He venido trabajando en este tema que por lo general año con año ocupa la mente y el interés de la mayoría de los humanos, el cambio; ese deseo profundo de lograr lo que en una etapa no fue posible, programación de nuevas metas y retos o la aspiración de acabar con un hábito que le impide conseguir los resultados esperados.
He querido encontrar algunas respuestas que faciliten saber qué sucede en el proceso de programación (con la que batallamos de los 0 a los 12 años) y ejecución de nuestras actividades cotidianas o más repetidas. Entender qué es lo que impide que se consolide un reto establecido en cierto tiempo de nuestras vidas.
Como bien lo dice Nathaniel Emmons: “Los hábitos son tu mejor sirviente o el peor de tus dueños”. Hacer ejercicio, comer sano, terminar los estudios, madrugar, concentrarse, tocar un instrumento musical, relacionarse sin miedo con otros seres humanos, ser organizado u ordenado, hablar un nuevo idioma, dormir bien, tener metas y alcanzarlas, gestionar bien tu dinero, leer, ser paciente, escuchar activamente, respetar la individualidad del otro; eventos todos realizables a partir de buenos hábitos.
Pero: fumar, beber licor y embriagarse, comer desordenadamente alimentos dañinos al organismo, ser agresivo, infiel, mentiroso, perezoso, comerse las uñas, botar basura o escupir en cualquier sitio, llegar tarde a los compromisos, pasar muchas horas frente al televisor o en videojuegos y muchos más, también son hábitos, pero con un componente limitante, y te impiden avanzar en una ruta fructífera.
La pregunta es: ¿con cuáles convive usted, apreciado lector, quiere cambiar alguno, desea incorporar algo que lo conduzca en piloto automático al éxito? Bueno, ahora es su turno, llegó la Navidad para demostrar cuáles son nuestros hábitos. ¿Se anima? La diferencia muchas veces entre una persona y otra no son más que sus hábitos.
Hasta la próxima, ¡con nuevos hábitos!