La Oktoberfest quedó inaugurada ayer con el tradicional mazazo al grifo que abre el primer barril de cerveza, por parte del alcalde de la capital de Baviera, el socialdemócrata Dieter Reiter, a lo que siguió el ritual grito de “Ozapft is” , traducible por “Está abierto” .
Hoy siguió el desfile de las carrozas engalanadas, mientras en el recinto ferial continuaba el consumo cervecero en el interior de las carpas, entre las norias y resto de atracciones en el exterior.
El primer fin de semana de la fiesta estaba algo empañada por la situación vivida en las semanas anteriores, en que la estación ferroviaria de la capital bávara quedó colapsada por las oleadas de refugiados.
El Gobierno alemán había dado luz verde a la llegada de los peticionarios de asilo concentrados en Hungría, lo que precipitó la llegada a la capital bávara de hasta 10,000 refugiados por día.
La situación se ha descongestionado algo desde que el pasado domingo se implantaran controles fronterizos y se distribuyera a los solicitantes de asilo por otras regiones del país, en trenes especiales.
Entre el sábado y el domingo se estima que llegaron a Múnich unos 2.000 refugiados más, a los que se ha acogido en albergues provisionales o trasladado a ciudades vecinas.
Múnich espera, entre hoy y el 4 de octubre, cuando cerrará sus puertas, a unos seis millones y medio de visitantes de todo el mundo para su popular Oktoberfest.