En las últimas dos décadas, la economía guatemalteca puede perfilarse como dependiente de las remesas familiares, que han estimulado el consumo interno, pero ahora también enfrentará exigencias globales que ha impuesto la crisis sanitaria y que los gobiernos y los agentes económicos han llamado la construcción de un nuevo camino productivo.
De forma visible la nueva normalidad dicta las formas de producir, distribuir y consumir, mientras el empresario guatemalteco, la academia y el sector público se adaptan al tipo de demanda actual.
De la capacidad de adaptación dependerá el éxito, los resultados en el corto y mediano plazo, y de hablar de un nuevo modelo económico.
Se dice que todas las crisis traen oportunidades, y puede ser el momento de una revisión profunda del modelo del aparato productivo del país.
“El mundo no es igual al que conocíamos a finales de 2019, pero este cambio es una invitación al cambio de mentalidad sobre el rol que puede tener Guatemala respecto de los grandes socios comerciales”, expresó Fernando López Fernández, presidente del Consejo Privado de Competitividad (CPC) de la Fundación para el Desarrollo (Fundesa), sobre cómo hay que repensar la oferta de inversión y exportación ante los efectos de la pandemia y entrar en el ajedrez internacional de los negocios.
Repaso económico
Como en todo, hay un antes y un después.
La economía tiene una estrecha relación con la política, desde la época colonial, y los efectos causados por la pandemia son parte de la evidencia más reciente de eso.
Hablar de la historia económica involucra diversos ciclos, desde el comercio prehispánico, la llegada de los españoles, la fundación de Guatemala y la Revolución Industrial, hasta alcanzar la globalización económica, expresada en la liberación del comercio en los últimos 50 años, y suscribir los acuerdos comerciales con los principales bloques económicos.
Por supuesto que la modernización productiva es una constante que va de la mano del desarrollo social, comercial y político. Y el modelo económico ha sido caracterizado por una serie de aspectos que han marcado la pérdida de productividad y competitividad.
El economista e historiador José Molina Calderón hace un repaso histórico, con motivo del Bicentenario de la Independencia, con el análisis de las nueve constituciones políticas que han regido en Guatemala, y que tienen una marcada relación con los temas económicos.
Molina Calderón resalta que se debe examinar los modelos económicos que han existido en el país, pero, en especial, cuáles son los motores de la economía de Guatemala que han variado con el tiempo.
Ha habido modelos con libertad económica restringida, que estuvieron vigentes hasta 1871, y a partir de ahí el modelo liberal que intentó dar libertad económica con un gobierno fuerte, comentó.
Los gobiernos revolucionarios de 1944 hasta 1954 tuvieron una fuerte intervención estatal, refiere el académico.
A partir del gobierno liberacionista hasta la actualidad ha habido un balance entre lo solidario y lo subsidiario. Todos esos modelos económicos han tenido uno o dos productos principales de exportación, agregó.
De la agricultura a otras actividades
El modelo económico de Guatemala ha dependido, en buena parte, de la agricultura desde la época prehispánica y la Colonia, para pasar a uno agroexportador, actividad que tiene gran participación y sustento en la economía.
En la década de 1980 se introdujeron los beneficios de la Iniciativa Cuenca del Caribe (ICC) por Estados Unidos, que permitió el desarrollo de la industria de vestuario y textil, hasta pasar a nuevos e innovadores esquemas de servicios, reseñó David E. Lewis, vicepresidente de la firma de asesoría económica internacional Manchester Trade, con sede en Washington, D. C.
A partir de la ICC se creó una lista de actividades productivas para fomentar en Guatemala y Centroamérica, las cuales se mantienen vigentes y son de interés, dadas las circunstancias en el rompimiento de las cadenas productivas experimentadas en 2020 por la pandemia.
Para Edwin Matul, exgerente general del Banco de Guatemala, es difícil calificar si un modelo productivo es mejor que otro o si, como país, nos conviene uno más que otro, ya que, al final de cuentas, el modelo productivo va a depender de las condiciones del mercado y el tipo de recursos que se tengan disponibles.
No obstante, aclaró, los problemas surgen cuando se quiere imponer un determinado modelo mediante la concesión de algún tipo de ventajas o subsidios a determinados sectores, lo que resulta en beneficios para unos y en detrimento para otros.
Por ello, expuso que es importante que las decisiones económicas sean libres, tomadas por los agentes económicos dentro de un marco de reglas claras de participación.
El modelo productivo que se instaure, por tanto, dependerá de la vocación y recursos con que se cuente y la explotación de estos, pero, en condiciones de mercado, respetando las reglas de juego legales, sociales, ambientales y otras, destacó Matul.
Paso a la competitividad
Una de las primeras tareas para mejorar la competitividad del país es generar más valor a productos tradicionales de exportación.
Matul considera que la respuesta es generar más grado de transformación en la oferta exportable, a manera de que los productos tengan un mayor valor agregado y se obtengan más ingresos de divisas.
Esto implica buscar un aumento de la productividad mediante la incorporación de elementos nuevos que vayan en concordancia con las tendencias de la competitividad, como la innovación, el uso de la tecnología, incorporación a las cadenas globales de valor, aumento de los estándares de calidad, por citar algunos.
Para ello es preciso impulsar el desarrollo científico-tecnológico, la innovación, la calidad y el uso de las tecnologías de la información y comunicación.
No es un camino fácil, subrayó Matul, ya que todo ello requiere, entre otros aspectos, de un mejoramiento en la preparación de nuestro recurso humano, para lo cual es indispensable ir incorporando en el pénsum contenido que pueda ayudar en esta temática, a nivel universitario, pero, quizá más importante, a nivel técnico.
Molina Calderón hace ver que la pandemia cambió buena parte de la economía, en especial la forma de trabajo desde casa.
“Ha sido un cambio radical. Habrá que reinventarse y fortalecer aquellas áreas económicas en donde Guatemala tiene fortalezas. La competitividad se podrá mantener adaptándose a las nuevas formas de trabajo que estarán determinadas por la automatización de procesos”, advirtió.
López Fernández señaló dos rubros fundamentales en este replanteamiento: inversión y productividad.
En inversión, pública y privada, Guatemala ha ocupado los últimos puestos en Latinoamérica los últimos cinco años, y en productividad seguimos a niveles de la década de los 80 y “eso debe cambiar”, puntualizó.
Asimismo, indicó que no se pueden iniciar procesos de agregación de valor si no existen montos significativos de inversión en capital, así como mayor tecnificación y capacitación orientada a la adquisición de competencias y destrezas demandadas globalmente.
“Guatemala necesita apostar seriamente por dotar de previsibilidad y certeza para la atracción de inversión extranjera y la movilización de inversión nacional, pero también apostar por un modelo formativo orientado a la rápida inserción laboral en sectores de alta tecnificación, productividad y remuneración”, refirió el presidente de CPC.
Productos potenciales
Guatemala viene de un modelo productivo agrícola y agroexportador, de los beneficios de la ICC y la implementación de nuevos esquemas como servicios y economía del conocimiento.
“Viendo más bien hacia el futuro hay que destacar que recientemente se ha presentado la iniciativa Guatemala No Se Detiene, como una guía de los principales productos que el país es capaz de posicionar en el mundo a niveles rentables desde el punto de vista económico, pero también social”, dijo el directivo.
En un primer esfuerzo, se han identificado 20 productos en los que Guatemala puede incrementar sus exportaciones de manera sostenible durante los próximos años, en el sector agrícola, de alimentos, industriales —como productos de limpieza, plásticos y caucho, refrigeradores y electrónicos—, producción textil, y en servicios de atención a empresas —i. e. BPO, ITO, software y contact centers—, explicó López.
“Es una iniciativa con participación de diversos actores privados, con respaldo gubernamental y un liderazgo muy interesante desde la Municipalidad de Guatemala que esperamos tenga el éxito que todos buscamos para el desarrollo del país en términos de crecimiento económico, generación de empleo y beneficios sociales”, manifestó López Fernández.
Matul afirmó que Guatemala debería tener una clara estrategia de país, que si bien es cierto tiene muchas fortalezas, su mayor reto es reconocer y trabajar en superar las debilidades.
Era de la digitalización
La pandemia originó un salto en Guatemala para el que aún no estaba preparado el país, estimó el economista y especialista en temas territoriales Juan Alberto González Jacobo, al exponer que no se ha valorado que el mundo se reorientó a la digitalización de manera más acelerada, y en el país no se han hecho las inversiones que garanticen la creación de competencias técnicas y laborales en el ámbito digital.
Recordó que desde el 2019 se hablaba de la importancia de contar con una canasta digital, como advertencias de organismos internacionales.
González Jacobo explicó que según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 20% de la población tiene acceso a redes más estables en el servicio residencial, y sobre todo el uso del celular para conectarse, pero es muy limitado para las actividades educativas y la producción.
Para lograr esto hace falta mayor ancho de banda -velocidad de conexión- para tener más estabilidad en la transmisión. “Guatemala debe brindar las herramientas y despegar”, enfatizó.
Al igual que planteó el presidente del CPC, González Jacobo remarca que la producción se está automatizando con lo digital.
Oportunidad
La decisión de EE. UU. de reubicar sus fábricas de productos esenciales en países más cercanos con condiciones geográficas, legales y productivas favorables implica un movimiento de capitales de Asia a América, de por lo menos US$18 trillones entre 2021 y 2023.
López Fernández es de la opinión que este nuevo escenario global nos debe conducir a una reflexión seria sobre cómo promover las exportaciones del país de forma más intensa, de la mano de inversiones logísticas estratégicas a nivel vial y portuario.
En el caso de EE. UU., independientemente de la pandemia, hay un interés particular en reducir el flujo de migrantes del Triángulo Norte hacia su país y eso debería hacer posible una acción mayor de su parte para promover las inversiones estadounidenses en el área, incrementando las opciones de empleo y mejorando la situación económica y social, señaló.
Hoja de ruta
El 23 de octubre del 2020 se presentó un informe de la firma consultora McKinsey & Company como una propuesta para que Guatemala alcance una recuperación económica y en la cual se establecieron algunos indicadores.
Fortalecer las exportaciones con valor agregado, identificación de mercados y la atracción de inversión extranjera directa fueron algunos resultados que en esa ocasión se dieron a conocer, con un potencial de incremento de las exportaciones hasta por US$5 mil millones en 2030.
Ahora bien, para cumplir esa hoja de ruta, ¿cuáles son las decisiones políticas que deben adoptarse? López Fernández y Matul respondieron de la siguiente manera.
“La institucionalidad, la certeza jurídica y el combate a la corrupción son los temas más críticos y la deuda en ese sentido es clara. Por aparte, debe impulsarse una agenda de competitividad basada en mejorar la infraestructura y acelerar la formación del capital humano. Un cambio en la educación es fundamental y debemos replantearnos un enfoque moderno y efectivo para que los guatemaltecos tengan las herramientas que les permiten garantizar su futuro”, expresó el presidente del CPC.
Matul, por su parte, pone en valor la hoja de ruta elaborada por la consultora. Sin embargo, si no se concretan reformas estructurales “seguiremos inmersos en un ambiente que no es amigable con la inversión, y sin esta no hay crecimiento económico”.
Recordó que las agencias calificadoras de riesgo país han hecho notar la debilidad de las instituciones públicas, que el estado de Derecho es un desafío, además de la persistencia de bajos niveles de ingresos fiscales, deficiencias en servicios públicos básicos —especialmente en educación y salud— e infraestructura física, crecimiento económico insuficiente para reducir el nivel de pobreza, escasa inversión extranjera directa como resultado de un inadecuado clima de negocios, desigualdad en los ingresos y alta percepción de corrupción gubernamental, entre otros.
“De no comenzar a resolver estos problemas, en lugar de competir en el ajedrez internacional seguiremos siendo espectadores desde la última fila”, apuntó.
Una agenda mínima
Parte de las metas que formula el estudio de McKinsey están a la vuelta de la esquina para una transformación económica.
¿Qué cambios en el corto y mediano plazo deben desarrollarse? López Fernández dice que Guatemala debe ser asertiva en el fortalecimiento de su institucionalidad, lo cual le permitirá posicionarse como un destino atractivo a la inversión.
En el mediano plazo, hay que motivar una discusión profunda sobre las reformas legales e institucionales que se han ido postergando, como zonas francas -reformas aprobadas el 13 de mayo-, contratación a tiempo parcial, inscripción de empresas, inversión en infraestructura y mejora del clima de negocios.
Matul va más allá y le suma reformas institucionales y legales que permitan una mejora gradual y sostenida en la recaudación de impuestos y en la sostenibilidad de la deuda pública, llenar la enorme brecha de infraestructura física que limita la productividad del país y reformas profundas a las instituciones del Estado que corrijan, por ejemplo, la elevada percepción de corrupción y la falta de certeza jurídica.
Una agenda que debería adoptarse como plan de país es atender reformas del Estado, por un lado, y el fomento de la inversión, por el otro, resumió Matul.
En este marco, hay una serie de temas que se deberían tomar en cuenta, desde buscar una mayor representatividad de autoridades -que requiere de una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos-, mejorar el control del gasto público, una reforma verdadera a la Ley de Contrataciones, mejorar la administración pública mediante un mejor servicio civil y la generación de estadísticas, y reforzar el sistema de justicia, todo esto orientado a la reforma del Estado.
Por el lado del fomento a la inversión coincidieron en la necesidad de regular las consultas comunitarias, promulgar la ley de insolvencias, la reformas a la Ley de Alianzas Público-Privadas, mejorar la supervisión de obras y la Ley General de Infraestructura y la regulación del trabajo a tiempo parcial, entre otras.
Guatemala del 2030
A criterio de los consultados, si Guatemala logra implementar ejes de acción puede multiplicar 2.5 veces el ingreso per cápita de sus ciudadanos para 2030, por la mayor productividad de los sectores exportadores y la creación masiva de empleos para sectores de la población que cuenten con conocimientos más calificados y en ubicaciones geográficas propicias para la vivienda, la inversión y el desarrollo.
Además, con las decisiones correctas se podría crecer del 5 al 7 por ciento anual, refirió López Fernández.
“Por el contrario, si no tomamos estas decisiones, pronto veremos un país con indicadores socioeconómicos cada vez más deteriorados que los actuales, que ya es decir bastante. Con más índices de pobreza y desnutrición, con más conflictos sociales y cada vez más difícil de gobernar, y un mayor espacio para las actividades ilícitas”, concluyó Matul.