Silvina Moschini tiene un unicornio rosa.
BBC NEWS MUNDO
“Aunque está de moda, el liderazgo femenino todavía resulta antipático”: Silvina Moschini, primera mujer latinoamericana al frente de una empresa unicornio
Moschini es la primera mujer latinoamericana al frente de una empresa valorada en US$1.000 millones, es decir, con estatus de unicornio.
No es un cuento de ficción, sino el comienzo de una fábula empresarial que se hizo realidad en 2020 para esta argentina afincada en Miami.
Moschini es la primera mujer latinoamericana al frente de una empresa valorada en US$1.000 millones, es decir, con estatus de unicornio.
La compañía que cofundó y preside, TransparentBusiness, explosionó con la pandemia. ¿Su secreto? Ofrecer tecnología en la nube “para conectar talento con oportunidades y llevar transparencia en la gestión de trabajo remoto”, explica a BBC Mundo.
La empresaria dice que “la tormenta perfecta para la transformación digital que estamos viviendo” fue clave para su éxito empresarial, y quiere aprovechar esta oportunidad para empoderar a otras mujeres en los negocios.
Ganadora en noviembre del premio “Mujer de la década” del Women Economic Forum, es también la CEO y fundadora de SheWorks!, una plataforma para contratar a mujeres con modelos flexibles que fue reconocida como una de las 20 organizaciones de América Latina que más hacen por la igualdad de las mujeres.
“Me gustaría ver a más mujeres emprendedoras triunfando y pidiendo dinero para construir compañías exponenciales”, dice con entusiasmo.
Entre sus próximos proyectos destaca un programa para emprendedores (Unicorns show), un laboratorio de innovación y un libro, Skirt the rules, que espera publicar en marzo y que resume como “un juego de palabras entre ponerle falda a las reglas y pensar de forma creativa para doblar las normas sin quebrarlas”.
BBC Mundo habló con la empresaria sobre sus logros y sus propuestas para reducir la brecha de género a través de la tecnología.
Eres la primera mujer de América Latina en liderar una empresa unicornio. El título es ostentoso, ¿cómo te gusta definirte a ti?
Me gusta definirme como una emprendedora de impacto que desde chiquita soñaba con hacer tecnología para cambiar la vida de la gente. Me apasiona cómo la tecnología puede tender puentes entre talento y oportunidades.
Desde pequeñita, mi papá me enseñó algo muy importante: me dijo que yo podía ser lo que quisiera, pero que si quería ser una princesa tenía que construir mis propios castillos. Me enseñó que el talento no tiene género y que no había límites.
Perdí a mi papá hace dos años y a cada pequeño logro que tengo miro al cielo y le digo: “Papá, tenías razón”. Y la niña está agradecida.
Eso se sumó a una personalidad muy rebelde que encontraba en la energía de quienes dudaban de mí la inspiración para poder mostrarles que estaban equivocados.
De la gente que piensa que no podés lograrlo hay que tomar la energía para triunfar. Eso es lo que hace que uno saque la fuerza para perseverar.
Tu especialización es la tecnología para el trabajo remoto, un sector que ahora vive un boom. ¿Estabas en el lugar adecuado en el momento adecuado?
Digamos que tuve sentido de los negocios. Miré los números y vi un problema real y que solo faltaba una sacudida global para que se acelerara. Pero yo sabía que iba a pasar.
Así que tuve paciencia y estaba preparada cuando el mundo, de golpe, tuvo que trabajar de forma remota.
Además, estábamos viviendo una tormenta perfecta para la transformación digital, con la combinación de factores como la economía bajo demanda, la tecnología en la nube, el aprendizaje automático, los datos… y por supuesto los jóvenes, los millennials, que entienden el trabajo como algo que se hace, y no un lugar al que se va.
Todo esto que se venía gestando desde hace años se aceleró con el covid, que hizo que el trabajo remoto se convirtiera en la nueva norma.
Nos tocó estar confinados, tuvimos que aprender a trabajar de forma remota. Y yo ya estaba lista. Eso fue lo que nos convirtió en unicornio.
Cuando fundaste tu empresa (2012) el trabajo remoto era algo que sonaba como algo precisamente muy remoto para muchos. ¿Cómo te adentraste en ese mundo?
En realidad, fundé la empresa como una herramienta interna para resolver un problema que tenía yo como emprendedora: gente de muchísimos lugares del mundo y poca visibilidad de lo que pasaba en la compañía.
Obviamente, con equipos remotos tenés que resolver desafíos de confianza inteligente, de colaboración y de rendición de cuentas.
Yo tenía ese problema y después me di cuenta de que era un problema que tenían muchísimas empresas y de que era cuestión de tiempo que se normalizara. Con el covid el problema se extendió a la mitad del universo.
¿Crees que la normalización del teletrabajo tardó demasiado en llegar?
Sí, porque era absurdo que, estando en la era digital, lo único que no hubiera cambiado a lo largo de los años con el mismo nivel de aceleración fuera la forma en la que trabajamos y la implementación del trabajo remoto.
Estábamos en la era digital y seguíamos pensando que teníamos que ir a una oficina, cuando si uno hace trabajo basado en la computadora es bastante obvio que da igual si te montas el ordenador en tu oficina, en un coworking, en la casa o donde tengas ganas.
Tenía mucho sentido que pasara esto porque eso se sumaba a un problema muy grande en el mercado laboral, y es que las empresas se quejaban y se siguen quejando de que no encuentran personas con las habilidades que necesitan, pero hay millones de desempleados en el mundo.
Hay gente que quiere trabajar y empresas desesperadas buscando talento, ¿cómo podés resolver eso? Lo resolvés conectando talento con oportunidades y creando plataformas.
Ahora que ya se vió que las empresas pueden trabajar con sus colaboradores de manera remota, también se dieron cuenta de que pueden contratar talento en cualquier parte del mundo.
¿En qué te inspiraste para crear una plataforma que conectara ese talento con las oportunidades de contratación?
A mí me inspiró Match.com porque conocí a mi exmarido allí.
Reflexioné sobre los algoritmos que te permiten —a través de datos y de inteligencia artificial— encontrar a la persona que necesitas para hacer un trabajo, y en la falta de representación en el mercado laboral.
Las bolsas de trabajo no capitalizaban esos datos, esa gente era invisible para quienes querían contratarles.
Me di cuenta de que eso tenía que ser resuelto porque era absurdo que las empresas quisieran contratar y que la gente quisiera trabajar y que no se encontraran las puntas.
También creaste una empresa (SheWorks!) para que se contraten a más mujeres con condiciones flexibles. ¿Cuáles son para ti los mayores retos que enfrentamos las mujeres en el mundo laboral?
Para empezar, a las mujeres —que hoy logramos la mayor cantidad de títulos universitarios, maestrías y doctorados— tristemente nos pagan menos (un 30% menos). Y el 51% (cifra global) cuando tienen bebés abandonan su trabajo por falta de flexibilidad.
Entonces tienes un mercado que expulsa el talento de la mitad del universo, que además resulta ser la mitad más capacitada.
Después vemos que no hay mujeres en posiciones de liderazgo. Y claro, es obvio, si nos expulsan del sistema nunca llegaremos a posiciones de liderazgo.
Era una cuestión muy obvia que teníamos que crear algo que permitiera que las empresas encontraran el talento de las mujeres, que estaban abandonando el trabajo y su carrera porque no podían hacer lo que más querían estando cerca de la gente que querían más (esa es una frase literal que me dijo una mujer en SheWorks!)
El sector al que tú te dedicas es predominantemente masculino. ¿Cómo es para ti estar al frente de un unicornio tecnológico y además ser la primera mujer latinoamericana en hacerlo?
Espero, como dice Kamala Harris, ser la primera pero no la última. De hecho, uno de mis objetivos este año es ayudar a otras emprendedoras a conseguir capital para sus proyectos.
Tengo la oportunidad y la responsabilidad de compartir el aprendizaje que tuve porque, tristemente, las mujeres acceden a capital con cuentagotas.
Solo un 0,4% del capital de los fondos de inversión va a mujeres emprendedoras.
Yo levanté capital de una manera poco convencional, quebrando una dinámica que limitaba el acceso a capital de las mujeres. Levanté casi US$30 millones apelando a inversores individuales a nivel global.
Para ello lancé lo que se llama el primer Global Private Offering, que es una campaña donde inversores particulares pueden invertir a partir de US$5.000 en una compañía pre-IPO (oferta pública inicial).
Así fue como mi compañía se convirtió en unicornio y hackeamos el sistema, hackeamos el sesgo de género en el financiamiento.
Hablas de ayudar a otras emprendedoras. ¿Qué significa para ti el empoderamiento de la mujer?
Yo creo que el verdadero empoderamiento siempre empieza por la cartera.
No necesitamos que nos digan que tenemos mucha intención y energía y que estamos motivadas. Necesitamos que nos den dinero y contratos, no intenciones.
Todo el mundo habla de ayudar a cerrar la brecha, pero la única respuesta que hay para eso es facilitar el financiamiento. No nos falta ni intención, ni talento, ni preparación. Lo que nos falta es plata.
Falta que se apueste por las mujeres que quieren cambiar el mundo, que son muchas. Que haya quienes las apoyen desde el punto de vista financiero y económico.
Pero es una rareza que inviertan en mujeres y más aún en Latinoamérica.
En tu opinión, ¿cuáles son los factores principales de esa exclusión hacia las mujeres?
Hay dos factores importantes. Por un lado, la cultura empresarial. Por otro, nuestra actitud hacia esa cultura que nos rodea.
Tiene que haber más inversión en mujeres y mejores políticas que nos conviertan en ejemplos, sobre todo en América Latina.
Aunque está de moda el liderazgo femenino, aún resulta antipático ver a mujeres líderes.
Ser asertiva, ser exitosa, pedir dinero y generar dinero pone a la gente incómoda. Y a las mujeres nos cuesta mucho porque el modelo con el que nos educaron no nos atribuye las capacidades del liderazgo tradicional.
Todo eso hace que nos den menos dinero porque no ven en nosotras un rol donde creen que podamos hacer compañías muy grandes. Y siempre nos da pena, nos da vergüenza pedir dinero. Eso hay que cambiarlo porque sin dinero no podés hacer grandes empresas.
Yo creo que las mujeres tenemos un enorme desafío que son nuestras propias limitaciones, el famoso síndrome del impostor.
Siempre llegamos disculpándonos y con cara de que le robamos la comida al gato: “Llegué aquí por equivocación”, “alguno no se dio cuenta y tuve suerte”, etcétera.
La suerte siempre ayuda, pero también tener lo que hay que tener y el trabajo duro.
Tu trabajo ha tenido como fruto un unicornio, ¿qué viene después?
Lo del unicornio es un hito importante porque nos da la oportunidad de hacer cosas más grandes. Y el éxito sigue al éxito. Cuando te empieza a ir bien todo se hace mucho más fácil.
Lo difícil no es lo que viene después. Es más difícil el primer millón que los siguientes mil millones, eso te lo garantizo, porque cuando estás llegando al primer millón hay poca gente que te cree.
Mi próximo objetivo es salir a bolsa a finales de año. Es la oportunidad de darle un enorme valor a aquellas personas que confiaron en mí, a los inversores y a mi equipo.
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