Pues en esta historia, el vendedor de helados se llama José Francisco y la sorpresa se la dio Manuela Recinos.
Recinos vio a José Francisco en el parque central empujando una carreta de madera y que ofrecía helados durante una mañana fría de noviembre.
El vendedor nació en Huehuetenango y llegó a la capital por una vida mejor. Comenzó como lustrador y con el tiempo aprendió el oficio de heladero y con ello sostiene a su esposa y dos hijos.
Recinos conoció su historia y quiso regalarle un día de descanso con su familia, para ello le compró todos los helados (por el doble de su precio) y los repartió a las personas alrededor del parque.
Razones
José Francisco dudó un poco. ¿Quién hace esto? Se cuestionó. Recinos dijo que no hace falta tanta respuesta porque “cuando uno quiere regalar felicidad, no hace falta dar explicaciones”.
El premio de Manuela Recinos fue ver el rostro de alegría de esta persona desconocida y a quien vio como un ejemplo de lucha.
Después de repartir los helados, José Francisco recibió algo más: un regalo navideño y comida para compartir con su familia.