La opinión del doctor Mazariegos es un llamado a tomar protagonismo en una batalla que de no unir esfuerzos podría pasar una factura mucho más grande de la que ya existe en términos de pérdidas económicas como humanas.
Covid-19 y el contexto social de Guatemala
Urge la apertura económica del país. La crisis económica sigue avanzando. Sin embargo, la premisa de reactivación económica recae en la responsabilidad y movilización social para contener la pandemia. Ahora vamos a cumplir aproximadamente 120 días con medidas restrictivas desde que se reconociera el primer caso de covid-19 en Guatemala, con lo cual a todos nos ha cambiado la vida.
De acuerdo a los reportes oficiales, todos hemos estado preocupados de los picos en el número de casos reportados diariamente por el Ministerio de Salud, llegando hasta el récord de los mil casos en un solo día. Y la tendencia continúa inexorablemente, si no hacemos lo que nos corresponde hacer como sociedad.
Sin embargo, las últimas dos semanas han sido testigos de un aumento inexorable de casos covid-19, del número de hospitalizaciones y el número de fatalidades. Es muy catastrófico ver el impacto en nuestra sociedad de una pandemia que parece fuera de control. Y aunque la mayoría de casos son leves, entre más casos hay en la comunidad más posibilidades hay de diseminación. Entre más casos se diseminan, más casos se van a complicar y requerir asistencia médica hospitalaria (estimado en 5-10% de los contagios) y con ello sobreviene el colapso de los servicios hospitalarios estatales y privados.
Ya han circulado noticias y videos que muestran el colapso del sistema de salud, a consecuencia de la falta de instalaciones, de preparación y capacitación, falta de insumos, falta de equipo de protección personal para el personal médico, de la falta de instalaciones que permitan responder a las nuevas exigencias de la pandemia.
Con este panorama, en las últimas dos semanas hemos perdido cientos de vidas humanas, incluyendo personas jóvenes, personas mayores, familiares, amigos, empresarios, comerciantes, profesionales, colegas médicos y personal de salud que trabajan en la primera línea del frente.
Por otro lado, dado la relativa vulnerabilidad de la población en términos de educación, higiene, saneamiento, agua limpia, alimentación/nutrición, la doble carga de morbilidad y de la malnutrición y el pobre autocuidado de la salud, hace que nuestra población vea venir el tsunami covid-19 de forma inexorable, trayendo catastróficas consecuencias en vidas y bienes. Como resultado de estos reportes, es posible que nos embargue la confusión y la desesperanza y hasta cuestionemos si lo que hemos estamos haciendo por más de 100 días tiene sentido o ha servido para algo.
El gobierno, a través de los reportes diarios y las conferencias del Presidente, ha mantenido su mensaje de llamado a la población a cumplir con las medidas de prevención del covid-19, tales como el distanciamiento social, el lavado de manos, el uso de mascarilla (en público o frente a personas fuera del círculo familiar o de personas vulnerables). También los medios de comunicación, escritos y televisivos han puesto su contribución a través de campañas para reforzar las medidas de prevención para toda la población.
Sin embargo, debemos comprender que luego del control relativo de la pandemia observado en los primeros dos meses (aplanamiento inicial de la curva), con forme se han ido abriendo más la economía, hemos sido testigos del relativo relajamiento de la población, y con ello, el fallo en mantener el distanciamiento social en la calle o el fallo en el cumplimiento de protocolos específicos en tiendas, mercados, transporte a través de taxis o picop; el uso inadecuado de la mascarilla (no solo por el tipo de mascarilla hecha de materiales inadecuados), sino también por su mala colocación (sin cubrir la boca y nariz y sin ajuste adecuado), lo que ha redundado en un aumento de casos . Ante esta situación es importante enfatizar a la población sobre la enorme responsabilidad que tiene en sus manos para la implementación de estas medidas de salud pública.
Evidencia científica y experimentos sociales
Un estudio publicado en junio 2020 en la revista The Lancet, reporta que el uso de la mascarilla reduce 85% el riesgo de contagio por covid-19. Este estudio provee suficiente evidencia para aquellos que todavía no están convencidos del impacto de esta medida de salud pública. Las medidas de prevención promovidas por las autoridades son las armas más poderosas para combatir el covid-19.
No está demás reiterar que no se trata simplemente de tener más y mejores hospitales, o de contar con equipos sofisticados de cuidado intensivo, o de tener la terapéutica más cara y la más recomendada para tratar el covid-19. Para todos está claro que, tratándose de una pandemia, en nuestro país un pico de unos miles de casos inmediatamente sobrepasaría las capacidades de los servicios de salud y resultaría en grave sufrimiento para los caídos en enfermedad y sus familias.
La crisis de salud ha sido sufrida globalmente, tanto por los países del primer mundo como nuestros países en desarrollo. En Guatemala, en donde largamente se ha postergado el fortalecimiento de los servicios de salud, fácilmente sucumbimos en las primeras fases de la pandemia, como las actualmente enfrentadas.
Y también se hace obvio que, aunque ahora se planifiquen hospitales temporales o la construcción de nuevos hospitales de pequeña capacidad (con unos pocos cientos de nuevas camas no se va a resolver la presente ni futuras necesidades del país), la capacidad instalada nunca será suficiente para responder a las demandas de casos moderados o severos de coivd-19.
Las proyecciones que publican los expertos indican que, de no haber un cambio en el impacto de las medidas, llegaremos a ver días con 10 o 20 veces más casos que lo actualmente reportado, y que la cantidad de fallecimientos en unos pocos meses pudiera alcanzar cifras de decenas de miles. Con lo cual, las necesidades de atención médica del día a día se convierten en miles y miles de unidades en términos de camas nuevas, ventiladores, tanques de oxígeno, dosis de medicamentos, insumos de protección personal, de personal médico y de laboratorio, de pruebas de laboratorio, etc., etc. Como un ejemplo, el caso de una persona que requiera de ventilación asistida, a parte del sufrimiento humano, su tratamiento puede requerir de 3 a 4 semanas, y si sobrevive, varios meses de recuperación. Y si atendemos simultáneamente 50 o 100 o mil casos, ¿Podemos imaginar el costo en sufrimiento para los pacientes y el enorme esfuerzo para el personal médico en la línea del frente de batalla? Y ¿qué decir en términos del costo en millones de quetzales que este tipo de cuidado médico representa? ¿Puede nuestro país sobreponerse a esta tempestad y por cuánto tiempo puede resistir? ¿Y qué podemos decir de la pérdida de los medios de vida, de la capacidad de trabajo, o de la viudez y orfandad en una familia?
Por otro lado, el apresuramiento en la apertura del país a la nueva normalidad también tiene sus riesgos y limitaciones. Como si se tratara de un “reality show”, estamos siendo testigos de los experimentos sociales llevados a cabo en otros países desarrollados y no desarrollados afectados por covid-19, en cuanto a los formatos de apertura de la economía.
Europa, en general, luego de la crisis humanitaria vivida entre abril y mayo, ha logrado no solo aplanar sino reducir significativamente el número de casos y de hospitalizaciones y, ya se encaminan a abrir progresivamente la economía. En México y Brasil, la curva todavía va hacia arriba alcanzando récords mundiales en cuanto a casos y muertes, convirtiéndose en epicentros de la pandemia en Latinoamérica. Sin embargo, a pesar de los indicadores en escalada, dichos países han tratado de minimizar la crisis y han priorizado la actividad económica, optando por un costo alto en dolor y sufrimiento humano en su población.
En Estados Unidos, la potencia mundial con un sistema de salud de alta capacidad ha sido desbordado con más de tres millones de casos y más de 132 mil fallecimientos (alrededor del 9 de Julio 2020). Para enfrentar la pandemia se han observado varios abordajes. Por ejemplo, algunos Estados del Noreste severamente afectados en el comienzo de la pandemia, fueron muy estrictos en las restricciones de movilización de la población y en el cierre de la economía durante 8 a 12 semanas, y luego de sufrir enormes costos en vidas humanas y en la economía, finalmente la curva se aplanó y comenzó a descender hasta mantenerse estable.
Ahora se orientan a aperturas progresivas de acuerdo a criterios o indicadores bien definidos que reflejen control de la pandemia. El experimento parece caminar bien, teniendo objetivos de recuperación económica a mediano y largo plazo. En cambio, hay otros Estados en el Sur de Estados Unidos, que por razones políticas y presiones sectoriales cerraron muy tarde y abrieron tempranamente la economía y ahora están en medio de una crisis sanitaria sin precedentes, alcanzando Estados Unidos nuevamente cifras de más de 60 mil casos diarios y regresando a las tasas de más de mil fallecimientos diarios.
Muy lejos de aplanar y comenzar a bajar la pendiente de la curva epidemiológica en Estados Unidos, ahora ha adoptado forma bimodal, lo que indica que todo el esfuerzo en el cierre de la economía durante tres meses se ha echado por la borda, y potencialmente, tendrá un impacto mayor de lo que se pudo haber ganado con unas pocas semanas de apertura prematura. Y todo esto sin contar la pronosticada segunda ola pandémica en el próximo otoño. Este impacto negativo devastador estrechamente ligado a la reapertura prematura ha sido tan significativo, que las mismas autoridades de algunos Estados que empujaron la apertura temprana, ya han iniciado medidas de ralentización o de retroceso de apertura de la economía, a través de reforzar las medidas preventivas, a cerrar negocios, restaurantes, bares, etc. Todo lo anterior demuestra la intrincada relación entre política partidista, el comportamiento social, política de salud pública y economía.
Propuesta de movilización social
Ante este escenario sombrío, no debemos quedarnos inertes a esperar qué va a pasar. Es importante tener siempre presente que a todos nos conviene salir del problema lo más pronto posible, para evitar profundizar las consecuencias en la salud mental y física, en los medios de vida y en la productividad del país. Pero, y ¿qué podemos hacer desde nuestro lugar y trabajo? ¿Qué cosas están en nuestras manos que pueden contribuir para aplacar la transmisión del virus? Y ¿qué se necesita de nosotros para asegurar la implementación de las medidas de prevención del covid-19? Estas parecen preguntas con respuestas obvias para unos pocos, pero no lo es para muchas personas.
Y aquí la propuesta:
Necesitamos movilizar a todo el país y que con el esfuerzo de cada uno “logremos salir adelante”. Y este eslogan es el estribillo promovido por el Gobierno, el cual parece coherente, pero que no ha logrado trascender contundentemente hasta lo más local. Dado que este es un problema que nos afecta a todos, necesitamos movilizar al país entero en la misma dirección. Necesitamos hacer la mayor conciencia social posible de que el problema literalmente está en nuestras manos y que de nosotros depende que se controle y eventualmente se elimine el virus. Esta perspectiva nos hace cambiar la idea actual que para resolver el problema necesitamos más camas de hospital, más médicos, más ventiladores, más medicinas, etc, etc. ¡No señores, no es así! Si se involucrara a toda la sociedad, no necesitaríamos llegar a una unidad de cuidado médico especializado…! Esto sería solamente para aquellos pocos casos que se expusieron en la línea de fuego o fallaron en el autocuidado por no contar con los medios de protección adecuados o se contagiaron de alguien actuando irresponsablemente.
Sin embargo, la tarea es involucrar a toda la población. Nunca antes se había visto lo importante que es que todos trabajemos juntos por convicción y solidaridad. Y en este sentido, es sumamente prioritario desarrollar intervenciones profundas de comunicación enfocadas en cambio de comportamiento social para que la población no solo se informe, pero que se convenza, adopte y se adhiera a las recomendaciones de las instancias que lideran la lucha contra el covid-19. Una campaña masiva que alcance a miles de comunidades del país es importante. Y no necesariamente debe ser costosa, ya que podemos echar a andar toda la estructura de redes existentes en el país, tanto gubernamentales como no gubernamentales (Consejos de Desarrollo desde el nivel central al más local; las estructuras del Ministerios de Educación, Agricultura, Desarrollo, etc). En este sentido, las redes sociales, los medios de comunicación, las telefónicas, las compañías de cable local, etc, también tienen una misión y un papel importante por cumplir.
El nivel de educación y pobreza de la mayoría de la población se convierten en dos barreras estructurales que están limitando la implementación de las medidas comprobadas de salud pública más poderosos que existen -tanto en el mundo desarrollado como en desarrollo-, para detener la diseminación de la pandemia. Es conocido por la mayoría de la población que el uso apropiado de mascarilla, el distanciamiento social y el lavado de manos son efectivos; sin embargo, su implementación no es óptima y, por lo tanto, no está rindiendo los resultados esperados.
Por un lado, la pobre educación de la población limita entender o comprender o convencerse de la situación y la gravedad del problema, optando por minimizar o desvalorizar las recomendaciones y con ello, respondiendo con irresponsabilidad, inconsciencia y negligencia. Por lo que es imperativo que la campaña de comunicación decodifique los mensajes claves y tome en cuenta el lenguaje y cultura pertinentes a cada lugar, para asegurar que tenemos un receptor proclive al cambio. Por otro lado, la situación de pobreza generalizada impide a la mayoría de la población permanecer encerrada la mayor parte del tiempo, ya que deben cuidar una familia y que por la necesidad de trabajo o actividades esenciales –aunado a falta de adherencia a las recomendaciones–, se expongan y contagien del virus. Aquí es donde entran los programas sociales temporales que ayuden a estas personas a mitigar las necesidades básicas y que reduzcan su exposición al contagio.
Hablando de movilización social en la lucha contra el covid-19, debemos partir que la responsabilidad de la sociedad se expresa de mejor manera no siendo parte del problema sino de la solución. Hasta ahora, se percibe que la gran mayoría de la población se está adhiriendo a las recomendaciones, aunque no todos de la forma estricta y correcta. Por otro lado, se percibe que hay un grueso sector de la población que no está haciendo el papel que le corresponde. En este sentido, necesitamos que toda la población concienzudamente se cuestione a sí misma y, quizá con ello, como resultado de la autoconciencia, se desencadene como un milagro el cambio de comportamiento social deseable en estas circunstancias.
El virus nos necesita desesperadamente para vivir y persistir en el ambiente. Anda a la caza de una nueva víctima. Cada vez que uno de nosotros se expone y contagia, le da nueva vida al virus y lo recarga, para continuar causando dolor y sufrimiento. Si nosotros reducimos la exposición a través de permanecer el mayor tiempo posible en casa y reducir la exposición fuera del hogar, si mantenemos la distancia en las actividades diarias vitales y los negocios abiertos cumplen con sus protocolos; si evitamos las aglomeraciones, nos protegemos con la mascarilla correcta de la manera correcta, y nos lavamos las manos, seguramente le quitamos vida al virus y lo vamos a derrotar. ¡Y, con ello recobraremos nuestras vidas! ¡Vale la pena el esfuerzo de todos!
- Parafraseando un poco al premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, pregunto a la población en general, a los funcionarios del gobierno ubicados cada uno en un eslabón especifico y con una función clave a cumplir como parte del frente del covid-19; también a los profesionales, al personal médico, educadores, empresarios, comerciantes, productores de alimentos, jóvenes, adultos mayores, mujeres, niños, y a todos aquellos no tan convencidos de adoptar las medidas preventivas o en implementar los protocolos adecuados:
- ¿Cuántos ojos debemos tener para darnos cuenta de lo que está pasando y valorar a cada ser humano de este país?
- ¿Cuántas bocas o gargantas deben gritar y repetir el mismo mensaje?
- ¿Cuántos oídos debemos tener para finalmente escuchar?
- ¿Cuántas veces nos deben sacudir para despertar del estado de inconsciencia en que nos encontramos?
- ¿Cuánto dolor y sufrimiento propio o ajeno necesitamos experimentar?
- ¿Cuántas veces vamos a voltear a otro lado y pretender que no vemos el dolor ajeno?
- ¿Cuantos hermanos, hijos, padres, abuelos, profesionales, empresarios, o personal de salud luchando en la línea de fuego debemos contar como muertos para decir que ya son muchos?
- ¿Cuánta hambruna o pobreza debemos ver antes de reaccionar?
- ¿A qué profundidad del abismo de la crisis debemos llegar, para darnos cuenta que debemos empoderarnos a través de cumplir las recomendaciones para salir del hoyo y que nadie más que nosotros puede detener el virus? ¡Y entender que todo depende de nosotros mismos!!
¡Armemos Guatemala con las armas de conciencia, voluntad, responsabilidad, decisión y de solidaridad!
¡Movilicemos Guatemala en un solo frente contra el virus!
¡Y que cada uno de los 17 millones de guatemaltecos nos convirtamos en Súper-héroes anti-covid19!