Para una frontera por la que se comercia un millón de dólares por minuto, la importancia de hacer una gestión coordinada de fronteras entre todas las autoridades no es un capricho o un simple deseo de buena voluntad.
Hace pocos días, un viejo amigo, amplio conocedor del proceso de integración económica centroamericana, me hizo llegar un correo, reaccionando de una manera muy crítica, seguramente al artículo de la semana pasada, que hacía referencia al informe que dieron los viceministros de Economía y Comercio sobre los avances del proceso, llamado formalmente “Proceso de Integración Profunda hacia el Libre Tránsito de Mercancías y de Personas Naturales entre las Repúblicas de Guatemala y Honduras” y que en medios de prensa se le ha llamado —por razones prácticas— Unión Aduanera entre Guatemala y Honduras.
Seguramente la utilización del término Unión Aduanera, uno de los estadios de la integración económica, ha confundido no solamente a nuestro respetado lector, ya que en términos académicos y siguiendo de manera estricta los conceptos, definitivamente ambos países no conformarán una Unión Aduanera Perfecta, ya que la sola existencia de excepciones a la regla o no contar con un arancel externo común para el 100% del universo arancelario no permitirá que ambos países conformen una Unión Aduanera.
Posiblemente por esa razón los presidentes que firmaron el mentado Protocolo en el 2014 le llamaron de esa manera, proceso de integración profunda hacia el Libre Tránsito. Desde 1963, los miembros del Mercado Común Centroamericano llevan asegurando y reiterando que conformarán una Unión Aduanera, un buen deseo que no se ha llevado a la práctica.
De hecho los países de Centroamérica ni siquiera forman una Zona de Libre Comercio, ya que todavía algunos productos originarios de la región conforman el Anexo A, que lista lo que no goza del libre comercio. Posiblemente estas discusiones un tanto bizantinas son propias de algún debate académico, pero al final del día para los protagonistas del comercio internacional lo realmente importante es determinar si la región se dirige con medidas concretas al libre comercio y la integración de personas, capitales y bienes que produzcan disminución en los costos de transacción, mejoren la competitividad y produzcan mayor riqueza y empleos.
Bajo el anterior criterio, todo parece indicar que las medidas y marco institucional que están construyendo ambos países con el apoyo de la Sieca y de otras agencias internacionales de cooperación permitirán que el próximo semestre pueda disminuir sustancialmente el tiempo invertido en el cruce fronterizo de verduras guatemaltecas para ser consumidas en Honduras, llámese Unión Aduanera o de otra manera, lo que será bueno para productores exportadores, consumidores y transportistas. Y si a esto le sumamos que mejorarán los ingresos fiscales, la cosa no podría ser mejor.
Este esfuerzo se realiza bajo la atenta mirada del resto de los miembros del subsistema de integración económica y dependiendo de los resultados se sumarán a la iniciativa.
Entre Honduras y Guatemala no cruza un millón por minuto, pero el esfuerzo por integrarnos un poco más vale la pena.