Randy Brito, fundador de BitcoinVenezuela.com, explicó que el crecimiento de estas transacciones en el país empezó en 2014, cuando arreció la crisis económica por la caída de los precios del petróleo, fuente de 96% de las divisas.
La llamada “minería” consiste en operaciones matemáticas que verifican la validez de transacciones en bitcoins mediante poderosas computadoras. Las máquinas son recompensadas con bitcoins que pueden cambiarse por dólares, otras criptomonedas, giftcards o bolívares.
Verónica, una empleada del edificio que pidió usar un nombre ficticio, dijo que su jefe instaló máquinas de bitcoin a principios de 2015, por recomendación del hijo de un socio.
“Hay máquinas que dan US$800 al mes (más de 26 millones de bolívares). Éstas dan menos porque son viejas. Están encendidas todo el día y cada cierto tiempo a mi jefe le llega un correo diciendo cuánto dinero ha hecho”, relató.
“Usted recibió 0,00847178 BTC (bitcoins) que valen US$35.55”, decía el correo más reciente. Un bitcoin está valorado en US$5.615,05.
Tras observar esas ganancias, Verónica entró al mundo de las criptomonedas.
“Compré una máquina, una amiga otra y un muchacho 20. Las instalaremos en casa de una señora. La mía costó US$2 mil 280 y produce entre 20 y 25 litecoins -otra criptomoneda- al mes. Cada litecoin se cambia por US$46, son US$920 mensuales”, agregó.
Huyendo de la inflación
En Venezuela, las personas se resguardan en bitcoins para protegerse de una inflación que podría rondar el 1.400% este año, según Ecoanalítica, y de la devaluación del bolívar -de 96% respecto al dólar-.
“Quien compre bitcoins con bolívares gana valor por el aumento del precio del bitcoin con respecto al dólar, y escapa a la inflación”, dijo Brito.
Eugenia Alcalá, fundadora de Dash Caracas -organización que educa sobre criptomonedas-, explicó que los venezolanos también las usan para comprar alimentos o medicamentos, en grave escasez.
“Quisiera tener acceso a mercados de otros países”, dijo Liliana Carvajal, una administradora de 45 años que recibió una charla de Dash Caracas.
Según el portal LocalBitcoins, en la última semana de septiembre en Venezuela se hicieron transacciones en bitcoins por casi 40 mil millones de bolívares (US$1.1 millones).
Brito estima que unos 100 mil venezolanos “están minando”, aunque aclara que es imposible saberlo con exactitud, pues muchos se protegen con servidores de otros países.
“La gente está como loca comprando máquinas. Se compran por internet en China y a veces hay que pagarle a alguien US$1 mil para que las compre, porque la página está colapsada”, explicó Verónica.
Cada computadora cuesta entre US$1 mil 310 y US$2 mil 280.
Adquirirlas no es el único obstáculo: “Para que las dejen pasar (en la aduana) hay que pagar al menos US$800”, afirmó a la Simón, un empresario de 32 años que las importa.
“Underground”
Al subsidiar la electricidad, explicó el economista Asdrúbal Oliveros, el gobierno socialista de Nicolás Maduro hace “muy rentable ‘producir’ bitcoin”, actividad que consume mucha energía.
En la oficina de Verónica cuatro aires acondicionados evitan que las máquinas se recalienten. “En electricidad apenas gastamos 15 mil bolívares al mes (menos de 50 centavos de dólar en el mercado negro)”, indicó.
Agentes del servicio de inteligencia (Sebin), aseguró Simón, visitan casas o edificios en los que el consumo eléctrico se dispara inusitadamente.
“Si encuentran máquinas, detienen a los dueños o los extorsionan”, aseguró.
El abogado Jesús Ollarves aclaró que operar criptomonedas no es ilegal en Venezuela; sin embargo, “la policía política (Sebin) detiene a quien lo hace por robo de energía”.
“Mientras no haya regulación, tiene que ser underground, los ‘mineros’ han sido perseguidos”, añadió Alcalá.
Andreas Antonopoulos, empresario experto en bitcoin, comentó que las criptomonedas no podrán detenerse en Venezuela porque “ayudan a la gente a escapar de la hiperinflación”.
Christian, quien vive en un barrio pobre de Caracas, adaptó su ordenador personal para minar US$15 al mes. Aunque dejó de hacerlo por temor a ser detenido, piensa volver.
“El dinero de mi trabajo -venta de silenciadores de carros- apenas alcanza para comer”, confesó el joven.