El problema por la alteración del ciclo de lluvias se ha acentuado desde el 2015, después de que el país dejó un periodo de 10 a 12 años de intensas precipitaciones del cual se recuerdan tristemente desastres como el huracán Mitch, 1998; y las tormentas tropicales, Stan, 2005; y Ágatha, 2010.
A partir del 2013, cuentan agricultores, la cantidad de lluvia bajó paulatinamente hasta llegar al presente año, en el cual se registró por quinto consecutivo ausencia de lluvias en los meses iniciales de esta época, entre mayo y junio, cuando se suelen sembrar los granos.
Este fenómeno se ha acompañado de otro que también ha dejado serios problemas al agro guatemalteco por irónico que suene: las intensas lluvias. Pareciera que el agua que no cae en la primera parte de la época lluviosa se acumula para caer con gran intensidad entre septiembre y octubre e incluso en noviembre, algo que no ocurría antes.
Reclaman apoyo
“El cambio climático cada vez es peor y van aumentando las zonas en donde las sequías son más severas y a la vez hay inundaciones donde no debería haber”, afirma Gustavo Rivas, representante de la Asociación Nacional de Granos Básicos, que recuerda cómo en el 2017 en áreas del norte del país llovió tanto que cuando los agricultores incluso ya habían cosechado su producto este se perdió al inundarse los lugares donde lo almacenaban.
Rivas, así como los agricultores de subsistencia, afirma que es urgente generar acciones para adaptarse al cambio climático y sugiere, por ejemplo, apoyo para la instalación de sistemas de riego, práctica que bien planificadas y ejecutadas de forma transparente ayudarían “enormemente” al agro del país.
“Mire México, con el agua de nuestros ríos hacen grandes unidades de riego”, asegura Rivas, quien también reclama asistencia técnica especializada, acceso a tecnología y créditos blandos, como parte de la estrategia para hacer frente a las variaciones climáticas.
Rivas contó cómo gradualmente las cosechas de maíz se han perdido y del millón 200 mil hectáreas que se utilizaban hace años, con el pasar del tiempo se han dejado de sembrar 360 mil por diversos factores.
De las restantes 840 mil que se disponen hoy en día para la siembra de ese grano al menos entre el 30 y 40 por ciento se perdió este año por factores climáticos, lo que equivale a unas 300 mil hectáreas, de las cuales cada una producía antes 32 quintales.
Los más afectados
Si bien es cierto la variación del ciclo de lluvias ha afectado a todos los sectores agrícolas del país, son aquellos que siembran solo para subsistir los que les ha ido peor pues la pérdida de los cultivos los deja en vulnerabilidad alimentaria, lo cual se suma a una lenta maquinaria gubernamental para entregar ayuda humanitaria.
Por ejemplo, fue hasta octubre pasado que el Ministerio de Agricultura (Maga) hizo una segunda entrega de cupones a las familias afectadas por la canícula prolongada del 2018 para canjear alimentos.
Rony Palacios coordina la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria, organización que aglutina a cientos de agricultores de subsistencia, sobre todo del Corredor Seco, la principal área afectada por la ausencia de lluvias de los últimos años.
El activista lamenta que se haya relegado la agricultura a un tercer plano, ya que en el país no existan planes para prevenir ni atender las emergencias generadas a partir de los fenómenos climáticos. Señala que los gobiernos se han dedicado a implementar medidas asistenciales que no resuelven de fondo el problema ya que esas ayudas alivian a las familias solo unos días.
Palacios aboga por una política que estimule la producción nacional y reduzca la cantidad de grano que ingresa del extranjero; además, el uso de tecnología de punta, mecanismos de reserva de alimentos con precios regulados por el Estado y apoyo para programas de riego y cosecha de lluvia.
El activista señaló que el Gobierno debe incluir en las discusiones de políticas alimentarias a las comunidades y criticó la mala gestión de las autoridades a lo largo de los años que ha dado como resultado casi ninguna respuesta a las variaciones climáticas. Citó, por ejemplo, la reducción presupuestaria que sufrirá el Maga el próximo año.
“Las políticas se dictaminan desde un escritorio y no se construyen participativamente con la población que sufre por el problema y que trabaja en el tema”, subrayó.
En ese sentido, cabe recordar que de ser aprobado el presupuesto 2020, el Maga recibirá Q1 mil 283 millones, Q166 millones menos que el del presente año, según el dictamen emitido por la Comisión de Finanzas del Congreso.
Por aparte, la propuesta enviada por el Maga contempla Q18 millones para la construcción, ampliación, mejoramiento y reposición de infraestructura de riego, apenas un 1.4 por ciento del presupuesto.
La oficina de Comunicación de ese ministerio informó que en todo el país han instalado 14 sistemas de riego desde el 2017 los cuales han irrigado solo seis mil 980 hectáreas de cultivos como hortalizas, melón, uvas y granos básicos. Se han beneficiado tres mil 157 familias de forma directa y además se han entregado 20 mil sistemas de mini riego consistente en bombas tinacos y tuberías.
Se necesita mucha inversión
Pero la cantidad de recursos que debería invertirse para ayudar al agro tiene que ser mucho mayor, de acuerdo con conocedores del ramo.
Edwin Castellanos, decano del Instituto de Investigaciones de la Universidad del Valle, expuso que en países como Israel han funcionado los sistemas de riego, algo que ya se hace en Guatemala, pero muy lento.
Castellanos indicó que los agricultores de subsistencia no tienen los recursos suficientes para instalar sistemas de riego ni almacenar agua para hacer frente a las sequías, por lo cual aquí es donde debe entrar el Gobierno y los organismos internacionales para facilitar esos proyectos.
Estos sistemas de riego, añadió el experto, tendrían que ser capaces de captar agua cuando llueve fuertemente, u obtenerla de ríos y otros cuerpos acuíferos para trasladarla a las áreas donde se necesita. Expuso que la ciudad de Guatemala ya cuenta con un sistema de esta naturaleza, que capta agua desde los ríos Xayá y Pixcayá que nacen en Chimaltenango y es trasladada para el consumo de los capitalinos.
En áreas como el Corredor Seco, agregó Castellanos, el líquido podría extraerse del río Motagua, aunque antes tendría que hacerse un proceso para sanearlo y frenar su contaminación.
Aunque no estimó cuando tendría que invertirse para la instalación de sistemas de riego, Castellanos indicó que se requerirá más inversión entre más lejos esté el agua.
Contenido relacionado
Denuncian que empresas petroleras han desinformado y engañado en EE. UU. sobre el cambio climático