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¿Habrá realmente una “reactivación económica” en Guatemala?

Los principales socios comerciales de Guatemala —en especial Estados Unidos— se darán por servidos si experimentan tasas de crecimiento económico parecidas a los años previos a la pandemia.

Foto: Hemeroteca PL

Foto: Hemeroteca PL

Guatemala cerró el 2019 con una de las mayores tasas de crecimiento económico de los países en América Latina (3.8%) y arrancaba el 2020 con la llegada de una nueva administración al Organismo Ejecutivo.

Situaciones que aunadas a un entorno internacional estable auguraban que la economía nacional podría crecer en el 2020 en hasta 4.1%. No obstante, la llegada del nuevo coronavirus y las medidas adoptadas para combatirlo ubicaron al país y al mundo entero en una crisis económica y sanitaria de dimensiones históricas.

La llegada de la pandemia representó hasta el 29 de diciembre el lamentable fallecimiento de 4 mil 773 personas en Guatemala y el contagio de 135 mil 441. Además, una caída en el Producto Interno Bruto estimada en -2.5% al cierre del 2020, una reducción de 117 mil 696 plazas de empleo formal en el sector privado y un déficit fiscal estimado de -5.7% del PIB durante el 2020.

Cifras que le agregan un peso a los desafíos económicos y sociales que ya tenían un carácter de urgencia previo al inicio de la pandemia (59.3% de la población viviendo en condiciones de pobreza, 46.5% de los niños menores de 5 años con desnutrición crónica, más de 3.2 millones de personas ocupadas en actividades informales y desempleadas ante la ausencia de oportunidades de empleo formal, por enumerar algunas de ellas).

Conforme avanzaron los últimos meses del 2020 distintos organismos internacionales coincidieron en pronosticar que la caída en el PIB sería “menos grave” de lo que originalmente se tenía pensado (por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional —FMI— esperaba en junio una caída a finales de 2020 del -5.2% en el PIB mundial y en octubre estimó que este indicador cerraría en -4.4%), aunque también esperan una recuperación económica menos favorable para el 2021 a lo que originalmente se había predicho (el FMI proyectaba en junio un crecimiento para 2021 de 5.4% en el PIB mundial y en octubre estimó que este indicador se ubicará en 5.2%).

A pesar de contar con distintos tipos de vacunas contra el covid-19, se percibe que el impacto negativo que provocará la llegada de una segunda ola de contagios al país superará el impacto positivo que pueda generar la puesta en marcha de planes de vacunación.

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Para Guatemala el tema de moda para el 2021 ha sido la “reactivación económica”, que amerita contextualización para desarrollar una expectativa común de lo que se puede esperar.

En el mejor de los casos (sin una importante ola de contagios de covid-19 al iniciar el año y esperando un impacto moderado en la infraestructura productiva del país luego de las tormentas Eta e Iota) se espera que la economía guatemalteca crezca alrededor del 3.5%.

Una tasa favorable si se tiene como punto de partida la ocurrencia de la pandemia, pero insuficiente al ubicarse en el promedio de crecimiento económico experimentado en el último cuarto de siglo.

Es importante reconocer que los principales socios comerciales del país, en especial Estados Unidos, se darán por servidos si experimentan tasas de crecimiento económico parecidas a los años previos a la llegada del virus.

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Por lo tanto, para lograr un desempeño económico favorable ya no será suficiente encomendarse a condiciones económicas externas positivas, sino que dependerá de los cambios y mejoras que se puedan alcanzar a nivel individual como país.

Lo que nos obliga a lograr resultados, no muy distintos a los que se necesitaban previo al covid-19 (mejorar la infraestructura productiva, aumentar la certeza jurídica sobre las inversiones y el cumplimiento de contratos, reducir los costos logísticos y productivos, etcétera), pero ahora tienen un enorme carácter de urgencia.

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David Casasola es investigador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales