Sin embargo, Guatemala sigue enfrentando un reto de enormes consecuencias para las generaciones futuras: combatir la desnutrición crónica infantil.
Según los últimos datos disponibles, el porcentaje de niños que sufren este problema de salud en Guatemala es del 46.6 por ciento, lo cual equivale a 1.6 millones de niños.
Esta cifra, ya de por sí preocupante, lo es todavía más cuando observamos que las tasas registradas en Guatemala son las más elevadas de América Latina y casi el doble de Bolivia, el segundo país con mayores niños que la padecen.
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En los últimos años este porcentaje se ha reducido muy poco. Las razones pueden ser varias. En primer lugar, hay que tener en cuenta que al igual que en otros países, durante muchas décadas -y todavía hoy en día el algunas áreas- el retraso en el crecimiento, una de las consecuencias de la desnutrición crónica, es un problema “invisible”. Es decir, difícil de identificar por los padres, que a menudo consideran que la altura de sus hijos es normal.
A esto se le suma el hecho de que estamos hablando de un problema sumamente complejo, que requiere de un esfuerzo continuo y multidisciplinario, así como del compromiso de varios sectores para que se puedan implementar intervenciones específicas y simultáneas.
Esto resulta particularmente importante en las poblaciones indígenas, las más afectadas por la desnutrición crónica infantil, tal y como puede observarse en el gráfico adjunto, donde los departamentos de Totonicapán y Quiché presentan tasas del 70%. Esto perpetúa el ciclo intergeneracional de la pobreza, alimentando una desigualdad que compromete el futuro de los niños y niñas del país.
Causas y consecuencias
La desnutrición crónica infantil es un problema de enormes magnitudes ya que se estima que puede causar el 45% de la mortalidad infantil. Resulta de una suma de factores, que tienen como consecuencia un desarrollo inadecuado del bebé durante la gestación hasta los primeros 24 meses de vida (lo que se llama la ventana de los 1000 días). Por ejemplo, una ingesta pobre de nutrientes e infecciones reiteradas vinculadas a la falta de agua potable y saneamiento son factores que contribuyen a la desnutrición.
Una de sus principales consecuencias es que los niños crecen con excesiva lentitud, lo cual reduce el desarrollo de sus aptitudes físicas, cognitivas y emocionales. Esto, que se conoce como retraso en el crecimiento, se manifiesta en una baja estatura para su edad, lo cual no siempre se refleja en un bajo peso.
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Además de dañar la salud física, la desnutrición crónica infantil también afecta el crecimiento del cerebro de los más pequeños (tanto en estructura como en funciones) y, en consecuencia, su inteligencia. La razón es que desde el tercer trimestre del embarazo y hasta comenzar el tercer año de vida, un millón de sinapsis se forman cada segundo en el cerebro de un niño.
Estas conexiones constituyen la arquitectura cerebral esencial para que se desarrollen las capacidades cognitivas, fundamentales para determinar los aprendizajes, los comportamientos y la salud en general. En el cerebro de un niño desnutrido se forman menos conexiones neurales, lo cual puede causar secuelas para toda la vida.
Debido a este menor desarrollo del cerebro, los niños desnutridos tienen bajo desempeño escolar con tendencia al abandono, lo cual compromete su formación y en consecuencia su posibilidad de obtener mayores ingresos en el futuro. Dicho de otra forma, la desnutrición condena a las poblaciones más vulnerables, como los pobres y los indígenas, al dificultarles escapar del círculo vicioso de la pobreza. Además, de adultos enfrentan un riesgo mayor de sufrir enfermedades crónicas, como la diabetes, la cardiopatía y la obesidad.
A nivel colectivo, este problema de salud pública conlleva además un costo económico enorme para los países. Se calcula que en promedio la desnutrición crónica infantil puede representar el 7 por ciento del producto bruto per cápita, una cifra que en algunos casos incluso llega a duplicarse.
Por el contrario, invertir en combatirla tiene elevados beneficios, no solo para la salud y para el futuro de los niños, sino también para las economías. Según estimaciones internacionales, por cada dólar invertido en reducir la desnutrición crónica, el retorno para los países podría representar entre 21 y 41 dólares.
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Experiencias exitosas
A pesar de los retos, y tal y como escribía en un artículo reciente en este mismo medio, existen buenas noticias. Pues la desnutrición no es un problema genético, sino que es prevenible. Prueba de ello es que existen varias experiencias internacionales que revelan que es posible actuar para combatirla. Esto, además de generar optimismo, nos da las bases para poder aprender de otros países.
Uno de estos es Perú, que logró reducir la desnutrición crónica infantil en más de la mitad en 8 años de 28 por ciento en 2008 a 13 por ciento en 2016.
Para ello, en primer lugar, el país reconoció que el problema de la baja talla en niños no era solo una cuestión hereditaria, sino que tenía su origen en el acceso y la calidad de los servicios y la dieta. En segundo lugar, la sociedad civil persuadió a los políticos de que la lucha contra la desnutrición debía convertirse en un problema de Estado y no solo del gobierno de cada momento. Es decir, que requería de un compromiso a largo plazo. Esto permitió que cuatro gobiernos consecutivos implementaran las mismas políticas durante 12 años.
En tercer lugar, con el compromiso del Ministerio de Finanzas, y de manera coordinada con los sectores de salud, agua, educación y protección social y la participación activa de los gobiernos locales, se aplicaron políticas para que los recursos se otorgaran en función de resultados. Otro punto clave fue que estas políticas se diseñaron en función de la evidencia.
El Proyecto Crecer Sano, una apuesta del Banco Mundial
Conscientes de la importancia de apoyar a Guatemala a disminuir sus tasas de desnutrición crónica infantil, el Directorio Ejecutivo del Banco Mundial aprobó en marzo de 2017 el proyecto Crecer Sano.
El objetivo del proyecto, que toma las lecciones aprendidas del caso peruano, es mejorar las prácticas, servicios y comportamientos reconocidos por su rol clave en la desnutrición crónica (con énfasis en los primeros 1,000 días desde la concepción).
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Incluye intervenciones en escala en los siete departamentos más afectados por la desnutrición crónica y otros indicadores de salud materno infantil (Totonicapán, Sololá, Quiché, Huehuetenango, Chiquimula, Alta Verapaz y San Marcos). Con ello se busca que las generaciones de niños nacidos durante el programa lleguen a los 2 años con menor incidencia de este problema de salud pública.
Crecer Sano fortalecerá la dotación de servicios intersectoriales para contrarrestar los principales factores de riesgo que causan la desnutrición crónica. En este sentido, la mayoría de las inversiones apoyadas por el programa serán estructurales, lo cual favorecerá la sostenibilidad de los logros. Algunas de las acciones previstas son:
- El fortalecimiento de los servicios de atención primaria de salud con la creación y equipamiento de 200 puestos de salud y rehabilitación de otros puestos y centros de salud.
- El desarrollo de actividades de promoción de la salud y cambios conductuales relacionados a la desnutrición crónica en familias y comunidades.
- La mejora de acceso a agua potable y saneamiento, incluyendo la rehabilitación de acueductos rurales y actividades de letrinización.
- El fortalecimiento de la coordinación intersectorial y la participación de los actores locales (autoridades y comunidades)
El proyecto, de US$100 millones, también incluye una donación de US$9 millones para el reconocimiento de metas y resultados.
Es importante tener en cuenta que este proyecto, como todos los financiados por el Banco Mundial, cuenta con un plan de desarrollo, uno de adquisiciones y una estrategia de implementación. Todos estos instrumentos son de acceso público tanto a través de los mecanismos nacionales como del Banco Mundial.
Además, para garantizar la transparencia y eficiencia en el uso de los recursos, nuestra institución utiliza normas específicas de adquisiciones y realiza auditorías como:
- Revisiones de gastos de cada solicitud de desembolso
- Análisis de impacto trimestrales durante todo el período de ejecución
- Apoyo a los sistemas de monitoreo y seguimiento
- Revisiones anuales de adquisiciones
- Revisiones financieras anuales externas (adicionales a las de la CGC)
Ahora, el mejor momento para actuar
La aprobación del proyecto Crecer Sano y en general todos los esfuerzos del Banco Mundial para reducir la desnutrición en Guatemala parten de esta convicción: ahora es el mejor momento para actuar contra esta problemática. El costo humano y económico es demasiado alto para postergar esta batalla. Y las consecuencias para los niños y niñas guatemaltecos demasiado devastadoras.
Sin embargo, somos conscientes de que ningún gobierno lo ha logrado solo y que no lo logrará sin la participación de todos los actores implicados en el tema. Es por ello que invitamos a quienes deseen sumar esfuerzos y asumir el reto de una #NiñezConFuturo a adherirse a la campaña.
Ello con el objetivo de que logremos que cada niña y niño en Guatemala tenga la oportunidad de desarrollarse y alcanzar su máximo potencial. O lo que es lo mismo, que puedan optar a un futuro mejor, un reto que, aunque no es fácil, puede lograrse si todos los sectores lo toman como una prioridad y unen sus esfuerzos. Desde el Banco Mundial seguiremos de cerca apoyando esta causa.
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