El roce se produjo al final del encuentro, en el minuto 83, cuando el árbitro señaló penalti por una falta sobre Cavani. Para entonces, el matador ya había marcado un gol, el 156 desde que en 2013 aterrizó en las riberas del Sena procedente del Nápoli, con lo que igualaba con el sueco Zlatan Ibrahimovic como máximo anotador de la historia del club.
Le faltaba uno para convertirse en el único en poseer ese récord y el penalti postrero aparecía como una buena oportunidad para lograrlo.
Pero Neymar fue implacable. Agarró el balón sin mirar a nadie, lo posó en el punto de penalti y se mantuvo ajeno a los gritos de “Cavani Cavani” que provenían de las gradas, tornados pronto en silbidos que mancharon una noche mágica.
La estrella brasileña logró su cuarto gol, pero algo se había roto. El jugador, visiblemente molesto, abandonó cabizbajo el césped, evitó responder a las televisiones oficiales y menospreció el trofeo de “jugador del partido” que le ofreció un miembro del club, antes de abandonar el estadio serio.
En una noche diseñada para que Neymar mostrara su mejor sonrisa y presumiera de valer todo lo que costó, los silbidos ensombrecieron la fiesta.
No es la primera vez que el público toma partido por Cavani en su contencioso con Neymar sobre quién debe lanzar los penaltis.
El punto álgido tuvo lugar el pasado 17 de septiembre en un duelo contra el Lyon, cuando ambos pujaron por el balón para lanzar una pena máxima, litigio que, según algunos medios, trasladaron después al vestuario.
Desde entonces, el entrenador, el español Unai Emary, designa antes de cada encuentro quién lanzará las posibles penas máximas en un sistema de rotación que persigue imponer la paz entre ambos.
Frente al Dijon era el turno de Neymar, pero la grada y algunos jugadores consideraron que hubiera sido una muestra de grandeza del brasileño ceder el turno al uruguayo para que batiera el récord de Ibrahimovic.
“Hubiera podido dejar el penalti a Cavani, hubiera sido un gesto de 'juego limpio'”, indicó tras el duelo el defensa belga Thomas Meunier, quien, sin embargo, consideró “ingratos” los silbidos de la grada.
Emery pasó de puntillas sobre el caso y se limitó a decir que “las estadísticas son importantes para los jugadores”, en referencia al récord que pudo batir Cavani.
El entrenador español parece haber alejado, a base de buenos resultados, los peligros que pesaban sobre su cabeza, al menos hasta la eliminatoria de octavos de final de la Liga de Campeones contra el Real Madrid.
Sin rival de talla en Francia, el PSG navega con viento en popa hacia ese duelo en el que están puestas todas las miradas y donde el técnico pondrá en juego buena parte de su crédito.
Emery es el principal interesado en que el vestuario llegue a pleno rendimiento a la cita del 14 de febrero en el Bernabéu y el contencioso entre Neymar y Cavani aparece como el principal riesgo.
Sobre todo, porque, como indican algunos medios, amenaza con extenderse y transformarse en un conflicto entre el clan brasileño y el latinoamericano del vestuario parisiense.