HABLEMOS DE DINERO

¿Qué nos separa de tener taxis voladores?

Mucho se ha soñado con un futuro parecido al de los “Supersónicos”, pero hay que saber que casi todas las predicciones sobre la llegada de los taxis aéreos han estado equivocadas. ¿Será el intento neozelandés el que nos ponga, finalmente, a volar?

Andrew Ross Sorkin

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Desde octubre, se ha visto un misterioso objeto volador por los cielos de la isla Sur de Nueva Zelanda. Parece una cruza entre un avioncito y un dron, con una serie de pequeñas palas de rotor en cada ala para poder despegar como helicóptero y después volar como avión. Para las personas en tierra, nunca ha quedado claro si hay un piloto a bordo.


La empresa, conocida como Kitty Hawk y dirigida por Sebastian Thrun, quien ayudó a comenzar la división de vehículos autónomos de Google cuando fue director de Google X, ha probado un nuevo tipo de taxi volador autónomo que solo utiliza electricidad. Es un proyecto completamente distinto del que quizá viste el año pasado en un video viral en el que una aeronave recreativa con un solo piloto hace un vuelo de prueba sobre el agua; además, es mucho más ambicioso.

Imagine empezar una red de taxis aéreos autónomos, como lo está planeando Uber, pero mucho tiempo antes de que lo haga la empresa que brinda servicios de transportación. Ese es el objetivo de Page.

La ambición de Nueva Zelanda

Hasta la fecha, no se sabía que los taxis aéreos de Nueva Zelanda estaban relacionados con Page: los aviones que operan ahí han sido parte de un proyecto encubierto dirigido por una empresa llamada Zephyr Airworks.

Ahora, el proyecto está a punto de salir a la luz pública: este martes 20, la empresa de Page y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, anunciarán que han llegado a un acuerdo para probar los aviones autónomos de Kitty Hawk como parte de un proceso de certificación oficial. Se espera que este genere una red comercial de taxis voladores en Nueva Zelanda tan solo dentro de tres años.

La maniobra es un gran paso hacia la comercialización de esta tecnología; hasta hace poco, incluso el pronosticador más optimista habría apostado que tardaría otra década en lograrse.

La decisión de aceptar el uso comercial de taxis voladores ofrece una oportunidad para que Nueva Zelanda deje atrás a muchos países desarrollados en esta área, y tal vez le dé una ventaja sobre Silicon Valley, donde se está llevando a cabo la mayor parte de los trabajos más innovadores.

En un correo electrónico, Ardern mencionó que la decisión de trabajar con Kitty Hawk estaba relacionada con “enviar un mensaje al mundo de que nuestras puertas están abiertas para la gente con grandes ideas que quiere convertirlas en realidad. “En Nueva Zelanda tenemos el objetivo ambicioso de cero emisiones netas de carbono para 2050”, agregó, “y lo lograremos, en parte, gracias a proyectos emocionantes como este”, pues el vehículo de Kitty Hawk es totalmente eléctrico.

Embrollos regulatorios

En Estados Unidos, la maniobra representa un desafío importante para sus autoridades regulatorias, en particular para la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés). Aunque la FAA permite los vuelos de prueba de vehículos autónomos, no hay una manera de certificarlos y comercializarlos a pesar del constante flujo de titulares de periódico sobre los esfuerzos de Uber, Airbus y otras empresas. Hasta ahora, la agencia, que supervisa cielos mucho más concurridos que los de Nueva Zelanda y lleva mucho tiempo mal financiada, se ha tardado en adoptar las reglas para las nuevas tecnologías.

Varias empresas rivales han sentado las bases para los taxis aéreos. En noviembre Boeing adquirió Aurora Flight Sciences. Hace dos semanas, Airbus invirtió en Blade, una empresa emergente de aviación con sede en Nueva York. Dubái formó una sociedad con una empresa china, EHang. Y, por supuesto, Uber tiene toda una división llamada Uber Elevate.

Los que están al pendiente del progreso en este campo —los tecnólogos, los aficionados a la aviación y los multimillonarios que buscan transformar los cielos—, pensaban que Page había estado realizando vuelos de prueba de un nuevo avión autónomo solo en el norte de California; el año pasado, varios reportajes e imágenes revelaron la existencia de una aeronave moderna de una empresa con sede en esa zona, llamada Zee Aero, la cual estaba asociada con Page.

El misterio sobre lo que ha estado pasando en Nueva Zelanda ha creado discretamente una inquietud entre los que estaban al tanto. En 2016, Kitty Hawk fundó Zephyr y, durante los últimos 18 meses, ha estado en charlas, bajo un acuerdo de confidencialidad, con las autoridades regulatorias del país. Se ha especulado sobre el origen de Zephyr porque la empresa nombró como director ejecutivo a Fred Reid, quien también había sido nombrado presidente de Zee Aero.

El vehículo soñado

Las ambiciones que tiene Page de crear taxis en el cielo tienen un sentido de gravedad —perdón por el juego de palabras—, no solo por la cantidad de dinero que posee y las capacidades tecnológicas de su equipo, sino también por Reid, quien fue director ejecutivo de Virgin America. Antes de eso, fue presidente de Delta Air Lines y de Lufthansa Airlines, donde fue uno de los arquitectos de Star Alliance.

En una entrevista, Reid señaló que la oportunidad de que Nueva Zelanda fuera el primer lugar para comercializar el servicio de taxis autónomos fue un cambio más grande de lo usual en el progreso del sector. Kitty Hawk ya está trabajando en una aplicación que permitirá que los clientes pidan uno de sus taxis aéreos.

La aeronave, conocida como Cora, tiene una envergadura de 3.6 metros y cuenta con una decena de rotores, los cuales funcionan por medio de baterías. Puede volar cerca de 100 kilómetros y llevar dos pasajeros (su nombre clave había sido Zee.Aero: de ahí toda la especulación y confusión). El plan, al menos por el momento, no es que Kitty Hawk venda los vehículos; la empresa quiere ser propietaria y operadora de una red de ellos por sí sola.

Sin embargo, antes de que todo el mundo se emocione —o se ponga nervioso— de más sobre este futuro parecido al de los “Supersónicos”, hay que saber que casi todas las predicciones sobre la llegada de los taxis aéreos han estado equivocadas. Apenas en 2017, Dubái comentó que EHang comenzaría a operar un servicio de taxis voladores autónomos en julio pasado. Nunca sucedió.

© The New York Times 2018

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