Podría jugar contra Uruguay el jueves en la clasificatoria para el Mundial de Rusia-2018. Está en duda por una molestia en un abductor, músculo traicionero si los hay. Es posible que lo cuiden. Tampoco es lo crucial históricamente.
Lo importante es que reafirmó su pasión por la camiseta de bastones verticales celestes y blancos. “Me pasaron muchas cosas por la cabeza el último día de la final y pensé seriamente en dejarlo”, comunicó la Pulga el 12 de agosto.
“Veo que hay muchos problemas en el futbol argentino y no quiero crear uno más. No quiero causar ningún daño, siempre pretendí todo lo contrario, ayudar en todo lo que pude”, dijo. Y la declaración volvió a girar como un satélite alrededor del planeta.
Horas después de su desilusionado anuncio tras perder con Chile la final de la Copa América Centenario en East Rutherford, el 26 de junio, se lanzó una frenética campaña para que diera marcha atrás. Pero al final, tenían razón futbolistas, entrenadores y muchos hinchas que pedían dejarlo en paz.
El abismo
Sólo quien nunca jugó al futbol o no conoce su intimidad podía apresurarse tanto. Messi acababa de perder su tercera final consecutiva. Para colmo tiró afuera un penal clave, el primero de la serie desempate.
Fue conmovedor verlo con la cabeza en el césped, como si quisiera enterrarse, desaparecer. Retorcía su camiseta, desesperado. Se había hundido en un abismo de tristeza.
Argentina está tercera en la clasificatoria sudamericanas, con 11 puntos, detrás de Uruguay y Ecuador, ambos con 13 puntos, en seis fechas. Y necesita del que volvió sin haberse ido.
“Es un momento duro para mí y para todo el equipo, es muy difícil para mí seguir así. Son cuatro finales las que me toca perder, tres seguidas, la verdad que es una mala racha que se me da, pero ya está, es mi decisión”, dijo aquella noche de pesadilla.
A Messi se lo puede considerar sin exageración el mejor fúbolista del mundo en la última década. Pero perdió las finales de la Copa América Venezuela-2007 (con Brasil), el Mundial Brasil-2014 (con Alemania) y otras dos copas América, la de Chile-2015 y la Centenario-2016 (ambas con la Roja).
No todos los futbolistas renuncian en las grandes derrotas. Pero verlo era comprenderlo. Llevaba adentro la rabia, la bronca, la decepción de sentirse responsable. Lo mejor era dejarlo tranquilo, ya iba a volver.
Antes de la final con Chile, Messi era una campanita de felicidad. Se perfilaba para romper una racha de 23 años sin vueltas olímpicas de mayores. Sólo había podido festejar un Mundial Sub-20 en Holanda-2005 y el oro en los Juegos Olímpicos Pekín-2008.
Durante la Centenario ya se había convertido en el mayor artillero histórico de la albiceleste con 55 tantos, uno más que el Batigol Gabriel Batistuta. El derrumbe fue más doloroso aún.
Con delicadeza
Y la Operación Retorno la encabezó en Barcelona el nuevo DT, Edgardo Bauza. El Patón se movió con la delicadeza de un artesano en una cristalería. “No vengo a convencer a Messi de nada. Que me cuente su frustración” declaró.
Ahora lo tiene en el equipo y miles de hinchas lo esperan para corear el Messiii, Messiii , en el estadio Malvinas, en Mendoza en el clásico rioplatense.