El consorcio que ganó la licitación para reformar el templo del futbol brasileño está formado por las constructoras Odebrecht, Andrade Gutiérrez y Delta, todas ellas salpicadas por el gigantesco caso de corrupción alrededor de la petrolera estatal Petrobras.
Aunque inicialmente la reforma del estadio estaba calculada en 705 millones de reales (US$223 millones), el precio final saltó hasta los 1.200 millones de reales (US$380 millones).
Según el reportaje, el Tribunal de Cuentas del Estado de Río de Janeiro (TCE-RJ) determinó la suspensión de pagos a las constructoras en otros contratos con el Gobierno regional de Río de Janeiro.
La semana pasada, el propio tribunal determinó el arresto de recursos obtenidos con la venta de la concesión del estadio.
Documentos del TCE a los que la televisión tuvo acceso muestran que las irregularidades en las obras del estadio empezaron ya con el proyecto básico de reforma, lo que acabó “suponiendo significativas modificaciones entre el proyecto básico y el ejecutivo” .
Otros costes del proyecto acabaron siendo alterados, sustituyendo los elementos previstos por unos de mayor valor, encareciendo el coste total.
Entre los productos encarecidos, destaca la argamasa, comprada a un precio tres veces superior al del mercado y con ello encareció las obras en 23 millones de reales (US$7,3 millones) .
También está el cambio de la manguera para limpiar el cemento (una de altísima presión por una de menor) , que subió el precio de las obras en 577 mil 000 reales (unos 183.000 dólares) .
Otro ejemplo revelado del mal uso del dinero público fue en la contratación de equipos de limpieza, con la previsión inicial de 18 equipos por mes, compuestos por una excavadora, un camión y 16 personas cada uno para sacar toda la basura de las obras.