Para conseguirlo ha puesto en marcha varias iniciativas como reparar y reacondicionar los productos dañados durante el transporte, facilitar la devolución de algunos bienes para darles una segunda vida y reciclar los artículos fuera de servicio.
La última acción llegó de mano de Ingka Group, una franquicia de Ikea, que al comienzo de 2019 lanzó un proyecto piloto de alquiler de muebles en cuatro países (entre ellos Suiza) y prevé extender el concepto en 2020 a sus 30 mercados de Europa, en América del Norte y Asia.
¿Alquilar cocinas? Una idea no tan descabellada, según Cecilia Cassinger, profesora de comunicación estratégica de la Universidad de Lund.
“Los productos de Ikea pueden usarse y reutilizarse en un largo periodo, reduciendo así los desechos”, afirma.
Huella ecológica
El objetivo de este gigante del mueble es difícil de alcanzar debido a su elevada huella ecológica.
“Los principales desafíos del paso a una economía circular pasan por una logística sostenible (transporte, almacenamiento, ensamblaje), los servicios (reparación, mantenimiento) y la gestión de los desechos”, explica Cassinger.
El gigante del mueble se propone reducir su huella en un 70% como media por producto de aquí a 2030.
“La mayor posibilidad de reducir la huella carbono está en las materias primas y la duración de vida de los productos”, asegura Ikea en su informe estratégico “People & Planet Positive”.
Según los últimos datos suministrados por el grupo en 2019, las materias primas representan más del tercio (36,4%) de sus emisiones de gases de efecto invernadero. El transporte de mercancías y el de los consumidores a las tiendas (situadas a menudo a afueras de la ciudad), el 19,4%.
Unas iniciativas insuficientes, afirman las organizaciones ecologistas como Greenpeace Nordic: “Ikea tiene potencial para convertirse en una empresa completamente circular (…) pero existen todavía importantes lagunas en términos de huella ecológica a las que el nuevo modelo no aporta una solución”.
La mayor parte de los productos vendidos por Ikea a través de su filial Ikea Industry viene de Polonia, Rusia, Eslovaquia, Portugal y Suecia pero los principales mercados de distribución se sitúan en Alemania (15%), Estados Unidos (14%) y Francia (8%), según datos de 2017.
Greenpeace lamenta la explotación a gran escala de recursos naturales como el aceite de palma y la madera, así como el uso de plásticos.
Ikea se comprometió a eliminar los plásticos de un único uso antes de 2020 y a ayudar a “los proveedores a cambiar sus fábricas para que sean climáticamente positivas”.
Usar y tirar
“¿Necesitamos realmente poseer todo lo que tenemos en casa?”. Cassinger estima que el consumidor tiene una parte de responsabilidad. Y el objetivo de 2030 no se puede garantizar sin un cambio de comportamiento para ampliar la duración de vida de los productos.
Se trata además de una demanda de los consumidores, explica Pia Heidenmark Cook, responsable de desarrollo sostenible en Ingka Group.
“Hemos hablado con gente (clientes o no de Ikea, ndlr) (…) y hemos constatado que las expectativas de los consumidores cambiaban”, en particular respecto al medio ambiente, asegura.
Los productos de Ikea, por su bajo valor de reventa, son poco aptos para el “consumir menos”, según los expertos.
Entonces ¿cómo luchar contra esta cultura del usar y tirar sin renunciar al placer de cambiar de cocina cada cierto tiempo?
“Alquilar, compartir (…) pueden ser soluciones para ser más sostenibles, adelanta Cassinger, pero también se podría reducir la producción y centrarse en menos productos pero de más calidad (…) que pueden usarse en un periodo más largo”.
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