Sentada sobre una improvisada cama de madera y sin colchón, jugando con sus pies descalzos está Sara Filomena, de casi 2 años. Su cabello delata las secuelas del kwashiorkor, una de las dos formas graves de la desnutrición que afecta a gran parte de los niños de comunidades rurales de ese municipio.
La pequeña Sara hace 20 días salió del Centro de Atención Integral Materno Infantil de San Cristóbal Verapaz, donde fue internada para estabilizarla, pues su salud se deterioró a causa de la falta de alimento.
Sara vive junto a su madre, Serapia Juc Quim, de 33 años, quien tiene 5 meses de embarazo, en una casa de caña y piso de tierra, donde solo tienen una cama y un baño que también funciona como pila.
Ellos viven en la comunidad Posa Azul, de dónde son tres de los cinco casos identificados de Kwashiorkor.
Sara Filomena se convirtió en el primer caso de Kwashiorkor identificado el 31 de enero de 2023 y trasladada al centro asistencial, dónde estuvo internada hasta el 22 de febrero pasado.
La madre de Sara también tiene de hijos a Nicson Antonio, 7; Rudy Alexander, 8; y Sergio Aníbal, 14; quienes pese a la edad no tienen la estatura que deberían.
Además, señala que un quinto hijo falleció de 5 años, tras padecer vómitos repentinos.
Uno de los grandes retos en Panzós es que la mayoría de la población solo habla Q’eqchi’ y es necesario contar con traductor para poder apoyar.
En su idioma materno, Serapia Juc Quim dijo que durante el tiempo de la enfermedad de su niña la llevó a varios lugres, entre ellos curanderos, pero no lograba recuperarla, por lo que decidió llevarla al hospital público de San Cristóbal Verapaz.
Además, dijo que en el hospital recibió atención inmediata, por lo que a los tres días vio la mejoría de su pequeña, a quien ahora alimenta con suplementos nutricionales que le dieron en el centro hospitalario y cuando tiene la posibilidad come carne de pollo y verduras.
Respecto al bebé que está próximo a nacer, Serapia dijo que con la experiencia que tuvo con la enfermedad de su niña, ahora pondrá en práctica las recomendaciones hechas por el personal de Salud, aunque la principal limitante para cumplirlas a cabalidad es la falta de dinero, pues en la comunidad escasean las fuentes de trabajo y cunado tienen suerte solo ganan entre Q30 y Q50 por jornal.
Recuerda que cuando nadie tiene trabajo se quedan sin comer durante varios días.
Otro caso
Vicente murió el 1 de febrero pasado por complicaciones a causas de la desnutrición crónica. Tenía 8 meses y era el séptimo hijo de una mujer de 30 años.
Él vivía en el caserío Rancho La Esperanza, a una hora de la cabecera de Panzós, y para llegar a la organización Cristiana de Beneficio Social Esperanza de Vida, donde fue hospitalizado, en río Hondo, Zacapa, debieron cruzar en ferri el Río Polochic y luego conducir por nueve horas; sin embargo, el pequeño falleció.
El caso de Vicente aún no ha ingresado al sistema del Ministerio de Salud, pero la Comisión Municipal de Seguridad Alimentaria ya lo contabilizan, al igual que a otro niño de mes y medio de nacido que murió en Telemán por la misma causa.
El único caso registrado ahora es el de una niña de un año 5 meses por Kwashiorkor.
El alcalde de Panzós, Ernesto Ramírez, asegura que la desnutrición irá en aumento ante la sequía que afecta la región.
“Es importante tomar cartas en el asunto y debemos velar por la niñez, a quienes debemos darle seguridad alimentaria”, dijo el jefe edil.
Panzón está en alerta naranja ante los casos de desnutrición, por lo que el jefe edil dijo que es fundamental hacer monitoreos en las comunidades donde hay inseguridad alimentaria, donde podría haber por lo menos dos mil hogares.
Personal de la Secretaría de Seguridad Alimentaria (Sesan) recorre las comunidades para hacer un barrido e identificar más casos como el de Sara y evitar que la situación de los menores se agrave.