¿Cuál es su apreciación sobre el comportamiento de la construcción en el país durante el año anterior?
Estamos muy satisfechos con el desempeño del sector de construcción e infraestructura durante 2022. Los datos del Banco de Guatemala (Banguat) nos dan un buen indicador de la salud de la industria. Claramente ha habido un cambio en los hábitos de los guatemaltecos y de los latinoamericanos en general. Nosotros hemos experimentado este mismo fenómeno en los países donde tenemos presencia y vemos que la pandemia nos hizo más conscientes de cuidar, ampliar y remodelar nuestros hogares o, incluso, tomar la decisión de construir una casa propia, que es el sueño de tantas familias.
¿Ha sido la construcción de vivienda lo que ha impulsado la demanda en el sector de la construcción?
Adicionalmente, la construcción de edificios para vivienda, lo que podemos ver en el caso de la ciudad de Guatemala y en otras ciudades del interior del país, donde el fenómeno de la urbanización está pasando frente a nuestros ojos. Cada vez vemos más edificios que se construyen en los grandes centros urbanos, en las ciudades primarias y secundarias, que hacen parte de este fenómeno que estamos experimentando en América Latina.
Entonces, creo que 2022 va a cerrar como un año donde la industria continuó su resiliencia, porque al final del día también la industria se ha visto afectada por los grandes fenómenos globales, sobre todo ese gasto público que se generó antes, durante y después de la pandemia y que hoy está pasando la factura a los ciudadanos en forma de inflación.
Ese fenómeno que ha llevado, principalmente, a los bancos centrales de Estados Unidos y de Europa a aumentar las tasas de interés para poder contener la inflación originada por todo el dinero que imprimieron.
¿De qué manera repercuten esas medidas de los bancos centrales?
En Guatemala también ha aumentado la tasa de interés y eso va a provocar que, eventualmente, cada vez sean menos accesibles los préstamos bancarios. Aunque el crecimiento del crédito en el país ha sido casi de 20%, creo que las medidas económicas que se están tomando van a tender a moderar el ritmo de crecimiento del crédito.
Por otra parte, también nos ha pegado mucho el conflicto entre Rusia y Ucrania. La guerra exacerbó el incremento en el costo de los combustibles y nosotros, como industria, somos importantes consumidores de energía, tanto térmica como eléctrica. Además, la guerra también afectó el precio de los alimentos. Y es que Ucrania es un gran productor de fertilizantes y de comida, lo que ha provocado una inflación que golpea el bolsillo de los ciudadanos, que tendrán que tomar decisiones en su presupuesto.
¿Es probable que veamos un freno en el ritmo del crecimiento de la construcción?
Sobre todo en temas de vivienda. En la construcción vertical, que ha crecido mucho en los últimos años, no va a ser muy muy grande el efecto. El aumento de la tasa de interés está diseñado justamente para encarecer el crédito y, por lo tanto, mitigar o reducir las actividades que dependen de un financiamiento.
Entonces, efectivamente, si el crédito está más caro, financiar la construcción de un edificio se vuelve más oneroso, así como comprar maquinaria y equipo para construir.
En ese contexto, ¿cuál es el panorama para 2023?
Hasta ahora estamos saliendo del problema que complicó muchísimo el área de logística, carga y transporte marítimo durante 2021 y parte de 2022. Pero diría que al final del día el balance es que ha sido un año positivo porque los guatemaltecos hemos sido resilientes y hemos sabido enfrentar estos grandes problemas con innovación y trabajo duro, como lo sabemos hacer siempre.
Ese es el mismo fenómeno que hemos visto en los otros países donde operamos, y creemos que durante el 2023 continuaremos aplicando esta misma fórmula, el de saber reponernos ante los retos y enfrentarlos con valor y con trabajo.
¿Qué aspectos favorecen a la construcción en medio de este panorama?
En el caso de nuestros países, el principal consumo de cemento se da en la autoconstrucción, aparte del efecto positivo que ha tenido el uso de las remesas por parte de la población. Poco más de una tercera parte del dinero que reciben las familias se utiliza en construcción de vivienda.
Es un viento que sopla a nuestro favor, si bien el otro sopla en contra (alza de tasas). En medio de ese balance buscaremos que la industria continúe creciendo en Guatemala y en América Latina a un ritmo similar al del crecimiento de la economía o un poquito más alto, puesto que tenemos enormes diferencias que cubrir todavía en cuanto a los consumos de cemento de América Latina, respecto de los países desarrollados.
Según el Banguat, la actividad de explotación de minas y canteras cayó 4.7% al 30 de noviembre. Siendo ustedes parte del sector, ¿qué explica esa caída?
Esto se da por un absurdo bloqueo a la actividad minera en el país, que priva a la población guatemalteca de los beneficios económicos de tener recursos naturales y que incide lógicamente en que esta parte del producto interno bruto (PIB) vaya disminuyendo. Es una pena que hay una riqueza ahí y que deberíamos poner al servicio de la Nación pero que estamos dejando pasar, lo cual es un costo de oportunidad desperdiciado.
¿Cómo se ha comportado el indicador de consumo de cemento por habitante en los últimos años?
Los indicadores de consumo de nuestros países son todavía bajos en relación con los países desarrollados. Hablamos de entre 250 y 270 kilogramos por habitante que, claramente, es insuficiente para el potencial que tenemos en materia de calidad y cantidad de vivienda e infraestructura que se requiere para ir cerrando esos espacios y ofrecer a los ciudadanos mejores hogares y carreteras, puentes, aeropuertos o puertos que permitan bajar los costos logísticos.
Yo siempre digo que no hay inversión que dé un retorno más rápido y alto que la infraestructura, en el sentido más amplio de la palabra. Puede ser desde un humilde piso de cemento y concreto que reduce casi en un 80% las enfermedades en niños hasta aeropuertos, puertos y carreteras que nos acercan al mundo y reducen los costos de transporte de los productos de exportación e importación.
¿Cómo se divide el consumo de cemento hoy en día?
Lo que nosotros llamamos autoconsumo es casi el 80% del consumo de cemento en el país.
Eso lo vemos en todos lados de las ciudades y los pueblos en Guatemala, donde hay volcancitos de piedrín o una construcción que todavía no está terminada, donde se ven los hierros arriba en el segundo nivel, esperando el ahorro o esperando la remesa para convertirse en una pared, en un cuarto o en un piso adicional. El resto es la construcción formal.
Son los edificios, los centros comerciales, las carreteras y los puentes, que no solo es un porcentaje pequeño, sino que tiene un gran potencial de crecimiento.
¿Qué hace falta para aprovechar ese potencial en infraestructura?
Nosotros somos participantes de la iniciativa de Guatemala no se Detiene y estamos empujando especialmente dentro de las líneas de acción de infraestructura, el apoyo al Gobierno y las municipalidades, para que puedan transformar ese potencial en proyectos concretos y mejorar la regulación para que estos se puedan ejecutar de forma más rápida; ser innovadores en alianzas público-privadas y en concesiones que le den a la población el acceso a esa infraestructura que necesita.
En las grandes obras de infraestructura, que requieren inversión pública, necesitamos avanzar en las modificaciones a la legislación y las regulaciones, para que se agilice la obra pública, sin perder el control del buen uso de los fondos. También, promover nuevas iniciativas para mejorar la infraestructura ya existente y la creación de infraestructura nueva.