Esta historia es tan real como otras tantas probablemente más atroces o sangrientas y que se repiten en nuestros vecindarios sin que podamos hacer nada.
Todos en nuestro país, sin excepción, hemos sido víctimas de algún hecho violento y pareciera que ya forma parte de nuestra manera de vivir. Sin embargo, la impunidad de nuestro sistema está permitiendo que cada vez más los criminales actúen con más libertad, y lo que es peor, se incremente la saña, el salvajismo y la crueldad.
Es por ello que muchos condominios, colonias y otros sectores se han visto en la necesidad de asociarse para protegerse, logrando establecer medidas de seguridad cada vez más eficientes, sobre todo con la tecnología actual, que ha permitido mejores y adecuadas medidas disuasivas que evitan el enfrentamiento no aconsejable ni conveniente, dejándole esta tarea a las fuerzas de seguridad del país.
Y esto tiene mucho que ver con el valor de las propiedades, ya que al igual que una inundación, un agujero, un hundimiento o un deslizamiento de tierra, puede afectar poderosamente los sectores, sobre todo en el deseo de las personas de abandonar y emigrar a otro sitio más seguro.
Lo mismo pasa con la inseguridad. En aquellos sectores afectados por la violencia similar a un evento trágico, los dueños quieren huir y los precios de las propiedades tienden a bajar por la poca demanda, ya que nadie quiere vivir allí.
Sin embargo, en otros donde hay cooperación y solidaridad entre vecinos, las propiedades tienen mayor y demanda porque se vuelven apetecibles por familias que desean residir en estos asentamientos humanos que brindan seguridad y confianza y, por ende, con valores mejores.
Sumado a esto, la mayoría de bancos y financieras elaboran sus propias listas de zonas rojas, de las que no aceptan como garantía para préstamos hipotecarios.
Creo que es tiempo de que reaccionemos, que nos llenemos de coraje y sepamos defender nuestras vidas, la de nuestras esposas e hijos, y nuestros bienes.
En las escrituras hay un pasaje donde se justifica que no debemos quedarnos de brazos caídos y aceptar las agresiones y dice: “Y aconteció que rasgó su túnica y tomó un trozo y escribió en él: En memoria de nuestro Dios, nuestra religión y libertad y nuestra paz, nuestras esposas y nuestros hijos, y lo colocó en el extremo de un asta, y se ajustó su casco y su peto y sus escudos y se ciñó los lomos con su armadura y tomó el asta, en cuyo extremo se hallaba la túnica rasgada, y la llamó el estandarte de la libertad”.
Por lo tanto, es nuestro deber tener el suficiente coraje para enfrentar esta situación, no armándonos como guerreros, sino siendo solidarios, cooperadores y responsables pagando los aportes convenidos, no solamente en su totalidad, sino también a tiempo, oportunamente, para poder hacer frente a los gastos que implica la vigilancia y seguridad de un vecindario.
Y será justamente en los nuevos y mejores valores de sus propiedades donde creo que se reflejará el cambio esperado por la mayoría. ¿Dudas?