Con frecuencia, las expectativas influyen en el comportamiento de la economía y una de ellas está asociada al ámbito político, derivado de las personas que pueden ser electas como nuevas autoridades, los planes de trabajo que presenten y el grado de convencimiento que generen en el electorado.
De momento, los principales indicadores que miden el curso económico para este año presentan una posición positiva, ya que se proyecta un crecimiento del producto interno bruto (PIB) en el rango de 2.5% a 4.5% con valor central de 3.5%, a pesar de una fatiga en el contexto internacional y la posibilidad de que algunos bloques entren en recesión.
Es más, el informe de Evaluación de Política Monetaria, Cambiaria y Crediticia, a noviembre del 2022 y Perspectivas Económicas para 2023, indican que las 17 actividades que se miden para determinar el comportamiento del PIB tendrán un desempeño positivo, así como el ingreso de remesas familiares con un crecimiento del 7.5% para alcanzar US$19 mil 393 millones; las exportaciones crecerían un 6% para situarse en US$16 mil 746 millones; y las importaciones, un incremento del 8% para alcanzar unos US$35 mil millones. En tanto, el ritmo inflacionario se situaría en 5% al final del año.
Pero a pesar de que un crecimiento de 3.5% es favorable, lo que hace es regresar al país al crecimiento promedio de los últimos 15 años, y es insuficiente para generar el bienestar esperado en la mayoría de la población mucha de la cual, depende de la recepción de remesas para financiar su consumo, aparte de que sostienen la estabilidad del tipo de cambio y el superávit de cuenta corriente.
Entonces, si bien en 2022 la economía creció 4%, menor al 8% del 2021 y mayor al -1.8% del 2020, influida por los efectos de la crisis sanitaria, este año la producción estaría retomando su senda natural y el tema económico será una de las promesas de campaña.
Y entre los aspectos imponderables están las sanciones que emitió Estados Unidos a un grupo de políticos en diciembre del 2022, lo que puede incidir en la percepción de riesgo-país y también en unas elecciones que, al momento, no ofrecen garantías de transparencia y respeto a la voluntad popular. Y eso puede repercutir en las decisiones de potenciales inversionistas.
Persisten algunos desafíos
Para el analista político independiente Roberto Santiago Servent, desde hace meses ha empezado a surgir una especie de estanflación nacional, influida por el alza en las tasas de interés líder, la caída del consumo, y un eventual incremento del precio del dólar frente al quetzal.
Pero también hay factores endógenos persistentes como el conflicto geopolítico y una posible desaceleración de la economía estadounidense, así como la posible escasez de componentes electrónicos, repuestos e ingredientes para la industria alimenticia, que pueden afectar el bolsillo de los ciudadanos.
“Es posible que el crecimiento económico del país no sea el deseado, puesto que la palestra electoral muchas veces limita la inversión, a la espera de un resultado electoral favorable para la misma; pero macroeconómicamente mantendremos la misma línea de años atrás”, puntualizó.
La semana pasada, a Junta Monetaria (JM) ajustó la tasa de Interés Líder de Política Monetaria en 50 puntos básicos para poder contrarrestar la inflación que cerró en 9.24% durante 2022 y ahora el indicador se sitúa en 4.25%, por lo que el subsiguiente aumento en las tasas de interés activas va a castigar el consumo pagado con tarjetas de crédito, los préstamos hipotecarios y el costo del capital de inversión. También se encarecerá el servicio de la deuda pública, principalmente la bonificada interna.
O sea que, en el año electoral, se están uniendo la inflación, el aumento de la tasa líder, la posible escasez de algunas materias primas y posiblemente violencia, que pueden incidir en una baja productividad.
En una entrevista reciente con Prensa Libre, Luis Lara Grojec, presidente de la Asociación Bancaria de Guatemala (ABG), comentó que una de las preocupaciones para este 2023 es el tema electoral, y “ojalá que todo se desarrolle de una manera adecuada, que no exista ningún tipo de movimientos que de alguna manera afecten el desarrollo de la economía”.
En todo caso, dijo esperar que todo (el evento eleccionario) se desarrolle correctamente, por lo que consideró que el nivel de preocupación es bajo. No obstante, en el caso de los inversionistas, en algunas ocasiones se ha observado que hay más prudencia que pesimismo ante el acontecer político.
¿Qué dicen las autoridades?
A José Alfredo Blanco Valdés, vicepresidente del Banco de Guatemala (Banguat), se le consultó sobre la influencia de las elecciones generales y todo lo que conlleva un año político sobre la economía nacional, a lo que respondió: “hemos observado que, en los últimos cinco períodos electorales, no habido ningún cambio importante en las principales variables macroeconómicas: tipo de cambio, inflación, crecimiento económico y tasas de interés”.
E indicó que Guatemala posee una economía resiliente, no solo ante choques de naturaleza externa, sino también ante eventos internos, y el año electoral es considerado como uno de estos últimos. “No esperamos que haya ninguna variación que pueda poner en peligro la estabilidad económica, sino que esta se mantendrá.
Para todos los sectores se prevén tasas de crecimiento positivas, y principalmente la banca, actividades financieras y de seguros, con un 6.5%, que es sólido; las actividades inmobiliarias, suministro de explotación y agua, minas y canteras y las demás actividades crecerán en alrededor del 4%”, expuso Blanco Valdés.