La llegada al poder de Vladimir Putin en 2000 fue seguida por un impresionante ascenso de los precios de los hidrocarburos. Resultado: Moscú reembolsó sus deudas y mejoró la calidad de vida de la población, pasando página a los humillantes años 1990.
Pero, desde hace una década, cada informe del FMI o del Banco Mundial, incluye las mismas recomendaciones: Moscú debe aprovechar la renta petrolera para alentar el desarrollo de otros sectores.
“El petróleo es a la vez una bendición y una maldición”, previno en 2012 el responsable del FMI para Rusia, Antonio Spilimbergo, llamando a mejorar el clima de negocios y a luchar contra la corrupción para atraer las inversiones.
Putin también abogó desde 2006 por modificar la estructura económica en pro de las nuevas tecnologías.
Así, el Estado creó Rosnano, un hólding especializado en nanotecnologías, o Skolkovo, una zona al sur de Moscú consagrada a la alta tecnología siguiendo el modelo de Silicon Valley.
Pero estos sectores están lejos de competir con los mastodontes públicos energéticos.
“Cuando los precios del crudo y del gas son altos, es difícil llevar a cabo reformas” de diversificación económica, asegura Neil Shearing, del gabinete Capital Economics.
Los precios elevados llevan por un lado a las autoridades a postergar las decisiones a largo plazo y por otro refuerzan el rublo, restando competitividad a las empresas rusas a nivel internacional.
Economía rusa se resiente por caída del precio del crudo. (Video: tomado de Youtube)