El partido arrancó con sorpresas desde los vestuarios. Kasper Hjulmand optó por cambiar de sistema y jugar con tres centrales, poner al jovencísimo Damsgaard haciendo de Eriksen y con Braithwaite y Poulsen en punta.
En Bélgica se especulaba con la titularidad de Witsel y Eden Hazard, pero al final Roberto Martínez mantuvo casi el mismo once que goleó a Rusia, con la baja obligada de Castagne, operado de seis fracturas en la cara por un golpe fortuito, y el cambio de Boyata. Denayer y Meunier ocuparon sus puestos.
Había muchas dudas sobre el estado anímico de los jugadores daneses antes del partido. Pero quien pareció más afectada por el ambiente fue extrañamente Bélgica, que no dio una a derechas en el tramo inicial, con errores infrecuentes en la salida de balón, incapaz por momentos de superar la agobiante presión danesa.
Dinamarca fue un vendaval. Se comió a Bélgica en los primeros minutos, en los que entraba por todas partes. En un error grosero de Denayer, Højbjerg recuperó, pasó a Poulsen, y este definió cruzado. No habían pasado ni dos minutos.
Maehle, un puñal por la izquierda, tuvo el segundo, también Wass en un cabezazo. Braithwaite y Poulsen volvían locos a los belgas con sus continuos desmarques al espacio, mientras al jovencísimo Damsgaard, al que Hjulmand formó en el Nordsjælland danés, no le pesaba la responsabilidad.
El jugador del Sampdoria fue de lo mejor de su equipo en un gran primer tiempo. Seguro en el toque, bien en la distribución, rozó el gol en jugada individual con un disparo que salió rozando el palo.
Para entonces Bélgica había equilibrado un poco el partido. Al menos tenía más la pelota, pero salvo un cabezazo de Mertens al inicio, no hubo noticias suyas en el área danesa. Kjær anulaba a un desesperado Lukaku, al que no le llegaban balones en condiciones.
Martínez sacó del campo a Mertens en el descanso y dio entrada a De Bruyne, que volvía a un terreno de juego tres semanas después de sufrir una doble fractura en la cara en la final de la Liga de Campeones.
El mejor jugador de la Premier League este año pasó a jugar de falso nueve, con Lukaku y Carrasco en las bandas.
Dinamarca seguía metiendo miedo, aunque ya menos, como en un tiro desviado de Delaney o una gran jugada de Damsgaard, regateando a varios jugadores belgas al borde del área.
Pero Bélgica no necesita mucho para marcar. En su primera aproximación, Lukaku tiró de potencia y se llevó la pelota frente a Vestergaard, rebote incluido. Kjær, imponente hasta entonces, se resbaló y dejó abierta una autopista que De Bruyne supo aprovechar para regalarle el gol casi a puerta vacía a Torghan Hazard.
Bélgica olió sangre. Salieron al campo Witsel y Eden Hazard. A Dinamarca le entraron las dudas y pasó a jugar con Braithwaite como único punta claro y Damsgaard haciendo más de enganche.
Y de Bruyne apareció poco después para culminar con un trallazo de fuera del área una gran combinación belga, a pase de Eden Hazard, que dejó algunos detalles.
Dinamarca se la jugó ya a la desesperada, con el recurso del gigantón Cornelius y más tarde poniendo al extremo Skov Olsen por un central. Braithwaite, incansable todo el partido, lanzó un zurdazo después de varios quiebros, que obligó a Courtois a sacar una gran mano y desviar a córner.
Bélgica amenazaba con cerrar el partido en cada contra. La tuvo De Bruyne de nuevo.
Ya con pocas fuerzas y sin demasiadas ideas, Dinamarca tiró de la heroica, pero el cabezazo de Braithwaite se fue a la cruceta. Y un tiro de Jensen, alto por poco.
Contra Finlandia, Bélgica podrá seguir afinando su puesta a punto de cara a los cruces. A los daneses, que parecen recuperados de la pérdida de su estrella, que sigue convaleciente en un hospital, les queda una noche más para soñar, en Parken, contra Rusia.