A 75 días de que concluya el presente ejercicio fiscal e inicie el próximo, la pregunta del millón en medio de una incertidumbre generalizada es ¿cómo vendrá el 2023?
Esto, porque la economía se basa en expectativas con tres escenarios: positivos, moderados o negativos, por parte de los agentes económicos y tomadores de decisiones, a efecto de reaccionar de manera oportuna.
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¿Qué es una recesión?
El concepto de recesión consiste en la acumulación de dos periodos consecutivos de crecimiento económico negativo. Por ejemplo, dos trimestres de un mismo año fiscal. Por otro lado, se puede decir que un ciclo recesivo se da cuando la economía deja de crecer y comienza a contraerse.
Por lo general, este fenómeno viene acompañado y puede reflejarse en un menor dinamismo y la pérdida de empleo. Actualmente, Guatemala esta fuera del radar de una recesión, pero si hay una tendencia, en el corto plazo, a una desaceleración (ritmo de crecimiento menor), pues la economía estaría creciendo en un rango de 3 a 5 por ciento este año, con un valor central o núcleo del 4 por ciento, que sería menor al 8% del 2021.
En 2020 y por efecto de la crisis sanitaria la economía decreció -1.8%, pero luego repuntó en 2021 (efecto rebote) y en el 2022 se esperaría el crecimiento regrese a la normalidad, aunque las autoridades monetarias están dispuestas a revisar los indicadores, a medida que suceden cambios con los precios de la economía, por lo que podrían dar a conocer nuevos datos antes de que termine el año.
El contexto internacional
Las perspectivas de una posible recesión para 2023, cada vez se acentúan en algunos países y situaciones como el conflicto internacional entre Rusia y Ucrania, la crisis energética en países europeos, la alta inflación global, el incremento de las tasas de interés (sobre todo en Estados Unidos y Europa), el fortalecimiento del dólar y la posible escasez de algunos bienes industriales, ponen presión, de manera que predomina el efecto “contagio” o “transmisión” para economías pequeñas o en desarrollo como las centroamericanas.
De hecho, la economía mundial aún no lograba superar los efectos causados por la crisis sanitaria, y situaciones como la escalada de la inflación que provoca la pérdida del valor adquisitivo de las personas, genera automáticamente un menor consumo, que conduce a una desaceleración en el ritmo de producción de bienes y servicios, lo que a su vez impacta en el empleo.
Cada vez más, en estas últimas semanas, es común escuchar que se hable de una recesión económica, así como el requerimiento de anticipación de los agentes económicos, tomadores de decisiones y hasta de los Gobiernos centrales para aplicar medidas.
Recientemente, Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), hizo una advertencia en el sentido de que la posibilidad “de que haya una recesión mundial ha subido y ahora, el mundo ha entrado en una época de fragilidad y volatilidad”.
Ese organismo ha calculado que alrededor de un tercio de la economía mundial tendría al menos dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, lo que podría observarse entre este y el próximo año.
¿Cómo está Guatemala?
El pasado 7 de octubre el banco central, presentó los resultados del segundo PIB trimestral de Guatemala -abril a junio- que fue positivo en 4.1%, al igual que el comportamiento del primer trimestre -enero a marzo- que se situó en 4.5%.
Esto significa que, en los dos primeros trimestres del año, la economía se mantiene en un ritmo positivo, impulsada por el incremento de todos los componentes de la demanda interna como el consumo final de los hogares y del gobierno general, aparte e la inversión y las importaciones/exportaciones de bienes y servicios.
En tanto que el índice mensual de la actividad económica (Imae) -que es otro indicador de corto plazo- se ubicó en agosto en 3.9 por ciento y está regresando a los niveles prepandemia.
¿Cuál es la lectura?
Recientemente, durante en una entrevista con Prensa Libre, Álvaro González Ricci, exministro de Finanzas y hoy presidente del Banco de Guatemala (Banguat) y de la Junta Monetaria, afirmó que la economía de Estados Unidos crecerá muy poco este año, pero tendrá un desempeño positivo, aunque las previsiones para 2023 es que la tasa de crecimiento será muy baja.
Para el caso de Europa, explicó que la probabilidad de una recesión ha venido aumentando, pero lo más probable -el escenario- es que si ocurre una recesión sería en 2023, y no en 2022, a la que “todos los países están expuestos”. En todo caso, el escenario base no es de recesión, sino de una desaceleración fuerte. Pero es ahí donde comienza el proceso recesivo.
¿Cómo recibir el 2023?
Aunque en Guatemala los indicadores apuntan a una desaceleración en la economía, en Estados Unidos todavía no se sabe cómo será su caída: si abrupta o suave.
Los optimistas apuntan a una caída suave, pero los pesimistas a una muy abrupta, pero todos están de acuerdo en que habrá una baja del crecimiento y la mayoría opina que será una caída suave, lo que depende de las decisiones de la Reserva Federal (Fed) en cuanto a la tasa líder y el efecto que tenga sobre la inflación, que todavía se ubicó en 8.2% interanual en septiembre pasado.
Lo cierto es que la probabilidad de que el país norteamericano entre a un proceso recesivo en 2023 es del 90%, para lo cual, Guatemala ya comenzó a prepararse con alzas en las tasas de referencia, mientras espera que aumente el dinamismo de las exportaciones y el ingreso de remesas.
El tema es que si hay una recesión en Estados Unidos, estas dos variables se verán afectadas debido a la reducción de las importaciones y un aumento de desempleo para los migrantes.
Con información y aportes de Maynor Cabrera, investigador de la Fundación Economía para el Desarrollo, y Paul Boteo, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Desarrollo.
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