La mayoría de mujeres que no cuentan con trabajo se encuentran en el área rural; sin embargo, la lucha por abrir espacios se mantiene. Conozca estas historias.
Empoderamiento femenino: Ana Chicoj
En una pequeña comunidad de Chichicastenango, Ana Chicoj, madre soltera de un niño de 10 años, se dedica a capacitar a mujeres productoras artesanales, con el objetivo de empoderarlas económicamente.
Chicoj empezó a tejer y bordar, pero carecía de apoyo para vender sus artículos.
Recibió capacitación de la División de Desarrollo de la Asociación Guatemalteca de Exportadores (Agexport), con lo que adquirió mayores conocimientos.
En la actualidad coordina seis grupos de mujeres, para un total de 79 personas, a quienes capacita cinco veces al mes, para supervisar su desarrollo.
Chicoj cuenta que las artesanas elaboran a mano productos como pelotas típicas, alfombras, llaveros y fajas tejidas.
La mayoría de mujeres ya cuentan con un portafolio de clientes y mercados abiertos.
La promotora considera que es un gran “exito y avance” el que varias mujeres de las que ha capacitado han participado en ferias regionales y salen de su comunidad para poder seguir empoderándose.
Cultivo de cardamomo: Rosadela Rodríguez
Aproximadamente 83 mujeres que se dedican a cultivar cardamomo reciben apoyo de la Asociación Femenina para el Desarrollo Integral La Taña, de Uspantán, Quiché.
Rosadela Rodríguez, quien preside la Asociación, apoya a las mujeres para que, además de conocer el producto, puedan venderlo y con ello mejorar sus ingresos y el de sus familias.
La presidenta de la Asociación recuerda que para comenzar el proyecto se acercaron a instituciones del Gobierno para solicitar apoyo, sin obtener una respuesta. En el 2015, por medio de la División de Desarrollo Agexport, lograron presentar su producto en varios encuentros rurales que les permitieron vender a mejor precio el cardamomo que producían.
Rodríguez explicó que el cultivo del cardamomo es uno de los más importantes en las comunidades. Sin embargo, los precios no han sido los mejores en los últimos años.
Los planes a corto plazo, señaló, son diversificar a otros cultivos, como cacao, pimienta, yuca, y malanga; sin embargo, afirmó que el gran desafío es el acceso al crédito.
Capacitación y desarrollo: Catarina Tum
La lucha por la equidad, con el objetivo de abrir más espacios para mujeres productoras de ejote, es uno de los principales objetivos de Catarina Tum, quien capacita a unas cien féminas en Sacapulas, Quiché.
Por medio de charlas sobre temas educativos, seguridad alimentaria y empoderamiento de la mujer, cada mes Tum visita a las productoras en sus hogares, porque no cuenta con un espacio físico para atenderlas.
Tum forma parte de un grupo de 30 promotoras de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) y género, donde se cuenta con seis especialistas y 25 técnicos agrícolas, que son los encargados de promover la participación de las mujeres, además de sensibilizar en aspectos de género. En total, 65 personas se dedican a esa labor.
Tum afirmó que las productoras de ejote logran administrar de mejor manera sus recursos, por medio de la capacitación, y al adquirir mayor conocimiento son tomadas en cuenta para puestos de liderazgo en su comunidad, los cuales, en su mayoría, son ocupados por hombres.
Producción de calidad: Felicia Estayul
Desde niña, Felicia Estayul padeció lo difícil que es abrir espacios para que las mujeres se desarrollen económicamente en su comunidad.
Su experiencia durante la infancia la motivó a continuar la labor que su madre realizó como fundadora de la Asociación para el Desarrollo Integral de la mujer Uspantanense en Quiché, lugar donde capacitan a 11 comunidades de artesanas.
Las integrantes de la Asociación elaboran petates y rollos de trenza, canastos, bolsos, individuales, organizadores de mesa y de sala, lámparas y el traje típico de Uspantán.
Las mujeres de la comunidad elaboran su propio producto para venderlo en el mercado local y desde hace dos años buscan mercados internacionales.
Estayul se convirtió en promotora y apoya a las mujeres en la elaboración del producto, promoción y comercialización.
“El reto más grande es abrir más espacios para las mujeres, para que su trabajo sea valorado”, manifestó Estayul.
“No se les paga el precio justo del producto, es algo artesanal, todo se trabaja con fibra natural de palma y no dañamos al ambiente”, enfatizó.