Se levanta a las 4 de la mañana. Prepara su pequeño puesto y a las 7 horas comienza la venta. Termina a las 19 horas, todos los días del año.
“Mejía Simón ejemplifica a la mujer trabajadora y luchadora”, explicó William Ávila, de 41 años, quien junto a su familia le llevaron un momento de alegría a la mujer y sus hijos.
La vendedora descansó sus manos quemadas por el vapor del aceite y fue la familia Ávila quien se hizo cargo del pequeño negocio.
Josué, de 9 años y Gerson, 7, jugaron con los hijos de la familia Ávila y ayudaron a embellecer la carreta.
“Una acción de bondad nos puede dar lecciones importantes. A los adultos, nos enseña a agradecer y compartir; a los niños, aprender valores para ser mejores personas”, dice Ávila.