Meses antes de aquellos cuartos de final se vio obligado a emigrar y probar suerte en Mónaco. Como Morata, vio cómo el destino le cruzó a las primeras de cambio con el equipo al que nunca habría querido enfrentarse.
Un 24 de marzo de 2004, con el dolor del 11-M aún presente en la capital de España, Morientes marcó un tanto que hasta fue ovacionado por parte del Santiago Bernabéu. Parecía intrascendente en una goleada, cuando el partido marchaba 3-1 a falta de siete minutos para el final, pero resultó ser decisivo. Su testarazo perfecto besó la red y la ausencia de celebración por respeto al que fue su público acabó con un emotivo gesto al cielo en memoria de las víctimas del terrible atentado.
Morata tenía 11 años en aquel momento y seguro que le costará recordar el tanto que le marcaron a su equipo. Al canterano, perla de La Fábrica a la que han empujado a crecer lejos del club de su corazón, se le acabó la paciencia cuando la comunicación con Carlo Ancelotti dejó de existir durante la pasada campaña. Nunca con la continuidad necesaria para demostrar su crecimiento y dejar de ser visto como una esperanza de futuro.
Porque Morata se ha convertido en presente en el Juventus italiano, donde tras unos meses de adaptación aporta todo su potencial. No ha pasado desapercibido para Vicente del Bosque, que le ha convertido en el 9 de la Roja, con permiso de Diego Costa. Meses después de tomar la decisión más dolorosa de su corta carrera, el delantero madrileño encuentra premiado su valor. Y ahora, su regreso, cuesta 35 millones de euros según la opción de compra acordada tras los 20 millones pagados por el traspaso hace diez meses.
Sin tiempo para sentimentalismos, a los 8 minutos del reencuentro, Morata encontraba el premio de un gol que no celebraría pese a que desató la locura en el Juventus Stadium. Con el mismo rostro serio que tuvo en un duelo repleto de nervios, en el que, aunque no lo deseara, encaraba un examen con la mirada de todos puesta en su fútbol, que fue excelso.
Primero cuerpeó con Pepe para ganar el pulso y picar el balón a Casillas, avisando de lo que le venía. Un minuto después marcó con la inteligencia de un delantero que sabe estar en el sitio exacto. Se alejó de Pepe y el rechace de Iker Casillas al disparo cruzado de Tévez le cayó como un regalo del cielo. No cambió su gesto ni en la celebración y en los minutos que estuvo sobre el campo hizo una tarea fundamental para el equipo de Massimiliano Allegri. Descargó siempre el juego de su equipo, se asoció bien, remató en cuanto pudo y con sus movimientos siempre arrastró a los centrales madridistas. La ovación del Juventus Stadium fue el justo premio a su día más especial.
Morientes acabó marcando en la vuelta de aquellos dolorosos cuartos de final. En Mónaco sí lo celebró en una flecha directa al corazón del madridismo. El 3-1 de aquel día frustraba uno de los primeros intentos por conquistar la Décima. Morata, que estuvo con problemas intestinales en vísperas del partido fiel reflejo de sus nervios, afrontará en siete días el partido con más sentimiento de su vida en su regreso al Santiago Bernabéu.