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¿El covid-19 ha aniquilado la globalización?

Se ralentizará el flujo de personas, comercio y capital.

Incluso antes de la pandemia, la globalización ya estaba en problemas. Al sistema abierto de comercio que había dominado la economía mundial durante décadas lo dañaron la crisis financiera y la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Ahora, se está tambaleando a causa del tercer golpe en una docena de años con los cierres de emergencia que han sellado las fronteras e interrumpido el comercio. La cantidad de pasajeros en el aeropuerto de Heathrow ha caído un 97 por ciento en comparación con el año pasado; las exportaciones mexicanas de automóviles cayeron un 90 por ciento en abril; en mayo, se canceló el 21 por ciento de los viajes por mar para transportar contenedores a través del Pacífico. Conforme se reabran las economías, la actividad se recuperará, pero no debemos esperar un regreso veloz a un mundo despreocupado de movimiento sin restricciones y libre comercio. La pandemia politizará los viajes y la migración y se atrincherará una preferencia por la independencia. Esta sacudida interna debilitará la recuperación, dejará vulnerable la economía y propagará la inestabilidad geopolítica.

El mundo ha tenido varias épocas de integración, pero el sistema comercial que surgió en la década de 1990 llegó donde nunca se había llegado. China se convirtió en la fábrica del mundo y las fronteras se abrieron a las personas, los productos, el capital y la información. Después de que Lehman Brothers Holdings Inc. colapsó en 2008, la mayoría de los bancos y algunas firmas multinacionales dieron un paso atrás. El comercio y la inversión extranjera se estancaron en relación con el producto interno bruto, un proceso que este periódico luego llamó “lentalización”. Después llegaron las guerras comerciales del presidente Donald Trump, las cuales mezclaron las preocupaciones por los empleos de los obreros y el capitalismo autocrático de China con una agenda más extensa de chauvinismo y desprecio por las alianzas. En el momento en que el virus comenzó a propagarse en Wuhan el año pasado, la tasa arancelaria de Estados Unidos sobre las importaciones regresó a su nivel más alto desde 1993 y tanto Estados Unidos como China habían comenzado a separar sus industrias tecnológicas.

Reacción en cadena

Desde enero, se ha propagado una nueva ola de perturbación desde Asia hacia Occidente. Los cierres de fábricas, tiendas y oficinas han provocado una caída en la demanda y han evitado que los proveedores lleguen a los clientes. El daño no es universal. La comida sigue llegando, Apple Inc. insiste en que puede seguir fabricando teléfonos iPhone y las exportaciones de china se han mantenido hasta ahora, alentadas por las ventas de equipo médico. Sin embargo, el efecto general es violento. Este año, el comercio de productos a nivel mundial podría contraerse entre un 10 y un 30 por ciento. En los primeros diez días de mayo, las exportaciones desde Corea del Sur, una potencia comercial, cayeron un 46 por ciento en comparación con el año pasado, tal vez el peor declive desde que se comenzó a tomar registro en 1967.

La anarquía subyacente de la gobernabilidad mundial está quedando expuesta. Francia y el Reino Unido han reñido a causa de las reglas de la cuarentena, China está amenazando a Australia con aranceles punitivos por haber exigido una investigación en torno a los orígenes del virus y la Casa Blanca sigue sedienta de sangre respecto del comercio. A pesar de que ha habido algunos ejemplos de cooperación durante la pandemia, como los préstamos de la Reserva Federal a otros bancos centrales, Estados Unidos ha estado reacio a actuar como el líder del mundo. El caos y la división a nivel nacional han perjudicado su prestigio. El secretismo y la intimidación por parte de China han confirmado que no está dispuesta a hacerse cargo ni es capaz de hacerlo. En todo el mundo, la opinión pública está alejándose de la globalización. A la gente le ha perturbado saber que su salud depende de una pelea por importar equipo de protección y de los trabajadores migrantes que trabajan en los asilos y cosechan los cultivos.

Esto es tan solo el principio. Aunque fuera de China la mayor parte del flujo de información es libre, el movimiento de las personas, los productos y el capital no lo es. Primero, consideremos a las personas. El gobierno de Trump está proponiendo limitar más la inmigración, bajo el argumento de que los trabajos más bien deberían ser para los estadounidenses. Es probable que otros países sigan el ejemplo. Los viajes están restringidos, y esto limita el alcance de los esfuerzos para encontrar trabajo, inspeccionar plantas y surtir pedidos. Más o menos el 90 por ciento de las personas vive en países con fronteras prácticamente cerradas. Muchos gobiernos se abrirán solo a países con protocolos sanitarios similares: se está debatiendo que una de estas “burbujas de viajes” incluya a Australia y Nueva Zelanda y, tal vez, a Taiwán y Singapur. La industria está señalando que la interrupción de los viajes será duradera. Airbus Group SE ha reducido una tercera parte su producción y Emirates, un símbolo de la globalización, espera una recuperación a partir de 2022.

El comercio sufrirá a medida que los países abandonen la idea de que las firmas y los productos son tratados por igual sin importar de dónde provengan. Los gobiernos y los bancos centrales les están pidiendo a los contribuyentes que respalden a las firmas nacionales por medio de paquetes de estímulos, lo cual creará un inmenso y continuo incentivo para favorecerlas. Además, está acelerando la presión para llevar las cadenas de suministros de regreso a casa en el nombre de la resiliencia. El 12 de mayo, Narendra Modi, el primer ministro de India, le dijo a la nación que había comenzado una nueva era de autosuficiencia económica. Los estímulos a causa de la COVID-19 de Japón incluyen subsidios para firmas que están repatriando fábricas; funcionarios de la Unión Europea hablan de “autonomía estratégica” y están creando un fondo para comprar acciones en firmas. Estados Unidos está instando a Intel Corp. a construir plantas en el país. El comercio digital está prosperando, pero su escala sigue siendo modesta. Las ventas en el extranjero de Amazon.com, Apple, Facebook Inc. y Microsoft Corp. son equivalentes a tan solo el 1,3 por ciento de las exportaciones en el mundo.

El flujo de capital también está sufriendo, a medida que se hunde la inversión a largo plazo. En el primer trimestre de este año, la inversión china de capital de riesgo en Estados Unidos cayó a 400 millones de dólares, un 60 por ciento menos que el nivel de hace dos años. Este año, las firmas multinacionales podrían reducir un tercio sus inversiones transfronterizas. Estados Unidos acaba de dar la instrucción a su fondo federal de pensiones que deje de comprar acciones chinas, y hasta lo que va de este año los países que representan el 59 por ciento del PIB mundial han restringido sus reglas en torno a la inversión extranjera. Cuando los gobiernos intenten liquidar sus nuevas deudas al cobrarles impuestos a las firmas y los inversionistas, algunos países podrían sentirse tentados a restringir más el flujo de capital a través de las fronteras.

Es un panorama solitario

No te engañes creyendo que un sistema comercial con una red inestable de controles nacionales será más humana o segura. A los países más pobres les costará más ponerse al corriente y, en el mundo rico, la vida será más cara y menos libre. La manera de lograr que las cadenas de suministro sean más resilientes no es domesticarlas —lo cual concentra los riesgos y merma las economías de escala—, sino diversificarlas. Además, un mundo fracturado dificultará más la resolución de los problemas a nivel mundial, incluidos el hallazgo de una vacuna y la garantía de una recuperación económica.

Por desgracia, esta lógica ya no es novedosa. Esos tres golpes han lastimado tanto al sistema abierto de comercio que se están abandonando los argumentos poderosos a su favor. Dile adiós a la más grande época de globalización… y preocúpate por lo que la sustituirá.