Posteriormente explicó que no puede dejar de vender uno o dos días porque no tiene otra forma de hacerse de ingresos, y con su esposo, que también es vendedor informal, tiene cuatro hijos a quienes deben alimentar.
La realidad de esta vendedora de frutas es la misma que millones de trabajadores guatemaltecos que, ante la imposibilidad de conseguir un empleo formal han tenido que ganarse la vida por su propia cuenta.
Con siete de cada 10 personas de la población económicamente activa que trabajan en la economía informal, Guatemala es de los países con las más altas tasas de Latinoamérica en este aspecto, según la Organización Internacional del Trabajo. Aproximadamente 4.8 millones de trabajadores, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos 2018.
González, quien es originaria de Quiché y que vive en la zona 3 capitalina, explicó que sus ventas han bajado más de la mitad “porque la gente no está viniendo a trabajar”, lo que la hace sentirse más preocupada porque la situación de emergencia podría mantenerse más días.
Como una medida para contener los contagios de covid-19, el presidente Alejandro Giammattei decretó el lunes pasado —con algunas excepciones— la prohibición de asistir al trabajo tanto en el sector público como privado. La disposición precisa en que los trabajadores no dejarán de percibir su salario.
Pero esto es un lujo que no pueden darse los trabajadores de la economía informal quienes se ven obligados a salir a trabajar, no con el afán de desobedecer las disposiciones oficiales, sino porque, como afirman muchos de ellos: “Si no trabajo, no como”.
Tenemos que pagar cuentas
“Nosotros comemos de lo que hacemos a diario. No tenemos un sueldo no podemos decir ‘a fin de mes nos van a pagar’, y el presidente no ha dicho ‘les vamos a mandar comida a sus casas’, entonces tenemos que seguir luchando”, aseveró Mayra Coronado, que cada mañana vende jugos de naranja en un sector de la 4ª avenida de la zona 1.
“Tenemos que pagar luz, agua y todos los servicios, y no nos han dicho que nos van a ayudar si nos quedamos en la casa”, señaló Coronado, para quien, a la escasez de clientes se suma el problema de que no hay transporte público y debe gastar más de la cuenta para llegar cada día desde la colonia Lo de Fuentes, zona 11 de Mixco, donde vive.
Érick Coyoy, analista económico
Tomás García tiene 36 años de vender distintos artículos en la zona 1, desde manías, fruta, golosinas y periódicos. Asegura que tenía años de no ver algo así.
Ubicado en la 14 calle y 9ª avenida, comenta que la emergencia del covid-19 le ha afectado mucho porque sus clientes, principalmente del Registro de la Propiedad y del Bufete Popular, así como de distintas oficinas que se ubican en los alrededores, no han ido a trabajar.
García afirma que “la necesidad” lo obliga a salir de su casa, y añade que “aunque las ventas han bajado de Q300 a Q75 al día, tengo que hacerlo para poder vivir”.
No pueden regresar
Muchos de estos trabajadores vienen de la provincia, y aunque casi todos dicen que les gustaría regresar a sus lugres de origen están conscientes de que no pueden hacerlo debido a que los buses tienen prohibido circular, otra de las medidas adoptadas por el Gobierno para tratar de evitar la expansión del covid-19.
José Morales trata de ganarse la vida a diario vendiendo cualquier artículo que sea comercializable. Este jueves ofrecía juguetes para niños en un sector de El Guarda, zona 11. Sin embargo, a eso de las 10 de la mañana no había logrado que alguien le comprara un solo artículo.
Morales indicó que, independientemente de que producto ofrezca, sus principales clientes son los cientos de pasajeros que bajan a diario de los buses en esa parte de la ciudad; sin embargo, ese lugar parecía desolado y casi nadie caminaba por ahí. Pasó de vender Q100 a Q25 diarios.
Este comerciante que también es originario de Quiché asegura que una opción que tiene es regresarse a su natal Chichicastenango, algo que no puede hacer de momento porque no hay servicio de transporte extraurbano.
“Nosotros solo nos queda encomendarnos a la mano de Dios. Aunque el gobierno no nos ayude, ahorita es más importante que ayude a los enfermos”, asevera Morales, a sabiendas de que todo volverá a la normalidad si se termina la crisis sanitaria.
En la esquina
Esperando que la luz del semáforo dé rojo, sobre la 7ª avenida y Calle Martí están dos jóvenes de 18 años, Kelvin Barreto y Baltazar Guachiac, son de San Pedro Ayampuc y Mazatenango, Suchitepéquez.
Baltazar tiene apenas meses de que se vino del sur del país. Kelvin tiene más tiempo, ambos se hicieron “compañeros de trabajo” y comparten la mencionada esquina, que a partir del lunes es menos transitada, algo absolutamente inusual en una de las calles con más tráfico de la ciudad.
“No hay nada, las ventas han bajado 70, tal vez 80 por ciento”, dice Kelvin, desconsolado, quien apenas pudo estudiar básicos y desde que tenía 11 años se ha dedicado a vender diferentes productos. Este jueves ofrecía cargadores de teléfono, audífonos y servilletas, entre otros.
Baltazar trataba de vender bananos, pero en cada semáforo apenas se detenían cuatro o cinco carros. A eso de las 11 horas comentó apenas había vendido una docena que le representaban Q5.
El costo puede ser muy alto
El presidente Giammattei presentó el miércoles un plan para la reactivación de la economía, que se verá golpeada —sin duda— por la crisis sanitaria por el coronavirus. El plan contempla ayuda a las pequeñas y medianas empresas, el impulso de la construcción de infraestructura y de la entrega de remesas monetarias temporales, pero poco o nada menciona para auxiliar a los vendedores informales.
El economista Erick Coyoy señaló que el plan del presidente Giammattei debe ser de emergencia y no de recuperación, y que el mismo debe incluir asistencia para las personas de la economía informal si se quiere evitar un elevado número de contagios, puesto que estas familias, al verse en la necesidad de subsistir, se resistirán al aislamiento y saldrán a buscar ingresos a las calles.
“En el caso de los trabajadores informales que no tienen un patrón, debe ser el Estado el que les brinde asistencia”, precisó el analista económico.
Coyoy resaltó que hallar una solución para ellos no es fácil, aunque organismos internacionales han hablado de medidas como moratorias en el pago de servicios, préstamos y tarjetas de crédito hasta el otorgamiento de remesas condicionadas, sin embargo, lamenta que en la propuesta presentada por Giammattei no figuran fondos para transferencias, a pesar de que las mencionó en su discurso.
El analista reconoció que frenar la expansión del virus representará un costo económico muy alto para el Estado, pero advirtió que, de no asumirlo, el costo será humano puesto que puede haber una curva muy elevada de contagios cuando las personas decidan ya no aislarse, lo cual, sumado a que nuestro sistema de salud no está en capacidad de atender una contingencia de ese tipo, derivará en más mortalidad.
“De ahí la urgencia de la vacuna porque el costo puede ser muy alto. Mire ahora a pesar de los avisos oficiales y recomendaciones que hace el Gobierno, mientras la gente no tenga una fuente de ingresos que le asegure su sustento saldrá a buscarlo a las calles, es un hecho”, argumentó.
Coyoy añadió en que el Congreso debe replantear la propuesta de ampliación presupuestaria enviada por el Gobierno para hacer de esta un verdadero plan de emergencia. “La recuperación vendrá después”, concluyó.