En el CAP han detectado este año 10 de los 18 casos de desnutrición aguda de todo el municipio, y Valencia es mencionada como una de las comunidades con más casos registrados de todo el departamento, que aún sufre las secuelas de la irregularidad en las lluvias. Sus habitantes esperan que el próximo invierno llegue puntual, en mayo, pero la situación es precaria para muchas familias porque aún no es tiempo de siembra, su reserva de alimentos prácticamente se ha agotado y no hay empleo.
Inseguridad alimentaria
Guatemala afrontó entre el 2015 y el 2016 una de las peores sequías registradas en los últimos 25 años, cuyas secuelas persisten entre la población del área más árida del oriente: el Corredor Seco.
La escasez de alimentos se agudizó en el 2017, pese a que fue cuando llovió más. La desnutrición crónica y aguda golpea a toda la población, pero sobre todo a los niños, quienes se ven afectados seriamente en su crecimiento.
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Las familias la ven muy difícil para hacerse de recursos económicos, lo cual, aunado al poco apoyo del Estado y la falta de proyectos de desarrollo rural, mata las esperanzas.
Otra de las secuelas de la sequía, pero más silenciosa, es la migración al extranjero, lo que no solo causa desintegración entre las familias, sino que las expone a perder el poco patrimonio que les queda y las coloca en una situación más vulnerable.
Ayudan con lo que pueden
Para el Hospital Infantil Padre Pedro, que funciona en El Progreso, Jutiapa, este ha sido un año devastador.
La institución atiende a entre 10 y 12 niños con algún tipo de desnutrición cada semana, lo que demuestra que la crisis alimentaria en el Corredor Seco se agudiza.
Ese hospital, que funciona desde 1984, ayuda en la recuperación de niños desnutridos, y según las encargadas, en los últimos meses se ha observado un incremento de casos.
En las últimas dos semanas, ese centro asistencial ha brindado atención ambulatoria a 33 infantes. Además, 10 menores están internados para su recuperación y ha llegado a atender hasta a 25 niños simultáneamente.
De acuerdo con el control interno del hospital, la mayoría de pacientes llegan de la cabecera departamental, sobre todo de Valencia.
Los datos manejados por las encargadas del mencionado centro de obras sociales no están sobredimensionados, ya que los reportes del Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Siinsan) lo confirman: en Jutiapa se registra un aumento de casos de desnutrición aguda entre niños menores de 5 años, en comparación con los últimos tres años.
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Los datos del Siinsan precisan que, para la novena semana del 2018, en Jutiapa se registraron 43 casos de desnutrición aguda, mientras que en el mismo periodo del 2017 se reportaron 24; es decir que ahora se tiene un 79 por ciento más.
En la cabecera de Jutiapa es donde más casos de desnutrición se registran de los 17 municipios del departamento.
Este año, un 42 por ciento de los casos registrados proceden de Valencia, y en el 2017 se dio un 50 por ciento.
En ese departamento, la población en edad escolar es de las más afectadas por la sequía, pues cuatro de cada 10 infantes son afectados por desnutrición crónica, según lo indica la última encuesta de Talla en Escolares.
Penurias en Valencia
Wilber Ordóñez, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode), confirma que las sequías del 2015 y del 2016 “fueron devastadoras” e impactaron en la vida de las 350 familias de Valencia.
Antes del 2015, en una parcela lograban cosechar hasta 60 quintales de maíz o de frijol, pero la falta de lluvia en la región los afectó a tal grado que la producción llegó a ser de solo seis quintales en el 2016.
Los daños no fueron focalizados, sino, por el contrario, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga) reportó, en promedio, luego de la canícula prolongada del 2016, una pérdida del 70 por ciento de las cosechas en todo el Corredor Seco.
Si bien el hambre no era totalmente desconocida en Valencia, a partir de ese año llegó para quedarse, y muchos niños fueron diagnosticados con algún grado de desnutrición.
Ordóñez aseguró que, aunque la situación fue extremadamente crítica, a Valencia no llegó ningún tipo de ayuda, ni del Maga ni de ninguna otra dependencia del Gobierno.
Algunos vehículos con provisiones llegan a la aldea gracias a la gestión del Cocode, que con aportes de la comunidad logra pagar el combustible, comida y trabajo de un operador, además de la maquinaria que hace transitable por unos días el camino.
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Federico Carrera, del Programa Mundial de Alimentos y encargado del programa de Compras para El Progreso, indicó que las consecuencias de la sequía prolongada en los últimos años aún asedian a los agricultores.
Aseguró que se hacen esfuerzos para que los comunitarios reciban semillas e insumos antes de mayo, cuando se efectúa la primera siembra.
Según Carrera, la época seca comienza en diciembre y uno de los principales problemas que afrontan los comunitarios es que las fuentes de agua empiezan a desaparecer. El río cercano ya está seco.
Lenta reacción
Para el 2018, el Plan Operativo Anual de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Poasan) tiene vigente un presupuesto de Q4 mil 722.9 millones, de los cuales ha ejecutado únicamente Q405.8 millones hasta el 28 de febrero; es decir que las autoridades encargadas de la seguridad alimentaria y nutricional solo han ejecutado el 8.59 por ciento de la asignación.
Destaca que el Ministerio de Salud Pública solo ha ejecutado un 3.61 por ciento de su presupuesto vigente, y el Maga, 1.42 por ciento. En peor posición se encuentran el Ministerio de Desarrollo Social, que ha gastado un 0.12 por ciento, y el de Comunicaciones, que hasta ahora no.