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Los empleados que luchan contra multimillonarios

Mientras una ola de bancarrotas golpea a los almacenes de venta minorista, sus empleados se preguntan por qué sus jefes aún siguen prosperando.

Bruce Miller ha perdido su casa y su seguro de salud. (Foto Prensa Libre: BBC)

Bruce Miller ha perdido su casa y su seguro de salud. (Foto Prensa Libre: BBC)

La caída de Sears, la tienda por departamentos que llegó a ser un ícono del poder minorista estadounidense, ha golpeado duro a trabajadores como Bruce Miller.

Miller, de 56 años, comenzó a trabajar en Sears al terminar la secundaria y escaló hasta convertirse en técnico automotriz sénior.

Pero, desde que Sears cerró su tienda en Nueva Jersey en abril pasado, Miller perdió su seguro de salud y su casa. Ahora su pensión está en riesgo.

Para los sus jefes, sin embargo, la situación es bien diferente: sus fortunas parecen mejores.

La veterana periodista Michelle Celarier estimó que Eddie Lampert, exdirector ejecutivo y presidente durante mucho tiempo de Sears, ha ganado casi US$1.400 millones por su inversión en la compañía, gracias a comisiones de rendimiento, dividendos y otros pagos.

Al mismo tiempo, a 340 de sus principales ejecutivos se les otorgó colectivamente bonos por valor de US$25 millones en diciembre, tan solo unos meses después de que la firma se declarara en bancarrota.

Sears
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Sears ha cerrado más de 3.500 tiendas.

“Para mí es absolutamente ridículo“, dice Miller, quien ahora depende de trabajos ocasionales para pagar sus cuentas.

“¿Cómo se puede recompensar a alguien por arruinar un negocio?”

“La verdadera historia”

Luchas como la de Miller han surgido en repetidas ocasiones en los últimos años, en medio de una ola de quiebras en el sector minorista de Estados Unidos, que ha afectado a marcas como Toys R Us, Payless y Nine West.

Gran parte de la culpa se ha centrado en el auge de las compras en línea.

Pero los analistas dicen que muchas de estas firmas tienen otra característica en común: los inversionistas que tomaron el control de las tiendas, las cargaron con deuda y extrajeron cuotas, dividendos y otros activos para su propio beneficio.

Sears, por ejemplo, gastó millones en la compra de sus propias acciones, inflando los precios en beneficio de accionistas como Lampert, quien asumió la presidencia de la firma en 2005, luego de organizar su fusión con Kmart.

Lampert
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Eddie Lampert fue mucho tiempo presidente de Sears.

Luego, la tienda tomó prestados más de US$2.000 millones de su fondo de cobertura, ESL Investments, mientras luchaba por permanecer en operación.

También se vendieron partes del negocio, incluidas cientos de propiedades y el catálogo de pedidos por correo Lands End, a empresas afiliadas con Lampert.

Sears es ahora una sombra de lo que solía ser, ya que cerró casi 3.000 tiendas y eliminó más de 250.000 empleos desde 2007.

Eileen Appelbaum, codirectora del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington, afirma que esos acuerdos limitaron la capacidad de Sears para invertir en el futuro, en momentos en que la necesidad de competir con las compras en línea hace que esas inversiones sean fundamentales.

Ese es un patrón visto en repetidas ocasiones en los recientes fracasos de minoristas, dice Appelbaum.

“Quieren culpar a Amazon de todo lo que sucede”, dice. “El hecho de que hayan privado de recursos a estas organizaciones… esa es la verdadera historia”.

empleados
(Foto Prensa Libre: BBC)
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Los empleados de las minoristas dicen que deben presionar a los directivos.

“Un esquema de años”

ESL ha defendido sus acciones argumentando que “todas las transacciones se realizaron de buena fe, en términos justos” para mantener a Sears en el negocio.

La firma sostiene que confiaba en que su proceso de revisión de acuerdos por conflictos de intereses era “impecable”.

Ahora, ESL está ofreciendo comprar Sears por US$5.200 millones.

El plan podría mantener abiertas 425 tiendas y mantener hasta 45.000 empleos.

Pero varios grupos a los que se les debe dinero han pedido al tribunal que rechace la propuesta, que se financia en parte perdonando una deuda contraída con su fondo de cobertura.

Citan preocupaciones como las de Appelbaum y Miller.

“La oferta actual de ESL para ‘salvar’ a la compañía no es más que el cumplimiento final de un plan de años para privar a Sears y sus acreedores de los activos, y a sus empleados de puestos de trabajo, mientras al mismo tiempo alinean los bolsillos de Lampert y ESL”, escribió un grupo de abogados que representan a acreedores no asegurados.

Elizabeth Warren
(Foto Prensa Libre: Reuters)
Reuters
La senadora Elizabeth Warren cuestiona las acciones de Lampert.

“Aplicar presión”

Fuera de la corte, la senadora Elizabeth Warren, candidata presidencial demócrata, ha intervenido con preguntas similares a las de los trabajadores de Sears.

En un mitin en Nueva York este mes, acusaron a Lampert de llevar la firma al fracaso y le pidieron al tribunal que solicitara que se reservara dinero para los trabajadores en caso de despidos futuros, entre otras demandas.

“Queremos ejercer una gran presión“, dice Miller. “Alguien tendrá que decir: ‘Oye, espera un momento, tenemos que arreglar esta situación'”.

En 2018, una exitosa campaña similar realizada por los trabajadores de Toys R Us, logró que los expropietarios de capital privado KKR y Bain Capital crearan un fondo de indemnización de US$20 millones de dólares.

Pero eso fue una excepción, que se debió específicamente a la generosidad de esas empresas.

Los analistas afirman que los jueces de bancarrota a menudo son reacios a cuestionar los planes que mantendrían un negocio en funcionamiento, incluso en casos con tantos potenciales conflictos de interés como Sears.

Sears
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
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Sears es una de las tiendas por departamentos más famosas de Estados Unidos.

Mientras tanto, el gobierno de Trump ha adoptado un enfoque regulatorio de no intervención, incluso cuando la emisión de préstamos a empresas con crédito débil se eleva a niveles récord, impulsada por una fuerte demanda de deuda por parte de los inversores.

Carrie Gleason, quien ayudó a organizar las campañas de los trabajadores como directora de políticas de la Organización Unidos por el Respeto, dice que la quiebra de Toys R Us marcó un “punto de inflexión” sobre una mayor conciencia sobre la forma en que las estrategias comerciales contribuyeron a la caída de los minoristas.

Pero como se espera que continúen los problemas del comercio minorista, se necesita más presión para generar cambios, dice Gleason.

“Esta no será la última bancarrota”, dice.

“Seguirán ocurriendo y al final, lo que necesitamos son nuevas protecciones“.

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