Debido a las grandes distancias y a lo difícil de importarla de México, fue necesario que desde el siglo XVI se elaborara en Guatemala; se fabricaba en la ciudad de Santiago, único centro en que se producía en el Reino.
Las materias primas para su elaboración eran azufre, salitre y carbón, fáciles de conseguir, ya que abundaban en las cercanías de Santiago. El azufre se extraía de los depósitos que se encontraban cerca o en los muchos volcanes que hay en su territorio. La riqueza de los bosques proporcionaba suficiente leña y carbón, la preferida era la madera de encino. El salitre también era fácil de conseguir, ya que abundaba en distintas zonas del territorio, principalmente en los alrededores de la ciudad, así como en Huehuetenango y en el valle donde se estableció la Nueva Guatemala de La Asunción.
Todavía hoy existen restos arquitectónicos de los edificios y vestigios de la maquinaria y equipo utilizados por la Real Fábrica. Las ruinas se hallan en la ruta nacional 10 —carretera que de la ciudad de Guatemala conduce a La Antigua Guatemala—, en la Finca El Cabrejo, cerca de pueblo de San Juan Gascón, a cuatro kilómetros de La Antigua.
Los asientos
En el Archivo General de Centro América (AGCA) hay una gran cantidad de documentos acerca de la forma cómo funcionó el sistema de administración de la renta por medio del arriendo del estanco de la pólvora.
La Corona concedió los derechos para la fabricación y distribución de la pólvora desde finales del siglo XVI hasta 1766 por medio de un sistema denominado “de asiento”, que consistía en un contrato de concesión otorgado por la Corona, por el cual se le arrendaba en exclusividad la renta —en ese caso la pólvora— a una persona llamada asentista, quien se hacía cargo de ella y se comprometía a fabricarla y entregar anualmente una suma fija por el arriendo.
Este sistema de arrendamiento funcionó desde finales del siglo XVI, cuando la pólvora se incorporó como ramo de la Real Hacienda, hasta 1767, en que la renta pasó a ser administrada por la Corona.
Desde mediados del siglo XVIII, los asentistas fueron, a partir del año de 1749, el Comisario General de la Caballería, don Pedro Landívar y Cavallero (sic); en 1753, don Joaquín de Lacunza; en 1766 se concedió el último asiento a doña Rita Josepha de Landívar (hermana de Rafael Landívar)…
La pólvora se clasificaba en tres categorías: delgada, fina y superfina. La de mejor calidad era la superfina, que utilizaba la Corona en los cañones y fusiles para la defensa del Reino. La de más baja calidad era la delgada, empleada por los coheteros.
La reconstrucción de la fábrica, a finales del siglo XVIII, inicialmente aumentó la cantidad y calidad de la pólvora producida, pero estaba condenada al fracaso por estar plagada por los mismos defectos que la habían afectado anteriormente, como no producir la necesaria cantidad y calidad; los problemas y desperfectos en el diseño del molino y el resto de las instalaciones; los robos de materia prima y de pólvora y salitre y el problema de incendios y explosiones, el último de los cuales (1822) resultó catastrófico…