En Guatemala el desarrollo y la incursión a este deporte ha sido un proceso lento. Pese de tener ya varios años, las futbolistas aún deben lidiar con el machismo y uno que otro momento de discriminación por haber preferido un balón y no la cocina.
Actualmente el futbol femenino atraviesa por un punto de división, que ha generado que existan dos ligas para que los equipos de tradición y las chicas puedan mantenerse en el deporte.
El futbol nacional por naturaleza en nuestro país es complejo, y para las mujeres es el doble; combinarlo con estudios o trabajo y sin que llegue a ser del todo profesional.
Tiene 23 años, nació el 19 de febrero de 1992.
Su puesto es mediocampista.
Su primer equipo fue Menedy
Junto al futbol también practicó Karate.
“Es muy complicado, no todas tienen la oportunidad de poder ir a entrenar todos los días o no tienen el dinero para hacerlo”, cuenta Marilyn Rivera, seleccionada nacional y anotadora del gol que le aseguró a Guatemala el pase al Preolímpico de Estados Unidos 2016.
Por amor al balón
Para las futbolistas, el jugar cada fin de semana o ser convocadas a Selección no les representa ganar un centavo, ellas lo hacen porque les gusta y tienen el talento.
“Tenemos que dividir el trabajo y estudios, y a veces no todas pueden hacer eso. Necesitamos mucho apoyo”, comenta Waleska Castañeda, —conocida más como Cubo— y quien suma ya varios años como seleccionada nacional.
Y así como toman la decisión de jugar, deben ser ellas quienes también consigan sus implementos deportivos, pues no tienen ningún patrocinio privado o de la Federación de Futbol que les respalde.
“No contamos con implementos, ni vestimenta porque nos toca devolver todo. Muchos países en la región han mejorado en eso, solo nosotros no”, describe Rivera.
En Centroamérica los países ya maquilan uniformes para mujeres; sin embargo, acá eso no sucede.“Nosotras usamos los uniformes que de la Sub 17, Sub 20, no podemos quejarnos. Ah… y nos encantaría usar el nuevo, pero no sabemos si podremos”, comentaron ambas futbolistas.
Botan muros
El nivel femenino ha ido encontrando una brecha, ahora cuentan con cuatro jugadoras legionarias en donde destaca la delantera Ana Lucía Martínez, quien milita en España y las hermanas Coralia y María Amanda Monterroso, quienes juegan en Estados Unidos.
“Es bueno que ellas puedan salir, porque eso les da otro roce y hace que su juego sea mejor, y así puedan ayudar en la Selección”, expresa Rivera.
“Para ellas es bueno que salgan, pero también necesitamos fogueos para nosotras con selecciones internacionales”, explica la seleccionada nacional.
Lejos de casa
La historia de Waleska Castañeda en el futbol no ha sido fácil. Desde pequeña decidió dedicarse al deporte y así se fue alejando de su hogar.
Tiene 23 años, nació el 8 de abril de 1992
Su primer equipo fue la selección de Quetzaltenango para los Juegos Codicader.
Practicó también baloncesto y futbol cuando era más pequeña.
“Mi familia ha sido deportista y desde mi mamá hasta mis hermanos. Nos hemos dedicado al deporte desde que recuerdo y para ellos no fue tan difícil de aceptar”, expresó Cubo.
La defensa, quien es originaria de Coatepeque, decidió estudiar y jugar en Quetzaltenango por lo que desde ahí empezó su camino lejos de su familia.
“En el colegio tenía beca y jugaba futbol y baloncesto, pero fue en unos Juegos Codicader que tuve que decidirme por uno de esos y fue cuando me quedé jugando el primero”, recuerda.
Ahora años después, Cubo vive en la Ciudad en donde divide su tiempo entre la Universidad y el futbol. “Lo que el futbol te da no lo da nadie, ni nada”, confiesa la defensa.
Para ella su llegada a la Selección fue un proceso largo, que se dio tras seis meses de un intento fallido en la primera convocatoria que le fue extendida.
Herencia familiar
Para Marilyn Rivera, el futbol ha sido algo que comenzó desde su padre —Óscar Rivera—, quien comenzó a guiarla con sus primeros balones.
“Él tenía equipos de futbol antes, y yo siempre me iba con él al campo y desde ahí empezaba a jugar con niños”, recuerda Marilyn.
A los 12 años la mediocampista se separó de jugar con hombres y ya lo comenzó a hacer con mujeres. “Ingresé a Menedy con el equipo de mujeres y luego se formó Unifut y es ahí donde he estado hasta la fecha”, describe Rivera.
Su amor al futbol le mostró que quería dedicarle una parte importante de su vida y fue ahí cuando se dio cuenta que no podía estar lejos de un balón.
“Me duele no jugar cuando estoy lesionada y eso que no recibo nada a cambio”, cuenta Rivera.
La mediocampista ha disfrutado de jugar futbol junto a sus hermanos y su padre. Josué, el más pequeño, es uno de sus mayores fans. “Sufre más que yo, a veces el grupo lo ha visto llorando de felicidad y me apoya siempre. Es algo que me motiva”, comenta.
Piden apoyo
El camino ha sido complicado, pero a pesar de eso las jugadoras no se desmotivan, pero sí piden un poco más de atención.
“La última vez que Brayan Jiménez se acercó a hablarnos creo que fue hace como seis años”, recuerdan, y confiesan que a veces no se les da “el valor que merecen”.
Dos palabras que definirían lo que las chicas solicitan a la Federación Nacional: “Apoyo e importancia”.