Considerando que el costo de producción de un vehículo es 40% más barato en México que en EE. UU, y que ya se han invertido más de US$20 mil millones en los últimos diez años en nuestro vecino del norte, seguramente las tres productoras más grandes van a tener que hacer grandes equilibrios logísticos y políticos durante los próximos cuatro años para minimizar los efectos inimaginables de la nueva medida.
Seguidamente, Trump, a través de Twitter, advirtió a la empresa Toyota de que de ninguna manera dejará que los Corolla que piensa fabricar en su nueva planta en México entren a Estados Unidos sin pagar impuestos fronterizos. Simplemente dijo: “No way”.
Claro está que la respuesta del gobierno japonés no se hizo esperar y recordó que si bien es cierto se trata de un tema empresarial, la empresa nipona es un “ciudadano corporativo importante en los Estados Unidos” y que ha contribuido sustancialmente al empleo en ese país norteamericano.
Y esto, ¿hasta dónde impacta a Guatemala?
Posiblemente poco, pero ya tenemos los primeros efectos cercanos.
La industria maquiladora de arneses para automóviles en Honduras y Nicaragua ha hecho una apuesta estratégica para proveer a las industrias de autopartes en México, que han invertido millones de dólares en plantas en ambos países centroamericanos.
El Plan 20/20 del gobierno y sector privado hondureño tiene la meta de crear 600 mil nuevos empleos durante los próximos cinco años.
Una de las industrias clave fue la maquiladora de arneses de vehículos producidos en México y con destino a Estados Unidos. De la misma manera, maquiladoras en Chinandega, Nicaragua, exportan anualmente más de US$500 millones en arneses para plantas de automóviles en México.
Sin afán de ser alarmistas ni cosa parecida, todo indica que las reglas de juego del comercio internacional, algo esencial para la economía guatemalteca, serán mucho más dinámicas durante los próximos años, seguramente con guerras comerciales o amenazas que harán mucho más difícil la atracción de inversiones, el principal elemento para la creación de nuevos empleos para nuestros jóvenes.
Esto implica prepararse y mejorar sustancialmente nuestra competitividad, replantearse hacia dónde se dirige la próxima reforma tributaria y su impacto en las decisiones de potenciales inversionistas extranjeros.
Asimismo, fortalecer las instancias gubernamentales encargadas de la gestión de control fiscal y parafiscal del comercio internacional.
Un indicador clave de esto es disminuir el tiempo invertido en puerto marítimos y cruces fronterizos, algo que parece inminente al menos en las fronteras con Honduras, con la Unión Aduanera, en julio próximo.
La situación en algunos puertos marítimos está más necesitada de atención. A través de medios de prensa se mencionaba lentitud en revisión “exagerada” de contenedores en Santo Tomás, pero a la vez, autoridades de la SAT pusieron de manifiesto las limitaciones en la cantidad de rampas para esas revisiones y la maquinaria que se utiliza para mover las cargas. La inversión en terminales de contenedores modernas es fundamental para mejorar nuestra competitividad.
La gestión del desaduanamiento no es exclusiva de la SAT, sino de todos los actores.
Un nuevo orden mundial comercial se avecina, y como expresó un medio de prensa en China, “tenemos flores en la entrada del Ministerio de Comercio chino, pero también grandes garrotes detrás de las puertas”.
Nuestra Centroamérica solo puede ofrecer buenas rosas y orquídeas a potenciales inversionistas y la capacidad de reinventarse frente a las nuevas reglas de juego del comercio.