“Ningún abuso sexual fue cometido sobre ninguna chica de la selección nacional”, aseguró el secretario general en una conferencia de prensa.
El presidente afgano, Ashraf Ghani, pidió a la justicia de su país que investigara las acusaciones de abuso sexual contra las jugadoras de la selección femenina, un caso que “conmociona” a todos los afganos.
Las revelaciones proceden de una excapitana de la selección que tuvo que huir del país en 2016 por las amenazas de muerte.
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La futbolista Khalida Popal desveló varios testimonios de compañeras que habían sufrido abusos sexuales, amenazas de muerte y violaciones en Afganistán, especialmente en locales de la federación, así como durante una concentración del equipo en Jordania.
Numerosas voces de activistas en defensa de los derechos de las mujeres se mostraron afectadas por las presuntas violencias sexuales a las jugadoras que representan al país.
Después de la caída de los talibanes, el deporte femenino fue destacado como un símbolo de del nuevo Afganistán más moderno y liberal. Un campeonato nacional de fútbol femenino fue creado hace cuatro años, pero fue suspendido en 2017 por falta de financiación.
Ser jugadora de fútbol representa un riesgo en el un país en el que la amenaza talibán sigue latente. Y alzar la voz contra la violencia sexual es tabú en un Afganistán patriarcal.
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