Aunque para algunos suena impropio sentarse al lado de un indigente, Mariela sueña con eliminar los conceptos erróneos que hay contra ellos.
“Las personas les llegan a tratar como parásitos sin saber la historia que hay detrás”, asegura.
Ella lo sabe muy bien. Hace un año decidió vestirse de indigente para conocer esa dura realidad y el resultado fue “impactante”, según recuerda. “Los maltratan, agreden y critican sin saber”, comenta.
Aleccionador
Las calles la llevaron a conocer a Chanito, un muchacho que más que devolverle un agradecimiento, le brindó otra perspectiva del mundo.
“Me impresionó su fe en Dios y saber que, a pesar de las limitaciones, se gana la vida. Me contó que lava carros o saca basura para tener con qué comer. Me enseñó a no darme por vencida y esforzarme cada día”, explica.
La charla con Chanito continuó y las miradas “juzgadoras” se hicieron presentes, pero a ella no le importó. Aprendía, en ese momento, una valiosa lección de vida.