Las necesidades básicas del pequeño, pañales, papillas o ropa, consumen la mayoría de sus ingresos: “Mi canasta básica es de Q 2 mil (US$262)”, afirma.
La renta de su apartamento en las afueras de la capital y los gastos de transporte agotan los Q 5 mil (US$655 ) que recibe mensualmente por trabajar en un call-center, así que para llegar a fin de mes tiene que limitar sus necesidades básicas.
“Ahorrar en gasolina y prescindir de algunos alimentos y artículos de primera necesidad” es la receta diaria de esta joven de sonrisa perenne.
Lejos de la capital, en las comunidades rurales del interior del país, el rostro de la pobreza tiene la piel áspera, abrasada por el sol que acompaña día a tras día a los miles de agricultores. Ellos son los verdaderos “barrigas-hinchadas” de Guatemala.
“La mayor pobreza está en el campo, pero está invisibilizada por la prensa” , denuncia el sociólogo Carlos Guzmán. El olvido de las comunidades indígenas ha convertido a regiones enteras de Guatemala en verdaderas “maquilas de la pobreza” , añade el director del Observatorio de Pueblos Indígena, Mario Itze.
A pesar del crecimiento económico que el país registró tras el fin de la guerra civil, las cifras totales de pobreza han seguido creciendo en la última década: hoy el 59.3 por ciento de la población vive por debajo de la línea de la pobreza.
De ellos, un 23.4 por ciento lo hace en situación de extrema pobreza, esto es con menos deQ 5 mil 750 al año (US$754.4) . La mayoría vive en zonas rurales.
Para esta población, el Gobierno de Guatemala aprobó ayer una subida del salario mínimo del 4 por ciento, lo que dejarán sus ingresos en Q2 mil 456 (unos US$321) , a los que se suma la bonificación mensual de Q250 (unos US$32) que la legislación guatemalteca estipula por ley para todos los asalariados.
Este incremento salarial, de igual porcentaje al de los trabajadores no agrarios, podrá “aliviar un poco la situación, pero no va a solucionar nada” , advierte Guzmán.
Dará igual. La situación de los agricultores no será objeto de protestas ni mucho menos de revoluciones: no ocupa portadas, tampoco conversaciones en Facebook.
“No es un tema prioritario” , lamenta Guzmán. No lo es ni siquiera después de que las afueras de la capital se hayan convertido en el refugio último de miles de campesinos que dejan pasar la vida bajo un sol que ya no es el suyo.
Allí, entre una geografía de sueños oxidados, malviven también los pobres urbanos con sus empleos precarios en las maquilas que alimentan la moda de Occidente.
Para ellos, la subida del salario mínimo es poco menos que una sonrisa torcida: seis dólares más al mes que no les alejan de la miseria.
La canasta básica en Guatemala, señala José Pinzón, del sindicado la Central General de Trabajadores, alcanza los Q3 mil (US$393) , pero estos trabajadores sólo perciben Q2 mil 246 (US$293) y su bonificación de Q250 (US$32) .
Con estos ingresos apenas les alcanza para engañar a sus estómagos. Para tener una vida digna precisarían de unos Q 6 mil quetzales (US$786) , la llamada “canasta vital” .
“Sí, yo necesito ganar Q6 mil. Con eso estoy bien” , asegura Ana Lucía.
Llegar a ese sueldo es al día de hoy un imposible con el que nadie sueña en la tierra de los “barrigas hinchadas” .