Pudo irse al descanso con todo sentenciado Suecia, que salvo los primeros diez minutos donde se vio dominada por el ímpetu georgiano, controló el partido y tuvo media docena de ocasiones claras.
Un error clamoroso en la salida de balón propició un robo de Ibrahimovic y una doble oportunidad de Forsberg y Claeson que salvó Loria, clave con sus paradas para mantener la portería a cero.
Suecia empezó a apretar más y las ocasiones se fueron sucediendo: un cabezazo flojo de Ibra solo, un remate de Lindelöf a bocajarro, un uno contra uno de Isak, un tiro del delantero de Milan salvado por Kashia desde el suelo.
Parecía que el gol iba a caer en cualquier momento, pero Georgia aguantó como pudo e incluso amenazó en una contra, pero el remate esquinado de Lobzhanidze no cogió portería.
No cambió el decorado en la segunda parte. Georgia, encerrada, esperando un error para sorprender. Suecia, empujando y acumulando ocasiones. Como una gran dejada con el pecho de Ibrahimovic que Claesson, en posición acrobática mandó fuera.
Tanto perdonaron los suecos que acabaron castigados con un gol inesperado de Georgia en una jugada confusa con varios rebotes que Kavaratshkelia acabó enviando a la red.
De repente, Suecia se vio por detrás de forma inesperada y le entraron los nervios. Incapaz de reaccionar, tampoco desde el banquillo, donde Andersson tardó un mundo en mover el equipo y arriesgarse poniendo a Kulusevski en el campo.
Lo pudo cerrar de nuevo Kavaratshkelia en un contraataque, pero su remate lo sacó a córner Olsen. Y un minuto después, en una jugada en la que Lindelöf estuvo blando, definió con seguridad.
Suecia era un manojo de nervios, ni acumulando delanteros conseguía ahora crear peligro. Apenas un par de cabezazos de Isak e Ibra y muchos intentos frustrados que no llegaron a ninguna parte.
Georgia, que solo había ganado a Kosovo, vio recompensado el buen juego mostrado en otros partidos y la fe que exhibió hoy. A Suecia, muy tocada y llena de dudas, le espera una final en La Cartuja el domingo contra España.