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MONIAC, la genial máquina que muestra los vaivenes de la economía… con agua

Es quizás una de las computadoras menos estilizadas y más húmedas de la historia. Pero eso no quiere decir que no fuera atractiva.

¿Cómo entender la manera en la que funciona la economía? Con tubos, tanques y un poco de agua. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

¿Cómo entender la manera en la que funciona la economía? Con tubos, tanques y un poco de agua. (Foto Prensa Libre: Getty Images)

Para hacer el prototipo se utilizaron principalmente materiales excedentes de la Segunda Guerra Mundial, incluidas las piezas recuperadas de un bombardero de Lancaster.

Cuando se completó, hace 70 años, resultó ser un armazón de 2 metros de alto y 1,5 de ancho con tuberías, válvulas, tanques, bombas sujetas con planchas de madera, que, al agregarle el ingrediente mágico -agua-, mostraba las repercusiones de las políticas económicas en 3D.

La máquina es conocida como MONIAC o Monetary National Income Analogue Computer (Computadora Analógica para la Medición de la Renta Nacional) y también como el Financephalograph, algo así como “finanzafalógrafo”, además de otros nombres.

la MONIAC que tiene el Museo de Ciencia de Londres
(Foto Prensa Libre: © The Board of Trustees of the Science Museum)
© The Board of Trustees of the Science Museum
He aquí la MONIAC que tiene el Museo de Ciencia de Londres.

A pesar de puede sonar como una gran innovación tecnológica de la época, nunca intentó serlo.

Lo que el artilugio hidráulico pretendía hacer desde un principio era algo maravilloso: tornar una situación relativamente compleja en algo comprensible.

La MONIAC mostraba de un vistazo los posibles efectos de una decisión.

Su creador

Bill Phillips era un economista algo sui generis.

Bill Phillips
(Foto Prensa Libre: BBC)
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Bill Phillips terminó estudiando Economía casi por accidente.

Había nacido en Te Rehunga, una localidad rural de Nueva Zelanda, en 1914, y crecido en la única granja del área que contaba con inodoros y luz eléctrica, no porque sus padres fueran ricos, sino porque su papá, Harold, era un ingeniero apasionado. Y le pasó esa pasión a su hijo.

Le enseñó a hacer juguetes, radios y toda clase de artilugios que más tarde le servirían en situaciones insospechadas.

Cuando se graduó del colegio, no pudo ir a la universidad pues la Gran Depresión había llegado hasta Te Rehunga, y la granja de sus padres no estaba produciendo las ganancias acostumbradas.

Así que se fue a trabajar en una presa hidroeléctrica en su país, y para divertirse fundó un cine al aire libre. Pero luego se aburrió y se fue a explorar el mundo, empezando por Australia.

Cocodrilos y japoneses

Entre 1935 y 1946, Phillips fue un músico callejero autodidacta, trabajó en una mina de oro y fue cazador de cocodrilos.

cocodrilo
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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No muchos economistas tienen experiencia en la caza de cocodrilos.

En Tokio, a donde llegó por accidente, fue arrestado y acusado de espionaje tras despertar sospechas por tomarle fotos a unos soldados en un desfile cuando Japón estaba a punto de emprender una guerra en el Pacífico.

No se sabe cómo salió de ese lío pero tomó el ferrocarril transiberiano hasta Rusia, desde donde emprendió su camino a Londres a donde llegó justo a tiempo para inscribirse en la London School of Economics (LSE) y, al mismo tiempo, alistarse con la Real Fuerza Aérea.

La guerra estalló inmediatamente y lo mandaron de vuelta al otro lado del mundo, a ayudar a defender a Singapur.

Pero no se tuvo éxito y cuando todo estaba perdido, fue designado como el Oficial de Armamento del Empire Star, el último barco con refugiados que salió de Singapur.

Radio y té

Poco después de zarpar, los bombarderos japoneses empezaron a atacar.

Phillips tenía una ametralladora, pero nada en qué montarla, así que se valió de sus dotes de ingeniero para improvisar una montura.

Armado sólo con eso, peleó durante horas contra los japoneses desde la cubierta, en medio de una lluvia de bombas. Más tarde fue condecorado por su valentía.

Empire Star
(Foto Prensa Libre: BBC)
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El Empire Star llevaba más de 2.000 mujeres y niños que tuvieron que ser evacuados.

Pero antes, pasó más de tres años como prisionero de guerra de los japoneses.

Lo primero que hizo cuando llegó a la prisión en Indonesia fue un radio, a riesgo de ser descubierto, y torturado o decapitado.

También, como contó su amigo, el novelista sudafricano Laurens van der Post, inventó una máquina para hacer té, que se conectaba al suministro de electricidad de la prisión.

Gracias a la invención de Phillips, todo el campamento podía tomar una taza de té clandestina antes de acostarse”.

Y la taza de té no era el único placer que les daba la máquina.

“Al preparar unas 2.000 tazas, las luces del campamento se atenuaban alarmantemente, desconcertando a los japoneses todas las noches alrededor de las 10.00 p.m.“.

Tratando de entender

A su regreso a Londres y a LSE tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, quiso entender por qué la gente podía hacer cosas tan horribles, así que en el invierno de 1946 comenzó una licenciatura en sociología.

En ese tiempo, se necesitaba un buen conocimiento de Economía para estudiar sociología y desarrolló un gran interés en esa materia.

La economía en ese momento estaba dominada por la teoría keynesiana: intervención gubernamental y políticas fiscales diseñadas para controlar el flujo y reflujo de dinero en la economía.

Mayard Keynes
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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La teoría de Keynes fue forjada en la Gran Depresión de 1929-1932, el colapso económico más grande de la época moderna. El mensaje de Keynes era: no se puede recortar para salir de una depresión.

Phillips notó que a los profesores les gustaba usar ecuaciones diferenciales para explicar cómo funcionaba la economía.

Y él sabía mucho de ecuaciones diferenciales: las había usado en la hidroeléctrica, en ingeniería.

Notó además que las ecuaciones que los economistas decían que gobernaban flujos en la economía eran las mismas que las que gobernaban el flujo del agua, en tuberías y presas.

Por eso, se le ocurrió simular la economía con una estructura hidráulica.

La máquina de Phillips

MONIAC era una computadora que usaba lógica fluida para visualizar los mecanismos de la macroeconomía.

Pero esa frase, por más acertada que sea, puede ser intimidante, y la intención era la contraria.

Phillips con su Moniac en el LSE
(Foto Prensa Libre: LSE)
LSE
La intención de Phillips era aclarar, no confundir. Como profesor en el LSE, usó su computadora hidráulica como herramienta educativa.

Realmente, para que surta efecto, no es muy conveniente definir la MONIAC; es mejor verla en acción o, en su defecto, imaginársela.

Así que, empecemos con la segunda opción:

Habíamos dicho que esa máquina del tamaño de un armario tiene tanques; cada tanque representa algún aspecto de la economía.

Por ejemplo: hay uno, grande, que representa el Tesoro. El agua que contiene representa el dinero.

Dependiendo de cómo un gobierno decide invertir su presupuesto, ese agua fluye a otros tanques con rótulos como Salud, Educación, Defensa, etc.

Así es fácil visualizar los efectos de las decisiones pues si se destinan más fondos para Defensa, ese tanque se llena más, pero los otros, menos.

Desde ciertos tanques, el agua podía volver al “Tesoro”, para mostrar cómo funcionaban los impuestos.

Había también maneras de representar conceptos económicos como las inversiones -con una inyección de agua- o los despilfarros -con desagües-, y para representar efectos variables -como la tasa de interés sobre ahorros- había válvulas que podían abrirse o cerrarse.

Y todo estaba intercomunicado para mostrar las interacciones en la economía.

diagrama
(Foto Prensa Libre: BBC)
BBC

Pero lo que hace que la máquina sea particularmente realista, según el Museo de Ciencia de Londres, que tiene una de las 14 MONIACS que se hicieron, es el tiempo que tarda en asentarse después de hacer un cambio.

El agua fluye y refluye, hasta que, gradualmente, va alcanzando una posición estable, tal como lo hace la economía.

“30 minutos fascinantes”

Phillips presentó su máquina en un seminario en el LSE, en el que se concentró lo más avanzado en el pensamiento económico de la época, con varios personajes que eran futuros premios Nobel.

MONIAC fue tan bien recibida que le ofrecieron un trabajo como profesor en el LSE antes de que terminara su carrera.

El prototipo de 1949 fue enviado a la Universidad de Leeds, Inglaterra. Versiones mejoradas fueron a universidades de todo Reino Unido, así como a instituciones y corporaciones extranjeras en Australia, Nueva Zelanda, EE.UU. y el Banco Central de Guatemala.

Quetzal
(Foto Prensa Libre: BBC)
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El Banco Central de Guatemala, cuya sede aparece en este quetzal, recibió una MONIAC en 1950.

Otras dos se usaron en el LSE para capacitar a una generación de economistas en el enfoque matemático de la economía.

Comentaristas en medios como la revista Fortune aplaudieron su capacidad de enseñar economía en “30 minutos fascinantes”.

El problema con el mundo real

No fue la primera ni la última vez que se usó un modelo matemático para describir la actividad económica o financiera.

El problema es que la economía es simplemente las acciones combinadas de personas reales que toman decisiones difíciles sobre el dinero, decisiones que a menudo se basan en las emociones, tanto como en el análisis racional.

Chica que compró demasiado
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Por más racionales que seamos, a veces tomamos decisiones un poco irracionales, y eso no se puede olvidar.

Las matemáticas simples, como la modelada por Bill Phillips en su computadora hidráulica, fueron superadas por las matemáticas que incorporan ideas de probabilidad: la posibilidad (en lugar de la certeza) de que las personas se comporten de cierta manera.

Es decir que tienen en cuenta las decisiones irracionales y la psicología del comportamiento humano.

Es difícil imaginar un modelo matemático que pueda capturar realmente ese comportamiento humano en todas las condiciones, por eso es vital que comprendamos las limitaciones de los modelos, subraya el Museo de Ciencia.

No obstante, para muchos, MONIAC sigue siendo sorprendente, particularmente porque le dio a “la economía nacional” -ese ente invisible pero omnipresente- un cuerpo físico.

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