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“Vamos a trabajar con alma y vida por El Lobo”, dijo el emblema histórico de la selección albiceleste al retribuir tanto amor, confirmado al frente de un equipo que está en el fondo de la tabla de la Superliga y acechado por el fantasma del descenso.
Más que un Lobo, como le dicen a Gimnasia, parece Caperucita con cuatro derrotas y un empate en cinco fechas de la Superliga. Pero su contratación se vivió como la llegada del Mesías.
Una hora después del anuncio los “triperos”, otro de sus motes, se agolpaban frente a la sede para comprar el carnet de socio. El club sumó en un santiamén un millar de eufóricos nuevos miembros.
“No va a haber un solo estadio que no esté feliz de que Diego esté en la cancha”, dijo el director de selecciones nacionales, César Menotti, homenajeado en el Congreso a 40 años de la conquista del Mundial Sub-20 Japón-1979, cuando dirigió a un juvenil Maradona en una escuadra que hizo historia por la calidad y frescura de su juego.
Show maradoniano
Cada vez que el excapitán del campeón mundial en México-1986 volvía a jugar o a dirigir, fue un acontecimiento mediático y un show en los estadios.
“Su sola presencia invita a despertar muchos sueños”, agregó Menotti, el entrenador campeón mundial en Argentina-1978. Por eso hubo fiesta grande cuando debutó como entrenador con el modesto Mandiyú en 1994 o al asumir en Racing en 1995. La cosecha deportiva, sin embargo, fue magra.
El estadio Monumental estalló con el tradicional coro “Maradooo” cuando tomó el mando de la Selección. Resultó eliminada por Alemania con un 4-0 en cuartos de final del Mundial de Sudáfrica-2010.
Su vida de película mezcla triunfos de apoteosis con manifestaciones políticas radicales, polémicas y paternidades en discusión. El colmo de la extravagancia fue ser aclamado en las calles de Bielorrusia, ungido presidente de Dynamo Brest.
En 1992 debutó en Sevilla de España, ovacionado, mientras por los altavoces sonaba “Mi enfermedad”, del celebrado roquero Andrés Calamaro, cuya letra le cabe como anillo al dedo: “El mundo me hizo así, no puedo cambiar…”
Un año después, conmocionó a la fanáticamente futbolera Rosario (al norte) cuando volvió de una de sus tantas crisis de salud y suspensiones para jugar en Newell’s, cuya camiseta en infantiles vistió Lionel Messi.
Fue sensación al dirigir a Al-Wasl y Al-Fujairah en Emiratos Árabes y furor en Dorados de México, al que no pudo llevar a la primera división.
No ha sido un DT exitoso, pero es un fenómeno social y cultural que excede al futbol. Los medios en Argentina hablan de una operación de marketing de la dirigencia gimnasista. Las arcas del club están exhaustas y los acreedores golpean la puerta.
El equipo no tiene ni una figura de fuste. Pero Menotti recordó: “El sentido de representatividad que ejerce Maradona en una cancha de futbol te obliga, con su sola presencia, a jugar bien, a ganar un partido, a ser ofensivo, a tener carácter… ¡Todo!”.
Gimnasia es la cenicienta de La Plata aunque con una populosa hinchada. Nunca ganó un torneo largo de primera división pese a ser el club de futbol más antiguo del país, con 132 años de vida. Su clásico rival, Estudiantes, ganó cuatro Copas Libertadores, una Intercontinental, una Interamericana y cinco torneos locales.
Pero la mañana del viernes, volvían a formarse filas de futuros socios, atraídos por el nombre mágico de D10S.
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