Reconvertido en comentarista de televisión, niega que sufriera por tener que disimular. “No había nada frustrante, era así. Punto”, zanja en una entrevista con la AFP .
Este antiguo compañero de Michel Platini esperó hasta 2008, 22 años después de retirarse, para salir del armario. “Pudo ser un poco tarde, pero fue así, no hay gloria” , señala.
Yoann Lemaire siguió el mismo camino cuatro antes, cuando todavía jugaba en el FC Chooz. “Llevaba muy mal lo de tener que mentir siempre a los otros, entonces dije, en vez de hablar de chicas, yo voy a hablar a de chicos” , explica.
Tras su confesión, este titular en el primer equipo pasó progresivamente hasta el puesto de suplente en la formación C de la entidad. Luego fue “despedido” , según sus propias palabras.
El presidente de la Liga de Futbol Profesional (LFP) le apoyó. Escribió un libro y se entrenó con el París Foot Gay, una formación ya desaparecida.
Después este anónimo convertido en personaje público encontró un club en Les Ardennes. Los domingos en los estadios “normalmente era insultado”, recuerda.
Yoann Lemaire conoce otra decena de jugadores aficionados gays. Ninguno ha salido del armario. “Vista mi experiencia, tienen razón en no hacerlo”, añade.
Los resortes de la disimulación son idénticos en el futbol profesional. En un informe sobre discriminación en el deporte aparecido en 2013, Patrick Karam, actual vicepresidente del consejo regional de Ile-de-France, señaló que “temían poner en peligro su carrera” si salían del armario.
Miedo al rechazo
“Existe el miedo de que las malas actuaciones sean relacionadas con la orientación sexual y el temor a ser rechazados”, señala el informe, cuyos autores se encontraron con “un futbolista profesional de alto nivel”, al que un patrocinador le había “exigido que apareciera del brazo de una mujer para desmentir los rumores”.
En un deporte “en el que nos hacemos los duros y los fuertes, tenemos miedo del qué dirán”, así como de los “insultos” en los estadios, señala el atacante francés del Atlético de Madrid Antoine Griezmann, en la revista española Icon.
“Yo creo que lo haría (salir del armario)”, añade, reconociendo que es “más fácil decir cuando no te concierne”.
Con 2,5 millones de licencias en la Federación Francesa de Futbol y cuando el porcentaje de homosexuales habitual de una población se sitúa entre el 5% y el 7%, el peso estadístico revela el problema.
“Es una realidad, todos los estudios sitúan el porcentaje de gays entre 0 y 2% en el deporte masculino”, subraya Anthony Mette, psicólogo del deporte especialista en este tema, que evoca el heterosexualismom en los vestuarios y el rechazo a las actitudes que no son heterosexuales, masculinas.
En 2013 un estudio fue realizado en Francia con 250 profesionales y jóvenes de un centro formación mostró que respectivamente el 41% y el 50% de entre ellos había tenido pensamientos hostiles hacia los homosexuales.
Algunos países, entre ellos Noruega, Suecia, Holanda, Canadá y Estados Unidos, están en cabeza de la aceptación de la homosexualidad en el fútbol, pero en la gran mayoría reina la invisibilidad.
El internacional alemán Thomas Hitzlsperger salió del armario en 2014, tras retirarse, para hacer avanzar la cuestión de la homosexualidad en el deporte profesional. Antes lo hicieron el estadounidense Robbie Rogers y el sueco Anton Hysen.
Justin Fashanu, futbolista inglés, fue el primero en salir del armario en 1990. Atacado por muchos y excluido de los entrenamientos por el Nottingham Forest, fue acusado de agresión sexual en Estados Unidos en 1998 -se le retirarían los cargos por falta de pruebas- y se suicidaría poco después.