La BBC consiguió congregar en semifinales a más de tres millones de espectadores delante de la televisión para ver a sus jugadoras, que con un gol de Laura Basset en propia meta en el descuento sucumbieron en la orilla de la final.
Esa mala suerte podría haber lastrado las opciones británicas de lograr un tercer puesto inédito. La aportación de Inglaterra en un Mundial femenino, hasta el torneo que está a punto de finalizar, siempre había concluido huérfana de éxitos.
El hecho de acariciar la final ya era todo un logro, pero el tercer puesto también tenía premio. El honor de acabar entre los mejores del campeonato iba a recaer en un grupo de futbolistas a las que no les afectó el golpe moral que sufrieron días atrás.
Con el espíritu guerrero que caracterizó a Inglaterra durante todo el torneo, las jugadoras de Powell dominaron la primera parte y no permitieron que Alemania disfrutase de ninguna ocasión. Aunque no disfrutó de muchas opciones, sí tuvo la más clara en las botas de Steph Houghton, que desaprovechó un pase de la muerte de Lucy Bronze en mitad del acto inicial.
El segundo tiempo tuvo otro dueño. Alemania se creció para imponer su teórica superioridad deportiva e histórica y acariciar la victoria con un remate de Sara Däbritz que detuvo con muchos problemas Karen Bardsley y un disparo que Tabea Kemme que lamió el palo izquierdo de la portera inglesa.
Bardsley, elegida después la mejor jugadora del partido, condujo a sus compañeras hacia una prórroga que llamó a la puerta de ambas selecciones.
Fue Inglaterra la que se llevó el premio gracias a un penalti transformado por Williams en el minuto 108. Ese tanto fue suficiente para que la historia apareciese por fin en el combinado británico, huérfanos de premios en el fútbol femenino. Hasta hoy, el día en el que doblegaron a las campeones de 2011 y subcampeonas en 2007 y 2003 para convertirse en leyenda.