Por supuesto que ningún comerciante pone precios tomando como referencia la tasa oficial, sino la del mercado negro, en el cual un dólar se cambia por 1 mil bolívares.
Pero también para los venezolanos que ganan en bolívares, las cosas son increíblemente caras debido a la hiperinflación en esta economía altamente dependiente de las importaciones.
Incluso para la clase media, que se desliza hacia la pobreza, una hamburguesa o una noche de hotel están fuera de su alcance.
“Todo el mundo está bajando. No podemos respirar” , dice Michael Leal, de 34 años y gerente de una óptica.
Tiendas clausuradas
En Chacao, un barrio de clase media de Caracas, un grupo de oficinistas hace fila frente a una tienda de víveres para comprar el almuerzo más barato posible. A su alrededor, los restaurantes están vacíos.
Vista por encima, Caracas se parece a cualquier otra ciudad de América Latina, con rascacielos, autopistas de tráfico intenso y peatones que caminan de prisa.
Pero una mirada un poco más atenta descubre un profundo malestar económico. Muchas tiendas, especialmente de productos electrónicos, bajaron sus cortinas.
“Esto es horrible ahora” , dice Marta González, de 69 años y dueña de una tienda de productos de belleza.
“No hay compras, solo compran comida” , añade la mujer al tiempo que atiende a un cliente que paga con tarjeta de débito un par de afeitadoras desechables. Un cartel pegado en la caja registradora indica “No aceptamos tarjetas de crédito” .
La empresa con sede en Atlanta dijo en un comunicado enviado por correo electrónico que las bebidas sin azúcar no se verán afectadas y la compañía dijo que sus oficinas y centros de distribución permanecen abiertas en Venezuela.
La empresa mexicana Coca-Cola Femsa, la embotelladora de Coca-Cola más grande de América Latina y que asumió las operaciones en Venezuela en 2003 cuando compró la concesión a la venezolana Hit, acotó en un comunicado que “los centrales azucareros nacionales, proveedores de azúcar refinado de uso industrial para nuestra operación, nos han comunicado que han cesado temporalmente sus operaciones por falta de materia prima” .
Hay fábricas de Coca-Cola en la capital venezolana, Valencia, Maracaibo y Barcelona, además de 33 centros de distribución. La embotelladora mexicana también produce 10 marcas de bebidas gaseosas en Venezuela.
Filas y filas
En el mismo barrio, un moderno y elegante centro comercial con varios restaurantes con terraza, un espacioso Hard Rock Café y negocios de cadenas internacionales como Zara, Swarovski o Armani Exchange luce desierto, salvo por la presencia de sus aburridos empleados.
En contraste, cerca de 200 personas hacen fila pacientemente para entrar a una farmacia.
No saben exactamente qué van a comprar, pero es la rutina de estos tiempos, hacer fila para tratar de adquirir algún producto de higiene personal de precio regulado, como por ejemplo la crema dental, antes de que se agote, lo que ocurre usualmente en pocos minutos.
“Hacemos esto todas las semanas. No sabemos qué vamos a poder comprar” , dice Kevin Jaimes, vendedor de autopartes de 21 años que espera junto a su familia. “Lo difícil es cuando hay una cola gigante y todo está agotado antes de llegar” , añade.
Cuando no se logra adquirir los productos de precio regulado en los comercios, la única alternativa es acudir a los revendedores en el mercado negro, que los ofrecen cien veces más caros.
Jaimes vive con su familia, integrada por un total de siete personas, y trata de arreglárselas con un salario de 35 mil bolívares mensuales, en realidad unos US$35
Demasiado poco como para que pueda siquiera plantearse ir una vez al cine del centro comercial, donde la entrada cuesta 8 mil 800 bolívares.
Si consiguiese algún modo para entrar al cine, la cartelera ofrece las mismas películas que se exhiben en Estados Unidos: “Capitán América: civil war” , “El libro de la selva” y “Angry Birds, la película” .
Pero una ida al cine y una bolsa de palomitas de maíz son lujos que muy difícilmente pueden permitirse los venezolanos por estos días.