Durante varios años, los ultras parisienses habían sido vetados de estadio, sobre todo después de que en 2010 los enfrentamientos previos a un duelo contra el Olympique de Marsella, el rival histórico, se saldaran con un hincha apuñalado en un arreglo de cuentas entre gradas rivales.
El Parque de los Príncipes ganó en seguridad pero perdió en ambiente, hasta el punto de que algunos jugadores pedían más calor desde la grada.
El presidente del club, Nasser Al-Khalaefi, abrió negociaciones con las autoridades para proceder a un progresivo retorno de los ultras a las gradas, siempre con condiciones de seguridad adecuadas.
En octubre pasado, durante un partido del Girondins de Burdeos, se produjo el retorno, aunque los grupos radicales vieron como se mantenía el veto a sus figuras más representativas.
Pese a la opinión contraria del Ministerio del Interior también organizaron los desplazamientos de esos grupos radicales a los partidos que el PSG jugaba fuera de casa.
Esa decisión airó a las autoridades, pero Al-Khalaefi la tomó apoyado en su autonomía.
Los ultras querían más y amenazaron con abandonar voluntariamente las gradas si no se levantaba el veto a sus dirigentes.
El pasado día 29, ante la visita del Mónaco, el rival que este año parece que les puede disputar la liga, accedieron a las presiones de los grupos radicales y dejaron entrar a todos. Incluidos los cabecillas.
La policía de París emitió un comunicado incendiario. “Se acabó la confianza entre nosotros” , escribió el máximo responsable de la Prefectura de policía, Michel Cadot.
Las autoridades muestran su inquietud porque consideran que el clima no se ha serenado. La rivalidad entre la tribuna Auteuil, ideológicamente de extrema izquierda, y la de Boulogne, de extrema derecha, es más que latente.
El pasado 14 de enero se dieron cita en un área de autopista cuando viajaban a Rennes para asistir a un partido de su equipo.