Este es el tercer oro consecutivo en contrarreloj de Armstrong, campeona en Pekín-2008 y Londres-2012.
La estadounidense, quien cumplirá 43 años este jueves, se convierte en la ciclista con más oros de la historia en la misma disciplina e iguala a la holandesa Leontien Zijlaard-Van Moorsel como la mujer más condecorada en la ruta.
Además, pulveriza su récord como la medallista de oro más edad de la historia del ciclismo.
La jornada amaneció pasada por agua. Después de las numerosas caídas en la prueba de ruta del fin de semana, las ciclistas tuvieron que lidiar con la inclemente lluvia y el poderoso viento que reinaba en Pontal.
Aguardaban 29.7 km, marcados por dos puertos, el primero en Grumari y el segundo en Grota Funda que podían marcar el devenir de la prueba.
La holandesa Ellen van Dijk, campeona del mundo en el Mundial de Florencia en 2013 y una de las favoritas, se salió al cuarto de hora, poniendo de manifiesto las duras condiciones a las que se enfrentaban.
Todos esperaban a Armstrong y ésta no tardó en mostrarse. No en vano, la estadounidense, quien en los últimos años se retiró hasta en dos ocasiones y volvió a competir, marcó el mejor tiempo en el primer punto intermedio por delante de la italiana Elisa Longo Borghini, bronce el domingo, y van der Breggen.
Zabelinskaya cedía 22 segundos.
Sorprendentemente, la rusa, quien cumplió en febrero una sanción de 18 meses por dopaje, dominó el segundo, recortando todo el tiempo perdido y colocándose contra todo pronóstico en cabeza.
Bronce en ruta y también en la contrarreloj en Londres-2012, sobrevolaba de nuevo en el ambiente la sospecha del dopaje pero la legendaria Armstrong se encargó de disipar cualquier duda al final.
Van der Breggen, por su parte, sumaba su segunda medalla después de haber ganado el oro en la prueba de ruta.
Con una velocidad media de 40.099 km/h, la estadounidense cruzó la línea de meta con rostro de sorpresa. Se cuadró, miró la pantalla de tiempos, su cerebro tardó en interpretarlos y, unos segundos después, al darse cuenta de su gesta, se tiró al suelo y se echó a llorar.
No era para menos, acababa de convertirse en una leyenda viva del ciclismo olímpico, el día antes de su cumpleaños. El mejor motivo posible para comenzar a festejar 24 horas antes.