Una nueva publicación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) analizó siete ejemplos claros que muestran que una agricultura sostenible en América Latina y el Caribe es posible, entre ellos uno de Guatemala.
Los ejemplos concretos demuestran cómo pasar de buenas prácticas a políticas públicas, y cómo alinear los objetivos ambientales con una producción agrícola eficiente y socialmente inclusiva.
En Guatemala, participaron mil 233 familias, en 350 mil hectáreas de la RBM, en Petén. Se espera la generación de al menos dos mil empleos directos anuales. Las actividades de manejo de productos forestales no maderables y turismo son las que más empleo genera a mujeres.
Resultados concretos
El informe de la FAO refiere que los ingresos económicos de la población han aumentado como consecuencia de la diversificación productiva estimándose ingresos brutos de poco más de US$5 millones anuales para el total de comunidades.
La mayor parte de las concesiones tiene sus propios aserraderos y centros de acopio y han escalado en la cadena de producción y de agregación de valor de los productos forestales, maderables y no maderables también contribuyendo a la creación de trabajo calificado.
Los beneficios económicos de la mayoría de las concesiones comunitarias se enfocan en proyectos sociales que favorecen la educación, salud, vivienda e infraestructura local. Las concesiones industriales también brindan este tipo de inversiones.
Las concesiones forestales en Guatemala se han establecido en la Zona de Uso Múltiple (ZUM) de la (RBM) y están bajo la administración del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap).
Aproximadamente 500 mil hectáreas han sido otorgadas a 12 grupos comunitarios organizados y dos industrias forestales, que han venido operando desde hace dos décadas y están próximos al cumplir la primera fase del contrato fijado en 25 años.
Actualmente, según la FAO se encuentran en un punto de consolidación, tanto desde la perspectiva de las comunidades como de la Conap, el modelo de gestión comunitaria demostró que es factible combinar objetivos de conservación con un desarrollo sostenible de las comunidades forestales, y que esto resultan en múltiples beneficios socioeconómicos y ambientales.
En el caso del “Manejo forestal comunitario”, en Guatemala, el desarrollo de asociatividad de segundo nivel —con la Asociación de Comunidades Forestales del Petén (Acofop) y la Empresa Forestal Comunitaria (Forescom)— permitió a los concesionarios contar con figuras independientes y estables que abogaran por sus necesidades y aportaran bienes o servicios de utilidad común —infraestructura productiva, capacitación, acceso a la banca privada, recursos, incidencia política—.
La FAO ha brindado apoyo a Acofop para fortalecer el proceso de organización, agregación de valor y comercialización de productos no maderables.
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Proyectos vigentes
Actualmente, la FAO mantiene vigentes dos proyectos. Ogden Rodas, director del proyecto Adaptación de comunidades rurales, a la variabilidad y cambio climático para mejorar su resiliencia y medios de vida, en Guatemala, cuenta con el financiamiento de la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (Koica), y tiene como objetivo brindar herramientas para adaptarse a un contexto de variabilidad y cambio climático, a través del conocimiento.
El proyecto atiende a seis mil 946 familias, y 30 por ciento son mujeres, de 10 municipios ubicados en los departamentos de Alta Verapaz, Baja Verapaz y Petén.