis hijos y 10 nietos. “Mi nieto se graduó el año pasado de Mecánica Automotriz. Yo animo a mis nietos a que luchen por lo que quieren”. puntualiza.

 

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.